La educación pública en Uruguay es objeto de constantes análisis y debates desde tiempos inmemoriales. En estos días fueron presentados los indicadores del 2022 y muestran mejoras en cuanto a la promoción de los estudiantes, pero deberían existir preocupaciones sobre la flexibilidad en las reglas de pasaje de grado y los niveles de alfabetización funcional.
Según los datos presentados en el informe de 2022, se observa una tendencia ascendente en la promoción del ciclo básico de secundaria. El porcentaje de estudiantes que pasan de grado ha aumentado del 80,7% en 2019 al 87% en 2022. En el caso de la educación técnica, también se ha observado un aumento en la promoción en el ciclo básico. El porcentaje de estudiantes que pasan de grado en este subsistema ha pasado del 64,8% en 2018 al 78,5% en 2022. Estos números reflejan un avance significativo.
Las cifras son alentadoras y reflejan los (supuestos) esfuerzos realizados para mejorar el rendimiento académico de los estudiantes.
Es irresponsable asignar estos resultados a la promocionada Reforma educativa, la misma requiere tiempo y esfuerzo sostenido para lograr cambios significativos en el sistema educativo, no se consiguen resultados de un año al otro. Por esto mismo es importante destacar que las reglas de pasaje de grado se han vuelto más flexibles en comparación con años anteriores. Justamente esto plantea interrogantes sobre la preparación real de los estudiantes.
Todo esto nos lleva a una incómoda y lógica pregunta: ¿Se bajan las exigencias para el pasaje de grado y suben las estadísticas? Es algo así como bajar la vara para que pase mas gente por encima, solo hay un “detalle menor”, esa vara se llama cultura general.
Lo otro curioso es que a pesar de estos números existen injustas calificaciones al cuerpo docente, sigue en el imaginario colectivo que somos los principales contribuyentes con la decadencia del sistema educativo.
El imaginario colectivo, y sus promotores, se olvidan que los responsables de la toma de decisiones y la planificación educativa también tienen su cuota de responsabilidad en la situación actual. Son ellos quienes flexibilizan los criterios de aprobación y la exigencia de los cursos. Para las autoridades es sencillo decir “los profesores”, “los paros”, “los sindicatos”. Pero no dicen nada de la modificación de estos criterios y su impacto en el nivel de cultura general en el alumnado.
Para ponerles un ejemplo, no es novedad para nadie que muchos de nuestros jóvenes saben leer, pero no comprenden un texto. Eso es el analfabetismo funcional. La falta de comprensión lectora dificulta la participación adecuada en la sociedad. Sin la capacidad de comprender el sentido de lo que se lee y de integrar ese conocimiento con la experiencia previa, resulta difícil progresar en la vida.
En mi caso soy un futuro docente de Derecho (Formación para la ciudadanía, que le dicen ahora) y la semana pasada fue mi última clase en la primera práctica docente. En lo personal me preocupa la comprensión lectora, algo esencial para participar de manera informada en los procesos democráticos. Eso debería importarle el sistema político, no solo los números y las estadísticas.
Muchos jóvenes no pueden analizar las propuestas de los candidatos o comprender su trayectoria política lo que tiene graves consecuencias para todo el país si vamos a los números en masa. Además, la falta de comprensión lectora dificulta el conocimiento y la defensa de los derechos, y el reconocimiento de las obligaciones de cada individuo. En una época de tantos “derechos adquiridos” lleva que algunos estudiantes, impulsados por discursos populistas, salgan muy sueltos de cuerpo a decir disparates como “la LUC no me representa”.
El resultado para ambos lados de la disputa electoral es el mismo, un ejército de ignorantes.
Pero por encima de lo electoral, yendo al plano global de la vida. En la era de la información, cada vez más empleos requieren habilidades sólidas de comprensión lectora. Aquellos empleos que no las requieren generalmente se encuentran en sectores históricamente mal remunerados. Por lo tanto, mejorar la comprensión lectora de los estudiantes es crucial para su futuro y el desarrollo del país.
Centrarse únicamente en promocionar una reforma educativa con fines electorales es irrespetuoso hacia los docentes y una estafa para los estudiantes. La educación pública no debe ser utilizada como un trofeo electoral, sino como una prioridad para el desarrollo de la sociedad.
Si bien los números de promoción han mejorado, es necesario evaluar la calidad y los contenidos de la educación que se imparte. Una verdadera reforma debe tener en cuenta la calidad de la enseñanza, la formación docente, la infraestructura escolar y la participación de todos los actores involucrados en el sistema educativo. Solo así se podrá construir un sistema educativo sólido que prepare a los jóvenes para enfrentar los desafíos del siglo XXI.