CARA O CRUZ… Por Nelson Jorge Mosco Castellano

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Las monedas del Imperio español tenían la cara del emperador y en el reverso una cruz. Desde allí, la costumbre popular de llamar «cara» o «cruz» a los dos lados de las monedas. Este tiempo electoral nos enfrenta a ese tipo de disyuntiva antagónica definitiva.

Una mitad anarquista se camufla de comunista, pero, paradójicamente, engorda al Estado para matarlo por obesidad.

Otra mitad cree en el proyecto armónico de vida individual, un Estado que atienda responsablemente tareas básicas; ordenando el gasto, cuidando oportunidades de ejercer la libertad, solidario con los recursos de quienes hacen crecer la economía en beneficio colectivo.

Esta división nunca fue tan marcada como en el presente, pero viene de lejos.

Los términos “anarquismo” y “anarquista” tienen su origen en el marco de la revolución francesa de 1789, usados despectivamente para aludir a las épocas de terror y caos revolucionario de las etapas más convulsas y sangrientas.

Robespierre y los Enragés fueron tildados de anarquistas.

La palabra proviene del griego, an- (“sin”) y arkhé (“poder o mandato”), para aludir a las etapas de vacío de poder en la República.

En la lucha por reivindicar a los sectores pobres y abogar por una sociedad igualitaria, el comunismo y el socialismo utópico, vertientes extremas del marxismo, configuraron una izquierda autoritaria, de la que el anarquismo se separa, oponiéndose radicalmente a la dictadura del proletariado o de cualquier tipo de autoridad.

El anarquismo rechaza toda forma de jerarquización social, de opresión o represión, considerándolas contrarias a la naturaleza humana cooperativa, abogando por la abolición de toda forma de gobierno, Estado o empresa. Su objetivo es una sociedad autorregulada por la naturaleza humana, que considera inherentemente “bondadosa y compasiva”. Las clases sociales son enemigas del anarquismo, que persigue una sociedad de igualdad plena, en la que ningún ser humano explote o corrompa a otro mediante el poder. La propiedad privada, especialmente, es una afrenta.

La diferencia fundamental con el comunismo es que este planifica una sociedad de una única clase social. En realidad, dos: la que manda y la proletaria. Un Estado fuerte que controle todo y distribuya planificadamente.

La utópica igualdad es valorada por los anarquistas, pero ven en el Estado a su mayor enemigo; jamás pactarían con una dictadura de una única clase social, pues su pensamiento es, paradójicamente, libertario. Ejemplo típico: Eleuterio Fernández Huidobro.

Fomenta el caos y aboga por desmantelar las estructuras históricamente construidas, sin garantía del resultado.

La izquierda socialista-comunista los acusa de individualistas que no velan por el progreso de la sociedad como un todo.

Los antecedentes del anarquismo aparecen ya en 1841, cuando Marcelino Pareja publica un artículo anticapitalista abogando por una teoría premarxista de la plusvalía. En 1851, José Ernesto Gibert se exilia a Uruguay desde Francia debido a su participación en la revolución de 1848.

En 1872 se forma la sección uruguaya de la Primera Internacional, que en 1875 publica un manifiesto inspirado en Bakunin: «Federación Regional de la República Oriental del Uruguay», por iniciativa de franceses y españoles exiliados tras la destrucción de la Comuna de París y la Rebelión Cantonal.

En 1905, con la fundación de los primeros sindicatos, surge la Federación Obrera Regional Uruguaya (FORU), que dominaba el movimiento obrero, basada en el modelo anarcosindicalista argentino. En 1911 contaba con 90.000 miembros de los 117.000 trabajadores industriales del país.

La FORU comenzó a perder fuerza después de la Revolución rusa en 1917, cuando el recién fundado Partido Comunista del Uruguay dividió a los trabajadores. Pero siguió siendo el sindicato más fuerte de Uruguay hastaprincipios de la década de 1930.

Durante la guerra civil española, Pedro Tufró fue ejecutado por los comunistas por su afiliación a la Confederación Nacional del Trabajo (CNT). En 1947, Eugen Relgis llegó a Uruguay, después de haber sido perseguido tanto por los nazis como por los comunistas.

En 1956 se fundó la Federación Anarquista Uruguaya en Montevideo, que sufrió una división en 1963 sobre si apoyar o no a la Revolución Cubana, que fue declarada ilegal en 1968; pero fue restaurada en 1986.

Se ha sostenido que Uruguay tenía condiciones históricas únicas receptivas al anarquismo por la alta inmigración y una cultura secular. La Universidad de la República tenía los nombres «Proudhon» y «Reclus» grabados en el frente.

El MLN Tupamaros ha adoptado esa ideología de la cúpula directriz. Por eso su

integración al FA fue resistida por el PCU.

Hoy el MPP ha consolidado su poder político interno, imponiendo la fórmula electoral, transigiendo estratégicamente la candidatura a vicepresidente con el

PCU.

Los uruguayos asistimos a una definición histórica.

El caos estatal anarquista que vivimos con Mujica. Una utopía social que desmantelará la organización constitucional, destripando las empresas públicas y apostando a abusar de los recursos privados que buscarán refugio fuera del país. Una inexorable catástrofe hacia la indigencia colectiva. Un candidato irrelevante es dramáticamente funcional al destino que se nos imponga. Lo ideológico por encima del Derecho.

O seguir construyendo el camino del orden jurídico, la equidad, el respeto al esfuerzo, al trabajo. La protección a los derechos individuales: el ahorro, la inversión, el emprendimiento, la protección del salario y la pasividad, el ejercicio de emprender y comerciar. El único sistema económico y social que, en paz, ha reducido en cien años al mínimo la pobreza universal.

La moneda está en el aire, cara o cruz.

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