LIBERTAD DE EJERCICIO DE MERCADO. Por Joise Morillo

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En un momento dado realicé un trabajo acerca del salario, en éste, especulé una forma probable donde el dueño de la sal realiza operaciones que contenían la semántica de mercadeo, explico: El individuo humano en conjunto con otros de su misma especie, digamos, colectivamente, en su momento histórico decide estabilizar su cotidianidad asentándose en las riberas de los ríos, por dos razones de equilibrio ecológico, el acceso al agua, la caza de especies depredables y, por supuesto, la fertilidad de la tierra para el cultivo.
Ante este panorama se debe considerar que cada miembro de este colectivo -llámese comunidad- tiene el más elemental del derecho, aparte de la libertad que es inmanente, conservar su vida, por ello es indispensable alimentarse y disfrutar un lugar seguro donde subsistir.
Ese lugar podría ser obtenido por preferencia o necesidad en la orilla o aledaño a los ríos, o también alejado de la orilla de un río, aunque tenga acceso a este no muy remoto, y cerca a orillas de estuarios y deltas y/o de costas marítimas. Desde épocas remotas de la historia ya se tenía el conocimiento que, los nutrientes proteínicos derivados de carnes son de mayor calidad. Las características de la carne ofrecen un deterioro en un proceso de descomposición inminente, si no se aplica un proceso conservativo. Pues bien, cuando la civilización era precaria el único elemento aparte del hielo en las cumbres montañosas, era la sal. He aquí que, por lógica, quien debió haber descubierto el proceso de salación para conservar las carnes fue quien escogió o poseía acceso a esa sal en su topo costanero, que disfrutaba como propiedad. Este manejo fue su peculio y lo compartía con quien ayudaba en el proceso de acumulación, de lo cual una parte mayoritaria le correspondía por pertenencia o propiedad, que sin lugar a duda debía defender. De la explotación de este rubro se deriva el salario.
Poniendo la propiedad de la sal como inversión y la fuerza del trabajo propia y de otros -mano de obra- con sus variantes más complejas, se inicia el desarrollo del capitalismo. Por ende, el mercadeo mediante el trueque. La violencia en tales épocas, salvo la aplicación a mantener el derecho a la propiedad, no tenía causa ni consecuencia, excepto la codicia. Quien trabajaba más obtenía más sal. Por tanto, podía conservar más carne de diferentes especies, elemento este -la carne- que obtenía por diferentes medios y modos. El patrón sedentario para la obtención de recursos alimentarios, en ese momento histórico- lo constituye la cooperación, colaborar -la mano vuelta- en términos populares, quien desarrollaba la cría de ganados o aves trata con quienes cultivan la tierra y cosechan sus frutos. El estilo de comercio aparte de la colaboración con esperanza de emolumentos es el trueque. Sin embargo, quien no tenía la habilidad o voluntad de ingenio para satisfacer mediante un proceso productivo autónomo sus necesidades básicas para subsistir y mantener una familia; acude a quienes sí lo tienen, brindando su único aporte, la mano, el esfuerzo de trabajo cuyo objetivo es obtener de quienes invierten con inteligencia (mente y mano), el alimento. Luego de obtener el alimento trata de igual modo con quien posee la sal.

He ahí, con esta sencilla explicación como deriva el proceso productivo en función de la acumulación de riquezas. Quien poseía un medio necesario para asegurar la subsistencia tenía más oportunidad de acumular bienes de consumo. Por ende, riquezas y, la sal como elemento necesario para la conservación del rubro proteico carne era una fuente de riqueza segura. En otras palabras, era una versión de: la mano invisible que enriquece a las naciones, según Adam Smith. Sin embargo, esta riqueza no se hace sola, debe haber un elemento eficiente que haga efectiva la acumulación de riquezas, Y ¿Cuál es ese elemento necesario que tiene la impronta de transformar tal mercancía en riqueza? Este es nada más ni menos que la administración de la economía.
