BRIG. GRAL. DON FRUCTUOSO RIVERA,

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el héroe más popular.

III.- EMANCIPACIÓN ORIENTAL (Continuación)

El haber vencido en esta batalla (“Batalla de Guayabos”), implicó para Rivera, su ascenso a Coronel y disponer de ahí en más, el mando de una División del Ejército Oriental. Además, acrecentó su fama dentro de la región y la confianza que en él depositaba el General José Artigas.

En estas circunstancias, Artigas logra expandir sus ideas federales a varias provincias del antiguo virreinato, creándose la Liga de los Pueblos Libres, denominada por varios historiadores como la Liga Federal, por el sistema político que preconizaba.

Dado el control que a partir de ese momento los Orientales obtuvieron sobre su Provincia, Artigas dispuso que cada Cabildo mantuviera sus funciones y potestades, asignando Comandantes Militares para asegurar las dos grandes ciudades amuralladas y a la vez puertos, que eran Montevideo y Colonia. Para la primera designó al Coronel Fernando Otorgués y la restante al Coronel Fructuoso Rivera.

Las circunstancias del momento y las características de las personas, hizo que el Coronel Otorgués no tuviera una buena gestión en la ex-capital del virreinato, por lo cual Artigas dispuso su relevo por Rivera, quedando Lavalleja, que revistaba a órdenes de Rivera, como Comandante Militar de Colonia.

Junto con Rivera, marchó a Montevideo como Delegado de Artigas, su secretario Miguel Barreiro. Ambos desempeñarán una muy buena labor, siendo destacada la corrección y sociabilidad demostrada por el Coronel Rivera, la que fue reconocida por el Cabildo y destacadas personas de la ciudad.

Parece que llegada la ansiada paz, el militar sin dejar de atender el servicio, ante la ausencia del peligro de la guerra, logra tener tiempo para otras cuestiones que importan en su vida, así es que en el año 1816 el Coronel don Fructuoso Rivera, contrae enlace con doña Bernardina Fragoso Laredo, con la cual mantendrá una extraordinaria unión, a pesar de las mil y una adversidades que se les presentarán, tanto en los avatares de la situación de la provincia, como en lo político y hasta en la economía personal. Tendrán la dicha de tener un hijo, al cual ofrecen como ahijado al General Artigas, quién con satisfacción agradece y se convierte en padrino de Juan José, este segundo nombre en honor al Prócer. Desgraciadamente, este niño fallece muy pronto, privando el destino a la joven pareja, de tener su propia descendencia, pero no de disfrutar de la crianza de niños, puesto que tanto Don Frutos como Doña Bernardina, encuentran la forma de tener siempre niños, aunque fuesen ajenos, a su cuidado en su casa.

Dando certificación al dicho de que “Detrás de un gran hombre, hay una gran mujer”, Bernardina Fragoso de Rivera sin duda se ganó su lugar en la Historia Nacional, no solo por ser la esposa del Gral. Rivera sino por sus acciones en su vida. Esto, ha ameritado que grandes escritores e historiadores, se hayan ocupado en estudiar y relatar los hechos históricos en los que tuvo primordial importancia. En estas páginas volveremos a tenerla presente, ya que fue muy importante durante toda la vida del General.

A partir del año 1815, se hacía necesario poner orden y reorganizar las actividades de la Provincia, por lo que desde “Purificación”, nombre que dio Artigas a su campamento al norte de Paysandú y que transformara en un villorrio, se comenzaron a dictar normas y reglamentos para fomentar la convivencia y desarrollo de la economía nacional. Así, fueron surgiendo el “Reglamento Provisorio de Derechos Aduaneros”, el “Reglamento para el Fomento de la campaña y la Seguridad de sus Hacendados”, y diferentes normas que debían ser cumplidas por todos los Cabildos establecidos, particularmente por el de Montevideo, que se había transformado en Cabildo Gobernante.

Esto, llevó a expresiones de beneplácito por una parte de la población y discrepancias por otra, particularmente entre estos últimos estaban los grandes terratenientes y comerciantes montevideanos. También hubo expresiones de descontento por la inseguridad que asolaba la campaña; terminada la guerra, aquellos gauchos que habían encontrado en ella, la forma de conjugar su habitual forma de vida matrera con su participación en las refriegas bélicas, volvieron a sus andadas, al igual que los indios, qué habiendo colaborado en las gestas patrias, ahora volvían a su vida salvaje y nómade, desconociendo las disposiciones y normas para las relaciones sociales de una comunidad.

Sumada a esta situación interna, la rivalidad con Buenos Aires y el temor del Directorio que la gobernaba, que el ejemplo oriental de autonomía se expandiera al resto de las provincias (como a la postre sucedió), llevó a los porteños y a destacados funcionarios montevideanos, a entrar en negociaciones con los portugueses y solicitar la intervención de estos en las Provincias Oriental y Entre Ríos, para combatir las ideas artiguistas que incluso podían afectar dominios lusitanos como Río Grande do Sul.

