OCCIDENTE NO ESTÁ EN PELIGRO…(I) Por Nelson Jorge Mosco Castellano

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«Tanto el sistema político argentino, como el internacional, o incluso el análisis

periodístico, no comprenden el fenómeno de Javier Milei, el libertario. No encaja

en ninguno de los viejos paradigmas acuñados durante un centenario de

socialismo aplicado, tanto explícita como implícitamente, que ha construido una

cultura del “benéfico” estatismo, corrompiendo todos los valores que conformaron

Occidente.

Milei no tiene precio, no se somete a chantaje, ni degrada la negociación política.

Es realmente un outsider, un rara avis simplemente liberal en un Occidente

corporativo. Milei está comprometido únicamente con lo que asume como su

trabajo: el interés del país. Busca volver a los valores de la época en que Argentina

era considerada primer mundo. Choca de frente, y violentamente, con aquellos

que usan el poder para enriquecerse y sostenerse políticamente con recursos

robados al sector privado productivo. Una pandemia que se extiende por

Occidente: corrupción de arriba abajo, del primero al último. La pérdida total del

respeto por sus representados. Vale todo; desde arriba se fomenta para desalentar

a cualquier no iniciado. Fidelizar a otros corruptos garantiza impunidad. Hay

carpetazos desde los sótanos del poder que frenan cualquier intento de denuncia.

La globalización de la corrupción, ad maius ad minus, destruye la confianza, los

recursos, la inversión sana, el trabajo y amplifica la pobreza. Un espiral depresivo

del crecimiento económico, sacrificado en el altar de una repartija de prebendas a

izquierda y derecha, que acomodan el cuerpo a la venalidad conservadora de su

espacio especulativo, mientras fingen sensibilidad social. Todos disfrutando de la

sinecura, prebenda, canonjía, ganga, chollo, beneficio espurio, ventajita, bicoca,

momio, viviendo de lo ajeno impunemente y sin límite alguno.

Lo de Javier Milei es distinto. Viajó hasta Suiza sólo con el afán de exigir una

agenda liberal. Fue a cuestionar un rumbo que él considera equivocado. De hecho,

antes de bajarse del avión de línea que lo llevó a Alemania, dijo: “Vengo a plantar

las banderas de la libertad en un foro que está contaminado de la agenda

socialista 2030 y que lo único que va a traer es miseria al mundo. La libertad es la

llave de la prosperidad”.

Desdeñó el cambio climático, criticó la «agenda sangrienta del aborto»; cargó

contra el neomarxismo y el colectivismo; enfatizó que el Estado no es la solución

sino el problema, y rechazó la idea de que existan «fallas de mercado». Y, para

finalizar, alzó la voz y exclamó: “¡Viva la libertad, carajo!” . Un insulto no por soez,

sino por denunciar implícitamente a gobernantes y empresarios que la resisten.¿Por qué los líderes de la acumulación de dinero mundial y la Agenda 2030

socialista temen a la libertad?

«Ya sea que se declamen abiertamente comunistas, socialistas, socialdemócratas,

demócratas cristianos, neokeynesianos, progresistas, populistas, nacionalistas o

globalistas, en el fondo no hay diferencias sustantivas: todos sostienen que el

Estado debe dirigir todos los aspectos de la vida de los individuos». Luego de

haber advertido que, con herramientas como la emisión monetaria, el

endeudamiento, los subsidios, el control de la tasa de interés, de los precios y

otras regulaciones, «hoy los Estados no necesitan controlar directamente los

medios de producción para controlar cada aspecto de la vida de los individuos».

Stalin, Hitler, Mao, Mussolini ganaron la batalla.»

La Versión Oculta: Coincidencia de la Agenda 2030 y los Negocios

Milei atacó de manera expresa algunas de las propuestas contenidas en la llamada

Agenda 2030, promovidas a nivel mundial por los agentes del globalismo. Estas

propuestas incluyen temas como el medio ambiente y el clima, el feminismo y las

cuestiones de género, la «justicia social», la reducción de la población y la «agenda

sangrienta del aborto». Que el presidente haya aprovechado la tribuna de Davos

para expresar estas ideas fue como si Lutero hubiese clavado sus noventa y cinco

tesis directamente en la puerta de la Basílica de San Pedro. El auditorio lo

escuchó entre curioso y divertido. No era la primera vez que un dirigente de

Argentina, país que lleva décadas luchando en los últimos lugares de las escalas

económicas y sociales, se atrevía a decirles lo que tenían que hacer.

