El historiador y senador del imperio romano Publio Cornelio Tácito (Tácito, Galia romana, 55-120 d. C.) tiene un legado histórico abocado en considerar la tendencia política romana de su época y recientes pasadas, las obras “Historias” y “Anales”, son consideradas como algunas de sus mejores fuentes de información.
Además de historiador, Tácito era filósofo, su legado literario nos da la oportunidad de conocer su idea originaria acerca de la naturaleza humana, de la política, de la moral y la ética. Fue un crítico feroz de la tiranía y el absolutismo, defendió la libertad y la democracia como las formas más justas y efectivas de gobierno. Consideraba a la libertad individual esencial para el bienestar de la sociedad y que solo a través del respeto mutuo y la tolerancia podían las personas vivir en paz y armonía. Postulaba que la corrupción política y moral es el condimento que deteriora cualquier proceso político, sea monarquía, oligarquía, democracia o Tiranía por tanto “contribuye a su declive” como creía ocurrió al imperio romano.
Con respecto a la conducta humana afirmaba que era egoísta por inmanencia y que la ambición y la codicia eran los principales motivos de su desenvolvimiento.
De Tácito, se tiene en el registro de sus oratorias, frases emblemáticas que atienden a la conducta de un tipo de gobernantes y sequitos o adláteres en cuyas manos permanece por mucho tiempo –las más de las veces- el gobierno de naciones; por lo cual convierten a las mismas en haciendas de su peculio y a sus pueblos lacayos y esclavos, cito:
“Cuanto más corrupto es el estado, más leyes tiene (…) Hacen una carnicería y lo llaman paz”
La comunión de estas dos denuncias refleja con extremada exactitud el proceder de algunos regímenes que padecen actualmente varias naciones en la Tierra; entre ellas, Cuba, Nicaragua y Venezuela en Latinoamérica. China, Vietnam, Arabia Saudí, Qatar en Asia. Egipto y Libia en África. Etc.
Tácito sostenía que el político debía ser virtuoso, tener ética y manejar la moral como principio de paz y armonía pública, con sus ideas se puede obtener mediante un análisis basado en sus afirmaciones la actitud de los gobernantes y el estado de consciencia que les afecta. Por ende, su madurez espiritual, de educación y de política. Además, permite comprender mejor las motivaciones y comportamientos de las personas en nuestra sociedad actual, y a ser más conscientes de las tendencias egoístas y ambiciosas que pueden estar en juego.
De nuestra parte, Latinoamérica, Simón Bolívar (Venezuela, 1783-1830) Militar, político, Estadista, libertador de cinco naciones, en similitud con el espíritu democrático de Tácito en el Congreso de Angostura de 1819 plantea lo siguiente:
“(…)La continuación de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos. Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usurpación y la tiranía. Un justo celo es la garantía de la libertad republicana, y nuestros ciudadanos deben temer con sobrada justicia que el mismo magistrado, que los ha mandado mucho tiempo, los mande perpetuamente.
(…) Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza; y por el vicio se nos ha degradado más bien que por la superstición. La esclavitud es la hija de las tinieblas; un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil; adoptan como realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la justicia.
(…) El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política.
(…) Un gobierno republicano ha sido, es y debe ser el de Venezuela; sus bases deben ser la soberanía del pueblo: la división de los poderes, la libertad civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios. Necesitamos de la igualdad para refundir, digámoslo así, en un todo, la especie de los hombres, las opiniones políticas y las costumbres públicas.”
Platón (Grecia 427 a. C.-347 a. C.) filósofo, en “La república o el Estado” libro IX, determina la naturaleza y los deseos de este ciudadano, diciendo que hasta sería capaz de violentar a sus propios padres si es que le fuera necesario para cumplir sus deseos. Un hombre absolutamente despótico que nace del desorden de la democracia y la mala educación de los padres.
La naturaleza del hombre tiránico correspondería a un ciudadano que frecuenta las fiestas, los banquetes y cosas por el estilo. Estos deseos pertenecientes a la naturaleza del tirano lo harán gastar mucho dinero y en consecuencia no poder ahorrarlos o gastarlos de manera inteligente; por lo tanto, todo su capital se verá mermado y sus deseos se mantendrán latentes independientemente que ya no tenga dinero, diciéndolo de otra manera, estos deseos le pedirán más y más gastos.
Si este individuo tiránico es elegido por fortuna como gobernador, lo hará ejerciendo la violencia; si aspira ser gobernante y consigue obstáculos para adquirirlo, hará lo imposible para conseguirlo y gobernará por la fuerza con tal de satisfacer sus deseos de gobernante. Los tiranos no gozarían de la confianza de su pueblo ni de la amistad o del amor debido a su naturaleza indeseable. Por lo demás, el tirano estaría esclavizado por los placeres indignos que necesita satisfacer. Igualmente, la ciudad que gobierna será sumamente desdichada.
Para el tirano no hay crimen ni fechoría que no cometa para mantenerse en el poder, esclaviza a su propia gente con amenazas y extorciones de modo que intestinalmente posee la causa de su propia destrucción, no confía en nadie y debe buscar ejércitos foráneos y mercenarios extranjeros sumado a ejércitos serviles de su propio pueblo comprado con privilegios y dineros que roba de los erarios para que lo protejan. El tirano, es para Platón la persona más desdichada en una ciudad. Así lo ha demostrado la historia a través de los castigos que se les da a los tiranos. Sin embargo, es cierto que hay algunos que parecieran no tener castigo alguno y que siguen gobernando de manera despótica. Ejemplo Fidel castro en Cuba y Kim Jon Il en Corea del norte, quienes Murieron en y con sendos despotismos sin castigo alguno y heredaron sus gobiernos a parientes.
Mas reciente, en 1904 intelectuales de la generación del 98 en una tertulia creada por Ramón María del Valle-Inclán (España,1866-1936) dramaturgo, poeta, escritor tuvieron la oportunidad de dialogar de las características del individuo humano, y fue el 13 de mayo de ese mismo año, que en este areópago de pensadores de la corriente modernista hablando de los distintos tipos y clases de españoles, el novelista Vasco Pio Baroja (España, 1872-1956) escritor, levantó la voz y dijo:
“La verdad es que en España hay siete clases de españoles». Sí, como los siete pecados capitales.
1) los que no saben
2) los que no quieren saber
3) los que odian el saber
4) los que sufren por no saber
5) los que aparentan que saben
6) los que triunfan sin saber, y
7) los que viven gracias a que los demás no saben
los últimos se llaman a sí mismos “políticos” y a veces hasta “intelectuales”
En este trabajo se puede observar que el individuo común ama la paz y la armonía y; como tal, las desea para su pueblo. Empero, habiendo el mundo tenido por siempre la presencia de esos codiciosos, energúmenos que Nietzsche (Alemania, 1844-1900) filosofo, llama “No grades sino locos con poder” ese deseo de felicidad que propone Bolívar para su pueblo como bien supremo y producto del mejor gobierno, se ve frustrado por la desdicha de un tirano preñado de egoísmo, codicia y ambición que denuncia Tácito como propia de la naturaleza humana y principalmente de los Tiranos. Por tanto, tal deseo queda en el limbo de la insensatez y la desdicha y con ellas, la miseria de los pueblos.
Los tiranos nunca pronuncian en su oratoria la palabra “libertad”, la palabra “odio” la repiten constantemente. Bolívar en el discurso de Angostura pronunció: libertad cincuenta y cuatro veces, la palabra odios y no odio, una vez.
Joise Morillo