Estamos a punto de hacer una estupidez. Por Nicolás Quintana

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Cuando hablé con el editor de ConTexto, además de abrirme las puertas con una gentileza y generosidad muy especial, me dejó en claro que el estilo del portal determina que el lenguaje de las columnas de opinión no sea “soez”. La aclaración que me realizó con todo respeto y elegancia debe haber sido por algún disparate que dije en mis transmisiones en vivo, habitualmente enojado ante la realidad de un Uruguay cada vez más desconocido. Le pido al editor que no se asuste, que no me estoy desviando con el título de esta nota. Hablo de “estupidez” como algo propio del estúpido y de “estúpido”, como algo necio y falto de inteligencia, según la RAE. Y créanme, en eso estamos con la reforma de la seguridad social.

Si el Frente Amplio tuviera la capacidad de controlar la agenda del gobierno por un día, con el objetivo de destruirlo de cara a las elecciones del 2024, no podría hacernos más daño del que nosotros mismos nos hacemos voluntariamente. Lo de esta reforma impactará más en nuestras chances electorales que el caso Astesiano, del que ya en los pasillos del poder se habla como el golpe definitivo a la imagen del Presidente Lacalle Pou, más allá de lo que digan las encuestas contratadas por la Torre Ejecutiva.

Ante esta realidad que rompe los ojos, el único argumento que nos presenta el Partido Nacional es el de una reforma necesaria. Dicen que de no hacerse cambios urgentes, el sistema avanza a la quiebra total, y con eso todos los jubilados y pensionistas se quedarían sin asistencia. Vale decir, el argumento es el de la necesidad.

Tal vez yo esté muy equivocado, pero para que se configure una necesidad, además del imperativo de la realidad, debe haber un deseo del necesitado. No alcanza entonces con mostrar los deprimidos balances de la seguridad social uruguaya, hace falta también mostrar una sociedad y un sistema político alineado detrás de los grandes parámetros de la reforma. Bueno, eso no existe. La sociedad uruguaya le da la espalda a la reforma, y el Frente Amplio especula con esa realidad oponiéndose a la misma.

La postura del Frente Amplio demuestra deslealtad, falta de jerarquía y una irresponsabilidad increíble. Pregunto: ¿A quién le sorprende estas cualidades de la izquierda sorista y globalista del Uruguay?. Es lo más previsible que pueda existir. ¿Y nosotros vamos a ser tan estúpidos como para darles el revolver cargado con el que nos van a pegar un tiro en 2024?

No existe nada más fácil (y más justo) en el mundo que exigir, para llevar adelante esta reforma, el apoyo de todos los Partidos Políticos. Algo bien simple, y que si no se logra, debería hacer que la reforma espere lo que tenga que esperar. Es inadmisible que el Partido Nacional lleve a toda la coalición a asumir los costos políticos de una reforma de la seguridad social, mientras le permite al Frente Amplio escaparse del tema sin costos políticos y disfrutando de las cuentas balanceadas del BPS cuando gane el gobierno.

Esto alimenta la especulación de quienes están convencidos (y me incluyo dentro de los que piensan de esta manera) de que existe un acuerdo de transición en el gobierno por parte del Partido Nacional y el Frente Amplio. Que existe el deseo de parte de los que realmente llevan la sartén por el mango de entregarle el gobierno a la izquierda en 2024 para que en 2029 reaparezca Lacalle Pou como el salvador de la Patria a liberarnos de la amenaza frenteamplista, inhabilitado de hacerlo antes porque la Constitución no permite la reelección.

¿Será por eso que no aparecen las auditorías permitidas? Tal vez esto explique que todavía sigan miles de cargos de confianza de la época del Frente Amplio, como si el gobierno no hubiera cambiado. ¿Será que elegimos a un conjunto de estúpidos como gobernantes, o son ellos los que nos toman a nosotros como estúpidos?

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