El mensaje de Milei fue recogido con interés por el «Financial Times», tratado con

insidia por «El País» de Madrid y «La Nación» de Buenos Aires, y virtualmente

ignorado por «The Economist», el boletín semanal de los conjurados del

globalismo. Figuras como Donald Trump, Elon Musk y otros líderes mundiales le

enviaron mensajes de apoyo por Twitter, pero con recelo. La política, en la

mayoría de los casos, se limita a arrendar su manejo del poder coercitivo del

Estado en favor de ciertos intereses corporativos. Por su cuenta, apenas si se

ocupa de aprobar determinadas medidas más o menos redistributivas, que

contribuyen por un lado a mejorar su perfil electoral, y por otro, a mantener la paz

social para algunos, segmentando a quienes sufren la adversidad. Gira, gira,

permitiendo que el sistema siga funcionando en beneficio de todos: los políticos y

las corporaciones.

PREBENDARIOS DEL MUNDO, UNÍOS:

El empresario prebendario o coimero y el político corrupto se necesitan

mutuamente, y no les preocupa el declive ético, moral, económico y social queprovocan en todo el mundo. Sin embargo, esto es solo un juego menor, no lo que

realmente se discute y se pacta en Davos. Ejemplos cercanos de esta dinámica

mayor incluyen ocasiones en que corporaciones internacionales han influenciado

la planificación y sostenimiento de golpes de estado o candidaturas presidenciales,

con el objetivo de alterar lo que parecía ser el temperamento ciudadano

predominante. Sería útil repasar las condiciones en las que surgieron las

tendencias colectivistas y totalitarias, y quiénes terminaron pagando el precio,

incluyendo los aportes financieros occidentales que sostuvieron la revolución

comunista rusa en sus comienzos. Como dice el “targo”, “…Mezcla rara de Museta

y de Mimí con caricias de Rodolfo y de Schaunard”.

LOS AUTÉNTICOS DECADENTES:

El globalismo, la gobernanza mundial, la supresión de las barreras nacionales, la

eliminación de los rasgos identitarios (incluido el sexo), el control demográfico

(incluido el aborto), la obsesión ambiental, y la campaña contra la herencia y la

propiedad individual (incluido el dinero y cualquier forma de atesoramiento físico)

no han nacido de la política, sino de las corporaciones y de innumerables “think

tanks” que se benefician del sufrimiento de pueblos enteros.

Institutos académicos y foros (incluido el de Davos), patrocinados por grandes

empresas y auspiciantes de organizaciones y fundaciones abortistas, ecologistas,

feministas, ambientalistas, multiculturalistas y de derechos humanos, pueblan los

estantes de tiendas y supermercados con sus logos y marcas. Bancos, fondos de

inversión y auditorías también juegan un rol crucial. La gran revolución tecnológica

del transporte y las comunicaciones ha facilitado y alentado el surgimiento de

empresas transnacionales, cuyos líderes descubrieron que sus intereses comunes

eran más fuertes que sus lealtades nacionales. Para facilitar sus operaciones,

impulsaron la creación de acuerdos aduaneros, zonas de libre comercio y bloques

económicos (incluido el Mercosur), y en el caso emblemático de la Unión Europea,

la renuncia a la moneda propia y el sometimiento a una autoridad política

supranacional, que regula innumerables aspectos de la vida cotidiana de los países

miembros, en línea con la Agenda 2030.

Un ejemplo de soberanía política cedida en favor del poder económico, y un

modelo ejemplar para los globalistas de Davos, es Europa, que renunció al gas

barato ruso bajo presión de las corporaciones y cuyos agricultores soportan el

acoso y la persecución de Bruselas. En contraste, el Reino Unido no aceptó

reemplazar la libra por el euro y canceló su pertenencia a la UE, aun sabiendo que

perdería beneficios. Decisiones políticas en favor de la libertad y en contra de las

recomendaciones y presiones de los “héroes” y “benefactores”. La libertad tiene

costos, dicen los ingleses, pero no tiene precio.Los librepensadores tienen la virtud, o la ventaja moral, de interpretar la realidad

sobre datos objetivos. Critican todo y a todos con independencia de destinatario,

estado de situación, sin maquillarla con posiciones preformateadas

ideológicamente, ajeno a la intencionalidad especulativa o necesidades políticas

para distorsionarla intencionadamente. Para construir un relato que oculte parte,

mienta parte, o pinte un panorama rosa o culpe a otros de las consecuencias a

futuro. Los tozudos números indican si el curso que siguen las naciones apunta a

una sociedad mejor o va en sentido incorrecto.

