IEMANJÁ, LA OPORTUNIDAD DE VER MÁS ALLÁ DE LOS TABÚES. Por Marcelo Martín Olivera

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A ningún uruguayo se le pasa la fecha de Iemanjá, sea o no seguidor de Umbanda. En torno a la imagen de la divinidad yoruba se tejieron historias y tabúes que van oscilando entre los extremos, desde la madre bondadosa y defensora de sus hijos, a la posible responsable de una ruptura matrimonial por aquello de que puede llevarse aguas adentro del mar al marido. Lo cierto es que meterse a investigar en el mundo de las deidades yorubas, orixas u orichas, es entrar en un mundo fascinante, lleno de símbolos y con una riqueza en valores que se transmiten de generación en generación mediante leyendas, patakíes, que dejan profundas enseñanzas.

Los orixás son representaciones de las distintas fuerzas de la naturaleza y de las pasiones terrenales. A pesar de ser omnipresentes están lejos de la perfección, muchos patakíes nos dan cuenta de eso, según la religión yoruba los hombres se desenvuelven en este universo de energías cruzadas y aprenden de las mismas. Se dice que cada persona es elegida por un orixá para guiarlo en vida y por esto comparten ciertas características con sus hijos o elegidos.

Por intermedio de la esclavitud la creencia yoruba llega a nuestras tierras mediante los puertos de Bahía en Brasil y de Cuba en centroamérica, en estos lugares se desarrollan dos grandes tipos de santería o corrientes de fe, de esas corrientes nacen diferencias en el sincretismo religioso.

Olvidarnos de la esclavitud y su impacto en América hace que sea más difícil meterse en este mundo cargado de símbolos y valores, dejando lugar a tabúes y falsas creencias. Los esclavos se vieron obligados a aceptar la fé católica y buscaron en los santos católicos (de ahí la palabra santería) elementos similares a sus divinidades, los conquistadores creyeron que los habían doblegado pero ellos fueron más inteligentes escondiendo sus creencias a plena luz del día.

Este sincretismo religioso permite que Oxum, señora de las aguas dulces y la miel, encuentre su par en Nuestra Señora de la caridad del cobre en Cuba, Oggum, señor de la guerra y las armas, tiene su par en San Jorge, Oia/Oya, señora de las tempestades y los amores torridos, tiene su par en Santa Bárbara y así sucesivamente con todo el panteón yoruba.

Yemayá, Iemanjá, Donha Janaína o Lemanjá, encarna la figura de la protectora de los navegantes, la guardiana del hogar, la divinidad de la fertilidad o la madre de los peces. Sus leyendas hablan de su heroísmo para salvar a la humanidad y de su amor tan inmenso que le permite criar a otros orixas sin importar si salieron de su matriz. Tal es el caso de Omulú, señor de las pestes y de la misericordia, nacido de Naná, la primera cónyuge de su esposo Oxala. Omulú es el hijo rechazado por su madre biológica debido a las pústulas que cubrían su cuerpo y por eso fue abandonado en un pantano, Iemanjá en su infinita misericordia lo cría y le enseña la importancia del perdón. Con el correr del tiempo el mismo Omulú se hace cargo de cuidar y proteger a su madre biológica demostrando la importancia de la clemencia.

Así y todo la historia más conocida de Iemanjá nos habla de un viaje en el cual baja a la tierra y se enamora de un simple mortal. Es con este hombre que contrae matrimonio pero le pide que sea respetada para mantener el enlace, el mortal falla tres veces a su promesa (la primera le es infiel, la segunda la golpea y la tercera la ofende haciendo comentarios sobre su cuerpo). Herida Iemanjá huye al mar, hasta ese entonces el océano tenía agua dulce, pero ella llora tanto que sus lágrimas le dan el sabor actual.

En esa historia vemos claramente que el pueblo yoruba manejaba conceptos de respeto a los votos matrimoniales, rechazo a la violencia (física o psicológica) hacia la mujer, muchos años antes las sociedades «civilizadas» que encadenaron y usaron a otras personas como moneda de cambio.

Umbanda se basa en una cadena de tradiciones y engloba un universo de símbolos que adquieren distintos significados dependiendo del lector, pero cada lectura es personal y no forma un dogma universal. El caso de Iemanjá es un portal para poder acceder, con respeto, a este mundo fascinante cargado de historias y leyendas detrás de cada ofrenda dejada en las playas.

Justamente en estos últimos años la comunidad Umbanda ha tomado conciencia de su impacto en la ecológica y es cada vez más común dejar ofrendas orgánicas en el mar descartando el uso de plásticos o similares en las mismas. Otro claro ejemplo de toma de conciencia fue en los años más duros de la pandemia de COVID-19, en 2021 y 2022 muchos templos rindieron un tributo limitado en las playas y pidieron alimentos a fin de donarlos a los más necesitados en nombre de Iemanja. Muchas de estas donaciones eran de miembros de los templos o de sus asistentes habituales. Otros tantos centros de religión se convirtieron en puntos de apoyo a la comunidad al compartir alimentos con sus vecinos o juguetes con los más pequeños, otros tantos ya lo eran desde tiempo antes de la pandemia.

Conocer más de sus símbolos nos hará comprender que Umbanda es mucho más que gallinas y pororó en las calles, tal cual aparece en el imaginario colectivo.

Sea por rituales, por simbología o por asistencia a la comunidad Umbanda es mucho más que los tabúes que se tejen alrededor. Algunas veces no hay mejor defensa que la neutralidad, es por eso que algunos de estos preconceptos son mantenidos en pie por sus miembros para evitar que las miradas irrespetuosas o las pasiones egoístas ensucien la religión.

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