Así, aconteció en 1816 la invasión de Portugal a la Provincia Oriental y atendiendo al inicio de otra guerra, Artigas dispuso que Rivera volviera a ponerse al frente de su División de Ejército, incluso desafectando a Lavalleja de su cargo en Colonia, para que se reintegrara a las filas de Rivera.

Ya el enemigo que debieron enfrentar en esas épocas, no utilizaban las mismas tácticas que empleaban los españoles, a los que a pesar de la inferioridad en armamento que presentaban los orientales, en varias ocasiones vencieron. Los invasores en esta oportunidad, contaban con tropas de línea que habían actuado en las guerras de Europa contra Napoleón y lo habían vencido. Tácticas, armamentos, equipamientos e instrucción eran diferentes en estos nuevos enemigos, mientras que por el lado oriental se seguía combatiendo de la misma manera.

Evidentemente, el enfrentamiento con un poderoso ejército del norte y el asedio permanente de otras fuerzas por el sur, las porteñas, no vaticinaba un resultado favorable para el ejército de una provincia recién reordenándose y que venía de cuatro años de guerra. Tras, cuatro largos años más de combates contra todos sus enemigos, el caudillo oriental y su ejército, dejando “sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas”, al decir de Sir Winston Churchill, fueron vencidos por los invasores y sus adláteres bonaerenses.

Durante este lapso, muchos patriotas fueron cayendo, unos perdiendo sus vidas, otros su libertad. Así fueron tomados prisioneros por los portugueses: Juan Antonio Lavalleja y su hermano Manuel, Fernando Otorgués, Bernabé Rivera (sobrino de don Frutos), el Cacique Andresito Guacurarí, Manuel Francisco Artigas (hermano del héroe), Miguel Barreiro y muchos más. Pocos lograron mantenerse en combate, entre ellos Rivera, quién entre triunfos y derrotas, seguía acrecentando su fama de guerrero, destacándose por su astucia, movilidad, coraje y humanidad en los combates.

Así, se irán sucediendo combates como la “Batalla de India Muerta”, donde la superioridad numérica propició la victoria portuguesa, lo que no incidirá en la “Batalla y Retirada del Paso Cuello” en el que tras valiente desempeño se salvó a la población de Villa Guadalupe, la que pudo desaparecer ordenadamente en la campiña oriental mientras Rivera con 550 orientales demoraba una avanzada de 2.500 portugueses.

En la “Acción del Pintado Viejo”, que acontece a los pocos días de la batalla mencionada anteriormente, hará recapacitar al jefe del ejército portugués, el Barón de la Laguna General Carlos Federico Lecor, que en campo abierto no tenía más seguridad que el suelo que pisaba, por lo cual desiste de su intención de marchar con todo su ejército hasta la zona de Arerunguá para enfrentar a Artigas y decide volver a la protección de las murallas de Montevideo.

Rivera sigue en acción, hostigando a sus enemigos en toda oportunidad que se le presenta y así los vence en la “Batalla del Queguay Chico” y en un encuentro con fuerzas muy superiores realiza la hazaña que pasó a la historia como la “Retirada del Rabón”, habiendo salvado a orillas del arroyo homónimo, a todas sus fuerzas gracias a una ordenada retirada.

A causa de la permanente superioridad en efectivos y armamentos, Rivera será vencido en la “Batalla de Arroyo Grande”, pero logró que la mayor parte de sus tropas se mantuviesen en condiciones de combate, el entonces ya famoso “Regimiento de Dragones de la Unión”.

Ya en 1820, tras las derrotas de las fuerzas orientales en la “Batalla de Olimar Grande” y la “Batalla de Tacuarembó”, con el General José Artigas en Entre Ríos luchando contra los antiguos caudillos aliados Francisco “Pancho” Ramírez y Estanislao López, quedará, de lo que fue el ejército oriental, solo Rivera y sus tropas en nuestro territorio. En setiembre de ese mismo año, Artigas se retirará al Paraguay.

Se producirán negociaciones desde el Cabildo de Montevideo y desde los propios Jefes del Ejército portugués para hacer desistir a Rivera de continuar las acciones bélicas, lo que se consigue a través del “Acta de Tres Árboles”, lugar donde estaba acampado Rivera. Por este acuerdo, Rivera mantiene las tropas a sus órdenes sirviendo al imperio lusitano y se dedica al control interno del territorio, pasando a denominarse “Milicia Provincial”. También se establece que las autoridades de las fuerzas de ocupación respeten el reparto de tierras acorde al Reglamento de Tierras de Artigas y que no se castigara a quienes lucharon contra los invasores. Todo “por la Paz, la Concordia y la Tranquilidad”, expresa en su parte final el Acta.

Dentro de la Emancipación Oriental, llegamos al final de nuestra primera República y toca fin el “Período Artiguista” o “Revolución Artiguista”. Entre 1820 y 1825, el Brigadier General don Fructuoso Rivera, fue quien mantuvo una fuerza armada oriental en nuestro territorio, transformado en Provincia Cisplatina, perteneciente al Imperio del Brasil. Este accionar, lo convierte en el principal referente de la Provincia, como lo fuera el General Artigas en la década anterior.

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