Adam Smith (Kirkcaldy, 5 /06/1723-Edimburgo, 17/07/1790) Pensador escoces, sesgado a la filosofía de la moral y de la sociología antes que a la economía. Empero, sus trabajos, principalmente postulados en “La riqueza de las naciones” le otorgaron el título de economista. Su campo de estudios era la filosofía sesgada a la ética, en la cual como tópico particular figuraba la economía.
En su obra maestra “La Riqueza de las Naciones”, Smith separó definitivamente la economía del restrictivo marco de referencia mercantilista que negaba los beneficios del libre comercio entre las naciones, e hizo de ella el estudio del orden social espontáneo (no-intencionado) -similar “de algún” modo al espíritu fisiócrata de Mises- que surge de los intercambios voluntarios entre individuos que producen “beneficios” para todas las partes involucradas (El colectivo), sean domésticas o extranjeras.
Su filosofía de la moral analiza las conductas humanas, en las cuales el egoísmo -para el- no parece desempeñar un papel determinante. Sin embargo, sí determina que la primera tendencia del ser humano es la del amor hacia sí mismo. De ahí que el individuo se vea obligado amputar su egoísmo, para que su vida en comunidad no se convierta en una guerra de el contra todos. Por ende, de todos contra todos.
Para Smith, la naturaleza humana actúa para avanzar fines o causas finales que no necesariamente son conocidos por los sujetos, que se guían por las causas eficientes. Como cosa eficiente, la ciencia económica era más que la teoría de precios, producción y distribución, moneda y banca, finanzas públicas, comercio internacional, y crecimiento económico, campos considerados como especialidades en sí mismos. O sea, semántica de mercadeo.
En su obra, la tesis central -clave del bienestar social- está en el crecimiento económico, que se potencia a través de la división del trabajo y la “libre competencia”. Según esta tesis, la división del trabajo, a su vez, se profundiza a medida que se amplía la extensión de los mercados y por ende la especialización. Adam Smith considera la libre competencia como el medio más idóneo de la economía, afirmando que las contradicciones de las leyes del mercado serían corregidas, por lo que él denominó la «mano invisible» del sistema.
En conclusión, la iniciativa individual y la libre competencia en la economía de mercado son el “anima mater” de la economía. En este sentido, el interés propio de cada individuo conduce al bienestar general.  Al respecto, Smith afirmaba que:
“el hombre necesita casi constantemente la ayuda de sus semejantes, y es inútil pensar que lo atenderían solamente por benevolencia (…) No es la benevolencia del carnicero o del panadero la que los lleva a procurarnos nuestra comida, sino el cuidado que prestan a sus intereses” O sea, esto va en paralelo a la adaptación del individuo a los cambios de Spencer y más allá de la sobrevivencia del más apto de Darwin, considerando amputar el egoísmo y crear empatía entre quienes conforman el aparato productivo de las naciones, sin dudas un ejemplo moral. Para él es claro que en un sistema económico el interés personal no es la única motivación, ya que si así fuera, toda negociación resultaría imposible. Smith pretendía transmitir que, el interés propio de cada persona en la consecución y satisfacción de sus necesidades, en un sistema económico libre acabaría favoreciendo al resto de personas también.
El ser humano puede comprender el interés de su compañero y llegar a un intercambio mutuamente beneficioso. La empatía con el egoísmo del otro (donde acentúa la siguiente frase: “dame lo que necesito y tendrás lo que deseas”, y reconocer sus necesidades es la mejor forma de satisfacer las necesidades propias. El pensador y economista escocés subraya que la mayor parte de estas necesidades humanas se satisfacen por intercambio y por compra.
Para el pensador la “propensión a intercambiar” exclusiva de la inteligencia “humana” se convierte en motor de desarrollo, porque permite la suficiente creación de riqueza y generación y acumulación de capital para poner en práctica la división del trabajo. Debido por tanto a la empatía y la división del trabajo se potencia el crecimiento económico, clave del bienestar social.
