No tengo preferencias politico-partidarias y no sigo a figuras a políticas.
Pero me resulta interesante observar los hechos políticos y sus curiosidades.
No triunfó el frente amplio ni perdió la coalición. Triunfó el progresismo, elemento transversal que llegó para quedarse, sin que afecte si el gobierno sea de izquierda o derecha.
Los lideres y mandos medios de ese progresismo comenzaron a prepararse iniciado el siglo XXI y ejercerán el poder y predominio político y social por lo menos durante otras dos generaciones.Tendremos más de lo mismo.
El progresismo ha derrumbado tradiciones, costumbres y formas de vida que, en parte, definían nuestra idiosincrasia, a pesar de cargar siempre con una «identidad nacional» que nunca hemos sabido lucir.
Los emblemas como el poncho de Saravia, el sobretodo de Batlle y Ordoñez y Seregni con su megáfono ya son figuras anacrónicas para la masa social.
El Pabellón Nacional es «un trapo». Las fechas patrias son feriados que se corren» para el lunes». El Himno Nacional es algo que algunos cantan en ¿dos o tres ocasiones en un año?.
¿Y como se manifiesta el progresismo?
Se «desparrama cultura en las calles» y salen cientos de personas tocando el
tambor y tomando vino.
Se realizan coloridas marchas callejeras festejando diversos días.
Los ciudadanos orinan y defecan dónde se les plazca.
En la calle viven cinco personas por cuadra comiendo las sobras de los contenedores.
Las personas se insultan a voz en cuello donde sea. Un nieto mata a su abuela para robarle. Un tio abusa sexualmente de su sobrino. Una madre incendia a su hijo.
Familias se disputan barrios por el control de la venta y distribución de droga.
Los sicarios reparten balas y asesinan personas donde y cuando quieren.
Los jóvenes no terminan el liceo y manejan un vocabulario de 300 palabras, muchos de los cuáles sin símbolos gráficos del celular.
Y llegan los tiempos electorales y los políticos salen a ganarse el apoyo de los ciudadanos.
¿Y éstos a quién votan? A quienes se adueñaron de su cerebro desde hace décadas, mediante un lavado paciente y metódico, hecho al estilo Gramsci, mas leído que Rodó (¿Quién lo recuerda ?)
El hábito de trabajo murió y nació el de robar. La «nueva normalidad» asi lo indica. ¿Hábito de trabajo? No es necesario. El Estado me provee.
El consumismo ganó las masas.
Los «outlets»ganaron el mercado. Y en los dias de descuento los ciudadanos de a pie, los pelagatos, salimos a la caza de las ofertas de cosas que ni necesitamos.
La televisión, máquina de la desinformación, nos reúne para ver de todo: muertes, asesinatos, accidentes, balaceras, rapiñas, cuentos del tío y
otras calamidades.
Luego, el capítulo político porque ¡caramba! estamos en democracia y cualquier ciudadano puede opinar. Y si mete una palabrota, mejor.
¿Y que decir de los ancianos? El progresismo los llevó a la condición de » viejos de m…» y ya no ocupan un lugar de respeto y consideración.
El proceso tal vez sea sin retorno.
Cuanto menos culto sea un pueblo más fácil es movilizar con emociones.
Y en eso hay personas muy hábiles.
Mucho mas hábiles que para ejercer un gobierno.
Tilio Coronel