Por: Semanario Contexto.
En Blade Runner, tras entrevistar a Rachael, Deckard se da cuenta de la ínfima diferencia que hay entre un replicante y un humano, y le hace replantearse su misión como Blade Runner. Hay hechos que te obligan a afrontar preguntas morales sobre tus decisiones cotidianas. Algo parecido, a menor escala, me ocurrió cuando leí el artículo «Sex, drugs, and bitcoin: How much illegal activity is financed through cryptocurrencies?» de Sean Foley, Jonathan R. Karlsen, y Tālis Putniņš (FKP) en la Review of Financial Studies, y que hoy quiero compartir con ustedes.
Llevo años leyendo y observando el desarrollo del Bitcoin y las criptomonedas. Durante este tiempo muchos artículos nos han ido explicando diferentes aspectos de este fenómeno, algunos de los mejores en este blog (ver por ejemplo la serie de tres artículos de JFV: Mis Aventuras con Bitcoin I, II, y III, los artículos de David Tercero aquí, aquí, y aquí y el de Daniel García aquí), o el estupendo artículo de Guillaume Haeringer y Hanna Halaburda en la colección de FUNCAS sobre la revolución digital (aquí). Además de leer artículos, he visto como su precio de intercambio ha volado de los pocos miles a los alrededor de 30000 dólares en los que se mueve estos meses, pasando por un pico de 60.000$. Los artículos y mi visión se han centrado sobre el Bitcoin y otras criptomonedas como producto de inversión, o como sustituto del dinero tradicional, pero, el artículo de FKP me lleva en otra dirección. Como la entrevista con Rachael para Deckard, el artículo de FKP nos abre los ojos a una realidad que quizás preferiríamos obviar. Ambas investigaciones comparten una solidez científica que hace que sus conclusiones no puedan ser casualmente ignoradas.
La conclusión del artículo es muy fácil de entender: el 46% de las transacciones en Bitcoin están asociadas a actividades ilegales como el tráfico de drogas. Pero, de la misma manera que Eldon Tyrell no le da datos sobre replicantes a Deckard, si no que le invita a hacerle el test a Rachael, no basta con el dato. Es importante compartir el camino de la investigación para poder ver la importancia del dato y asumir su solidez científica, y por tanto afrontar la obligación moral que implica. Por fortuna, es un camino atractivo, especialmente para aquellos que tenemos una debilidad por las historias de detectives.
Como siempre, empecemos por el principio. El Bitcoin, como ya sabemos (gracias JFV), es una moneda digital, que se emite por medio del «minado», se basa en un protocolo de comunicación en red descentralizada, y las transacciones se verifican también de manera descentralizada. Es decir que no puedes tocar un Bitcoin, su existencia continuada se debe a la actividad de muchísimas personas (además de empresas y energía eléctrica) distribuidas por todo el mundo (digital), y, como toda moneda, su valor depende del que le quieran dar los que participan de ella. Sobre esto último trata la investigación de Foley y compañía (FKP).
Así que saquemos la pipa de Sherlock Holmes, o más bien, coloquémonos el casco de minero, encendamos las luces, y bajemos al oscuro inframundo de la internet, la «dark web», de la mano de FKP. Como en toda investigación criminal, la clave es «follow the money»—sigue al dinero—y el proceder sistemáticamente, paso a paso. Por lo que, cual Eliot Ness, empezamos con el primer paso que es dar con los libros de contabilidad. Por suerte, no hubo que secuestrar a ningún contable. El libro de contabilidad de la dark web está en cualquier ordenador, ya que, como bien sabemos, ¡qué mejor libro de contabilidad que el libro mayor que define al Bitcoin! La blockchain del Bitcoin registra todos los movimientos entre monederos.
Paso 1: hecho, ya tenemos el libro de contabilidad. Paso 2: las cuentas en el libro de contabilidad están cifradas. No hay iniciales como en otras contabilidades opacas que también andan en boga, si no cadenas de caracteres. Necesitamos una piedra Roseta y FKP la encuentran en los Eliot Ness modernos: el FBI ha bloqueado miles de monederos de Bitcoin, los han vinculado a hechos delictivos en juicios, y esa información está disponible (gracias a la gran transparencia americana que es la envidia de científicos a lo largo y ancho de nuestro febril planeta) en los registros públicos digitalizados de los juzgados de EEUU. Hablamos, por ejemplo, de cuentas incautadas cuando se cerró Silk Road, el famoso mercado negro virtual donde se negociaban drogas, secuestros, asesinatos, y un sinfín de otras actividades criminales), Ross William Ulbircht (creador de Silk Road), Richard Pollard (traficante de droga), Cornelius Jan Slomp (traficante de droga), etc. De esta manera FKP pueden identificar un grupo de monederos «incautados» como claramente vinculados a actividades ilícitas.
Paso 2: hecho … bueno, no … seguimos. Dado el maná de información extraído de Silk Road, FKP tiran de hilos afines. Utilizando el método de Meiklejohn et al (2013), identifican otros 17 mercados de productos ilegales como Silk Road y unos seis millones de usuarios que mandan y/o reciben Bitcoin de estos mercados («hot wallets»). Éstos los llaman monederos de «usuarios del mercado negro». Y vamos a por un tercer grupo, llamados «usuarios de foros». Éstos son 448 usuarios cuyos monederos han aparecido vinculados a actividades ilegales en foros, sea por fraude (por ej., no entregar la mercancía convenida), control de calidad, o mera publicidad de servicios ilegales. De aquí ya obtenemos datos interesantes: (A) estos tres grupos representan el 5.86% de los participantes del Bitcoin; (B) están involucrados en un 32.38% de las transacciones (de compra-venta: Bitcoin-por-servicio/bien, no de inversión: Bitcoin-por-moneda) en Bitcoin; y (C) suponen el 45.28% de la media del valor medio de los Bitcoin. ¡Impresionante!
Bien, ahora sí llegamos al tercer paso: una vez identificados monederos de uso ilícito, FKP pasan a estimar el total de actividad ilegal que tiene lugar usando Bitcoin. Esto lo hacen de dos maneras (i) utilizando la estructura de la red de transacciones (quién negocia con quién) para establecer las comunidades de usuarios involucrados en actividades ilegales y los que no lo están, y (ii) utilizando características propias de los monederos que son indicadores de uso ilegal. Dado que los métodos son diferentes y que al aplicarlos, los usuarios suelen caer en el mismo bando (actividad legal vs ilegal) con los dos métodos, se puede concluir que están bien clasificados.
Y con esto llegamos al paso final, resultados. Entre un 23.23% y un 29.12% de usuarios están involucrados en actividades ilícitas. Vamos, un cuarto de los usuarios. Estos están involucrados en entre un 45.67% y un 46.67% de las transacciones, casi la mitad.
(Fuente: José Penalva Zuasti @josepenalva)