La mercancía para Karl Marx (Prusia, 05/05/1818-Londres, 14/03/1883, Filosofo, economista, historiador), es un objeto que debe tener utilidad, debe ser una cosa que satisfaga alguna necesidad humana por lo cual adquiere un valor de uso que se entrega por quien lo produce a otro que lo necesita y que le es útil a cambio de otro objeto. En la transacción de intercambio de mercancía de diferente especie se establece su valor de cambio. Para él, el valor de uso y el de cambio son totalmente diferentes en cualidades. Su única similitud es que es producto del trabajo. En la mercancía el que la fábrica con el esfuerzo del trabajo está gastando, habilidad, energía y tiempo. Esto no altera el objeto de la mercancía en sí. Sin embargo, mientras más se produce el objeto menos vale como mercancía y viceversa.
Ya antes Adam Smith y David Ricardo, daban por sentadas sendas apreciaciones sobre el esfuerzo del trabajo. Marx les da un vuelco a estas teorías con un resultado que corresponde a su hipótesis sobre la producción de la plusvalía absoluta donde la presencia del hombre en el aparato productivo contempla un ejemplo –drástico- de mercancía. Por ende, si la esencia para los clásicos es que el precio de una mercancía en términos de trabajo necesario para adquirirlo personifica el concepto de cuanto trabajo es requerido para la obtención de un bien y como una herramienta, por ejemplo, puede facilitar su adquisición, para Marx es una mercancía que se compra por su valor de uso cuyo valor de cambio, en sí, es descartado.
En su postulado de valor absoluto de la plusvalía describe las técnicas de la que los empresarios se valían para acrecentar el beneficio obtenido de los obreros. Para obtener ganancias por medio de la prolongación de la jornada de trabajo. El procedimiento de la plusvalía absoluta consiguió su máxima expansión en la época prístina del capitalismo, cuando aún preponderaba en las empresas el trabajo manual. Para nuestros tiempos ese procedimiento quedo obsoleto considerando la masificación de la tecnología y la robótica.
La hipótesis de la división del trabajo para el renano se reduce a, cito: “un trabajar de unos para otros, las obras privadas de los hombres revisten, por esa sola razón; un carácter social, pero estas obras tienen también un carácter social por su semejanza como trabajo humano en general. Esta semejanza no aparece más que en el cambio, es decir, es una relación social que la coloca frente a frente bajo una base de equivalencia, no obstante, su equivalencia natural. (Marx, K.,1867-1883) Doble aspecto del trabajo, Das Kapital).
Para Marx, la sustancia del valor es el trabajo, y su medida, la duración de este, pues el valor de uso se obtiene por la satisfacción del individuo con la obtención de la cosa. La cosa puede tener valor de uso sin tener valor alguno. Pero para hacerla llegar al consumidor se necesita un esfuerzo, ese esfuerzo se convierte en valor. Las cosas que son útiles sin ser mercancía son el producto de un esfuerzo particular sin intenciones de mercadeo sino para satisfacer las necesidades propias de quien la produce. El valor de la cosa deriva de su utilidad. Marx define que el valor del trabajo humano se considera tomando en cuenta el trabajo simple, sea, el gasto de la simple fuerza, que todo trabajador sin educación especial posee en su organismo, que cambia o varía en función de la sociedad y la época donde se realiza el trabajo.
Esto define al hombre y su trabajo no como ente productivo o sino como mercancía que se compra y se convierte en valor de uso, la producción que este genera es la mercancía que tiene valor de cambio al venderse.
La diferencia entre el costo de producción -incluyendo la materia prima y el esfuerzo humano- y el precio de venta define la Plusvalía.
O sea, comprar barato y vender caro.
Marx trata de simplificar la intención de mercadeo en dos movimientos:
1) Producir una mercancía con valor de uso para cubrir una necesidad.
2) Se determina la intención de cambio y termina de la misma forma que se empieza; dinero – mercancía- dinero.
La diferencia es el cambio de valor que es de menor a mayor, la cual produce la plusvalía, que es el principio del capital.
Para la semántica de mercadeo de Ludwig von Mises (Austria-Hungría, 29/09/18- USA, 10/10/197, Economista, filosofo, escritor, historiador), las hipótesis que se realizan sobre la acción humana llevan vinculados factores como el valor de la operación, la riqueza, los términos de intercambio, precios, costes aunados a una valoración subjetiva ligada a la escala valorativa del sujeto, importancia relativa, escasez, etc. De este modo puede extraerse una acción humana que corresponda de forma racional a la maximización del sujeto de su “bienestar individual”. En derivación, las relaciones de intercambio —acción humana— representan un tramo que define el comportamiento del individuo. Similar a la semántica de las disciplinas de las ciencias sociales, a la sociología, pero sin el carácter historicista que Mises le atribuye a esta última.
