Un testigo de la revolución industrial en Sudamérica
El Frigorífico Anglo, que hoy funciona como Museo de la Revolución Industrial, constituye un ejemplo excepcional de la evolución de la estructura social y económica de los siglos XIX y XX en Uruguay y la región, resultante de la integración y del aporte cultural de inmigrantes de más de 60 nacionalidades que llegaron a trabajar allí. El lugar, inclusive fue conocido como “la cocina del mundo”, por su valor estratégico en las guerras mundiales. Particularmente en la segunda, en donde el Corned Beef Fray Bentos del frigorífico Anglo alcanzó fama mundial.
En el Frigorífico Anglo llegaron a trabajar 4.500 personas de 60 nacionalidades. Su capacidad de almacenamiento alcanzó las 18.500 toneladas, lo que constituyó todo un récord para la época. En su mejor época, llegaron a faenarse diariamente 1600 vacunos y hasta 6000 ovinos. En sus 116 años de actividad dio trabajo a unas 36.000 personas.
En torno al establecimiento, se construyeron viviendas para los trabajadores, escuelas, e incluso consulados inglés y alemán. El conjunto edilicio sigue casi intacto, de ahí su reconocimiento por parte de la UNESCO.
Museo de la Revolución Industrial
Presentación
Museo dependiente de la Intendencia de Río Negro que recoge la historia y las memorias del ex saladero Liebig (1863) y el Frigorífico Anglo del Uruguay, que se mantuvo en funcionamiento hasta 1979. Se trata de un sitio de referencia ineludible de la historia e identidad local, que cuenta con un patrimonio industrial de relevancia internacional.
El edificio cuenta con distintos espacios expositivos. En la planta baja, puede apreciarse una exhibición de la historia del complejo productivo (con objetos, documentos, utensilios, entre otros) y una sala de máquinas original. Mientras que, en la planta alta, se conserva intacto el espacio administrativo del frigorífico, con su mobiliario originario.
El museo trabaja intensamente en distintas áreas como la investigación, la documentación y la educación.
En julio de 2015 fue declarado por UNESCO, dentro del contexto del Paisaje Cultural e Industrial Fray Bentos, como Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Imágenes y relatos de trabajadoras del Frigorífico Anglo de Fray Bentos
El frigorífico ANGLO del Uruguay, de capitales mayoritariamente británicos, ubicado al oeste de Uruguay en la ciudad de Fray Bentos, constituyó una marca emblema del proceso de modernización e industrialización del país en las primeras décadas del siglo XX. Al mismo tiempo, esta empresa fue referencia a nivel internacional en tanto fuente proveedora de carne (y derivados) para Europa, Estados Unidos, Oceanía y en algunos países africanos desde fines de 1800 hasta 1971; jugando un papel preponderante en el abastecimiento alimenticio del continente europeo antes y durante la Segunda Guerra Mundial.
Este espacio alcanzó a emplear a más de 3500 trabajadores y a producir una centena de diferentes conservas. La población obrera mayoritaria fue masculina de origen inmigrante, registrándose más de 40 nacionalidades. No obstante, el componente femenino extranjero también estuvo presente, incrementándose a partir de la década de 1930. Jóvenes veinteañeras, que se desempeñaron en distintas secciones, pero cuyo aporte cuantitativo y cualitativo se registró generalmente en las Latas-Conservas y Curtiembres, donde múltiples tareas fueron exclusivamente femeninas.
El siguiente relato pertenece a una inmigrante italiana, representativo de las vivencias en torno al trabajo, las normas sociales y la vida en la fábrica.
Carmela Martelli de Gadea arribó en 1934 al puerto de Montevideo. Al día siguiente se trasladó a Fray Bentos, donde trabajaban su hermano mayor y su padre. Éste, había enviado a buscar a la niña, a su madre y a su hermano. Cursó estudios hasta 5º grado en diferentes escuelas cercanas al frigorífico, pero no pudo concluir la enseñanza primaria, pues concurrir a 6to grado implicaba su traslado diario al centro de Fray Bentos, costo que ni su padre ni su madre podían asumir. Cuando tenía 12 años, el ANGLO abrió una convocatoria para el trabajo de menores.
Parada con su amiga Gloria al frente de la fila, luego de revisar el permiso de sus padres, eligieron emplearla. Hasta el día de hoy recuerda ese primer día. «Llegamos derecho siguiendo el camino de la baranda, hasta topar con un edificio. Era la sección ‘la pintada’. Así se llamaba la sección donde colocaban las etiquetas a las latas de Corned Beef. Estaba al inicio de un enorme depósito de 4 pisos, de latas de Corned Beef prontas para enviar al muelle de embarque, para la exportación.
«En su primer trabajo, mojaba las etiquetas con engrudo y las pegaba a las latas, teniendo la precaución de levantar las pestañas que permitían abrirlas. Miles y miles de productos se etiquetaban durante el día, en turnos de 8 horas, de 07 hs a 17 hs. Según su testimonio, ella trabajó 19 años en el frigorífico hasta que su marido, también obrero del Anglo, le pidió que se dedicara a la crianza de los niños.
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