Dice el doctor Alberto Benegas Lynch (h) que la obsoleta distinción entre izquierda

y derecha ya no sirve para diferenciar los acentos positivos que se imprimen a la

economía, ni la atención que reciben para equilibrar sus oportunidades los más

postergados de la sociedad. Ya no es correcto hablar de populismo o liberalismo.

No puede definirse a una tendencia directriz política de otra forma que entre

estatismo: concentración de poder en el Estado para actuar sobre los recursos que

expolia del sector privado, y liberalismo: aquellos que quieren reducir ese poder

abusivo, liberando recursos para devolvérselos a quienes legítimamente son sus

propietarios. Nadie multiplica y defiende mejor los recursos para el bien social.

Esta fue la mejor versión de Occidente, la que redujo radicalmente la pobreza, creó

economías prósperas y ha traccionado para que el mundo sea un lugar más vivible

para los 8000 millones de seres humanos que lo habitamos.

Pero tengamos alguna referencia de si Occidente está realmente en peligro o

directamente en decadencia. Ya lo dijo el inversor americano Jim Rogers: «Alguien

espabilado en 1807 iría a vivir a Londres, en 1907 se desplazaría a Nueva York, y

en 2007 se trasladaría a Asia». Jim Rogers vive hoy en Singapur.

China superó el yugo destructivo de Mao, India se abrió al mercado. No por más

tiempo. Hoy, estas naciones en desarrollo que suman más de 3.000 millones de

personas tienen un crecimiento económico superior al 8% anual, mientras

Occidente apenas registra tasas positivas. La Unión Europea y Japón están en

relativo declive, con asfixiantes “Estados de Bienestar” y una población cada vez

más envejecida. Estados Unidos no está en una situación tan precaria, pero a largo

plazo su protagonismo es menguante. Mientras tanto, China sustituye a Japón

como segunda potencia mundial, Brasil a España como octava potencia, e India

está a las puertas del top 10.

En 2008, China producía más acero que Estados Unidos, la Unión Europea y Japón

juntos. En 2009, China fue también, de lejos, el mayor fabricante de coches del

mundo: 13,8 millones de unidades, más del doble que Japón. Brasil y Corea del Sur

ocuparon la quinta y la sexta posición. De 2000 a 2009, la producción de

automóviles se triplicó en India. En contraste, en Europa y EE. UU. abundanfábricas con baja productividad que no operan a plena capacidad, pero no pueden

cerrarse por razones políticas. Estos países “en desarrollo” son cada vez más

competitivos en sectores antes concentrados en los países “ricos”. La única forma

que tiene Occidente de seguirles el ritmo es aligerando la carga del Estado y

permitiendo que la economía se reestructure y se especialice en aquellos sectores

donde tiene ventajas comparativas: finanzas, investigación y desarrollo, alta

tecnología, diseño, arte, entretenimiento, educación.

Quizás consuele que la relativa decadencia de Occidente no implique un deterioro

de las condiciones de vida de su población en términos absolutos. Gracias a la

globalización, las innovaciones locales se convierten en globales, de modo que los

occidentales también nos beneficiaremos del progreso asiático, aunque no

estemos por delante de ellos. Al fin y al cabo, de lo que se trata es de promover la

máxima prosperidad para todos, no de que unos queden más arriba en el ranking

que otros. Si Occidente se queda atrás es porque navega con demasiado peso, y

también beneficiaría a todos que aligerara la bodega.

Puede que la competencia nacionalista sea ventajosa después de todo: la

constatación de que otros te avanzan quizás sea el único incentivo de los

Gobiernos occidentales para enderezar el rumbo. Reducir la oligarquía y converger

al crecimiento es la única alternativa, la economía del conocimiento aplicado.

Occidente no está en peligro. Occidente está en decadencia.

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