En este sentido, se podría precisar que la acción de mercadeo como componente social en función a la sobrevivencia e instinto de conservación, es una característica inmanente a la naturaleza humana ligada al espíritu del bien colectivo en base a una fuente de iniciativa individual (Fisiocracia o gobierno de la naturaleza). En otras palabras, ligada al genio individual en función colectiva. En su obra “El socialismo 1922) determina que el sistema comunista no podía ser eficiente ya que le faltaba el mecanismo de precios que hacía que la distribución de los recursos fuera la adecuada, como sucedía en el sistema capitalista.
A principios del siglo XX Mises luchó con éxito contra la inflación promoviendo reformas monetarias y financieras en Austria (1922). Sin embargo, no pudo impedir al gobierno el constante aumento de la reglamentación estatal, donde observaba, la dilapidación a la hacienda pública que estas causaban. Contra esto postula la teoría de que el intervencionismo estatal era totalmente contraproducente a la economía de las naciones. Excluyó como soluciones tercerizadas y el tráfico de influencias y defendió el laissez-faire – completa libertad en la economía: libre mercado, libre manufactura, bajos o nulos impuestos, libre mercado laboral y mínima intervención de los gobiernos- como único remedio. En 1927, publicó su política filosófica utilitaria “El liberalismo”.
Las teorías de Smith y Mises, como pueden observar, conservan el espíritu del intercambio comercial como propio de la naturaleza humana, describiendo una empatía filantrópica, donde afirman que el individuo al conocer, tolerar y cooperar en la solución de las necesidades de otros ayuda a resolver las propias necesidades.
Marx considera esta observación de los clásicos como una apariencia de la naturaleza y, le determina como un fenómeno social, el pensador no toma en consideración la voluntad genuina del hombre para trabajar.
Mientras Smith y Mises abarcan la psicología con un análisis de la conducta humana en función del trabajo con la musa de François Quesnay (Francia 1694-1774), la fisiocracia, que define la existencia de una ley natural por la cual el buen funcionamiento del sistema económico estaría asegurado sin la intervención del Estado. Su doctrina queda resumida en la expresión “laissez faire”. Marx propone en su discurso de introducción un intervencionismo totalitarista con diez puntos relevantes para el manejo de la economía protagonizada por un sistema político solapado que denomina “la dictadura del proletariado.
Irónicamente, Marx en su postulado de la producción de valores de uso y producción de plusvalía en el punto numero dos (2) del trabajo en general y sus elementos, plantea: “El objeto Universal de trabajo que existe independientemente del hombre es la Tierra. Todas las cosas cuyo trabajo se limita en romper la unión inmediata con la Tierra, por ejemplo, la madera cortada en la selva virgen, el mineral extraído de su vena, son objeto del trabajo por la gracia de la Naturaleza (…) Toda materia prima es objeto de trabajo; pero todo objeto de trabajo no es primera Materia: sólo llega a serlo después de haber sufrido una modificación cualquiera efectuada por el trabajo”
Para el pensador, la actividad del hombre efectúa, con la ayuda de los medios de trabajo, una modificación voluntaria como objeto de trabajo.
En este sentido, Albert Einstein afirma: “hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad”.
El alter ego de Mises en Latinoamérica es el político Javier Milei (El Pelucas, Buenos Aires, 22 de octubre de 1970)), quien afirma que la intención política del marxismo de los siglos XX y XXI se caracteriza por la corrupción de sus protagonistas, los cuales sufre una enfermedad terrible. Una enfermedad del alma que les ha deteriorado su concepción de los valores elementales de la conducta humana.
De esto último se puede decir que la ética del socialismo, comunismo o globalismo perdió totalmente cualquier posible comunión con la moral.

Joise Morillo
[email protected]
Venezuela – USA

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