¿Cómo es posible que una organización como el MLN-Tupamaros, que apeló a la violencia, el delito y el asesinato, ahora tenga la capacidad de dirigir la seguridad pública y defender a un pueblo contra el que alguna vez se alzó en armas? Es indignante que aquellos que antes sembraron el caos ahora pretendan erigirse en guardianes de la ley.
Las políticas que proponen no solo desarman a los ciudadanos, sino que además presentan al delincuente como una víctima de la sociedad. Leyes que favorecen penas mínimas, fiscales complacientes y la apertura indiscriminada de cárceles reflejan un patrón peligroso. Estas medidas no son otra cosa que una imitación de los colectivos armados que sustentan la dictadura en Venezuela.
La seguridad pública está en grave peligro. ¿Qué será lo próximo? ¿Derogar la legítima defensa para encarcelar a las víctimas en lugar de a los criminales? Todo indica que pretenden convertirnos en corderos para el sacrificio, desprotegidos y a merced de un Estado que abdica de su responsabilidad más básica: garantizar la seguridad de sus ciudadanos.
Si el Estado no defiende a sus habitantes, serán los ciudadanos quienes se protegerán por sus propios medios. Palos, dientes y balas serán las herramientas de aquellos que no están dispuestos a ser víctimas pasivas de una delincuencia envalentonada por políticas permisivas.
Y a quienes justifican este desmadre con discursos ideológicos, les digo: antes de abrir la boca, esperen a ser víctimas de una realidad que ustedes mismos han ayudado a construir. La delincuencia no discrimina entre banderas políticas, y el control del narcotráfico se cobra vidas sin miramientos. Es hora de elegir entre proteger a los criminales o defender al pueblo. ¿De qué lado están?
Roberto Alfonso Azcona