Zacarías Coimeta, funcionario de tributos aduaneros, imbuido de su capacidad de observación y análisis, inquiría el inmenso espectro de la oscura expresión del firmamento ofrendado de estrellas, que exhibían su muestrario de luces cual luciérnagas noctámbulas, en la inmensidad etérea del espacio sideral cargado de galaxias.
Esa Galaxia 101.9, denominada Vía Láctea, preside la presencia subordinada de la tierra que ocupa un ínfimo e insignificante átomo de espacio, entre millones y millones de estrellas y planetas.
La Vía láctea tenía a las vacas lecheras definidas como las Holandas y las Jersey, como las New Jersey, con sus inmensas ubres, dispuestas a ser consumidas por sus Estados miembros. Todos querían su porción, ávidos de los intereses más diversos.
Zacarías era profeta que admiraba, con peculiar estirpe, ese Planetario de efectos simbólicos, cargados de señales especiales. Veía pasar por su telescopio gigante, a un variado número de estrellas fugaces, que ni lerdas ni perezosas, intentaban sacar ventajas de diverso calibre, unas sobre las otras. Y en ese asombroso mundo aparecían los cometas y las cometas, que brillaban con su gran diversidad de luces. Eso encandilaba a Zacarías, que presto se prendía de la cola, sin quedar pegado.
Aprendió a remontar cometas de todo tipo y calibre. La Halley era la predilecta de toda estación y surcaba por el espacio, brindando generosos tributos de homenaje, a sus bolsillos, que día tras día y en cada remontada, proveía de ingentes sumas del apreciado metal, que aumentaba el patrimonio personal, con cifras estas sí de carácter sideral.
Él feliz y orondo presumía muy ufano de sus hábiles manejos de la piola.
La cometa roncaba en el aire en los brazos de Morfeo. Una de ellas la “ Marimbondo”, porque tenía varias, cobraba una comisión por el espacio ocupado.
Zacarías a regañadientes, le pagaba religiosamente todos los domingos su alícuota, que la “Marimbondo” la denominaba “cuota parte”. Semana a semana, sumabanuevas exigencias y ni el abogado del diablo, podía contener su ascendente ambición. Es que la piola venía con dulce de leche y éste pica los dientes.
Zacarías comenzó a percatarse, del peligro que aumentaba, en proporción al tiempo que avanzaba de manera inexorable hacia un lugar desconocido.
Y todo lugar desconocido genera temor, incertidumbre, miedo paralizante de saberse descubierto por las autoridades competentes, a poco que la extorsión de “la Marimbondo”, lo dejara en arriesgada evidencia.
Para evitar dolores de cabeza, tomó una decisión drástica: bajar del aire a la cometa y llegar a un acuerdo transaccional para su despido de los aires atmosféricos. Esta postura ocasionó la debacle: la “Marimbondo”, se unió a la “Bomba” y ésta, especialista en atentados, hizo explotar por los aires a Zacarías, que a raíz de ello nunca más fue profeta en su tierra.
Hoy Zacarías Coimeta deambula en el espacio orbitando eternamente la tierra.