BANANAS…, Por el Dr.  Nelson Jorge Mosco Castellano

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Bananas, la quinta producción de Woody Allen, es una sátira de gobiernos que han perdido el rumbo en cuanto a la protección de los derechos de las personas para en su lugar aniquilarlos. Son sujetos atados a los aparatos estatales que se consideran con las capacidades de dirigir vidas y patrimonios ajenos con total desparpajo produciendo todo tipo de iniquidades y, sobre todo, conduciendo a la miseria más horripilante a todos los habitantes, excepto siempre a un grupo de cortesanos, mientras se mantengan dúctiles a los deseos de los amos circunstanciales instalados en el poder.

La secuencia ocurre en un país imaginario, San Marcos. Se inicia con el asesinato de un ex presidente por las balas opositoras, no para liberar a esa nación, sino para sojuzgarla aun con mayor vehemencia.

El film muestra la miseria de la población y los caprichos que una y otra vez imponen los mandones de turno, que tiene reminiscencias de la dictadura cubana, y paradójicamente, el impulso al pueblo a “liberarse” contra la opresión, con permanentes desafíos a la embajada estadounidense, con la consiguiente quema de su bandera como señal estúpida de una falsa independencia.

En el contexto de sucesos dramáticos para los habitantes del lugar, que reflejan las inmensas contradicciones y sandeces del gobierno, se da una escena en la que el dictador se dirige a una multitud que convoca forzosamente desde el consabido balcón, y le grita, a una perpleja audiencia de hispanoparlantes, una de las tantas decisiones absurdas: “A partir de mañana el idioma oficial será el sueco.”

Esto refleja a las mil maravillas la imbecilidad de megalómanos incrustados en el monopolio del poder por la fuerza, y su contracara, la penetración en la sociedad del sentimiento de resignación a la realidad que les toca vivir.

Sería de esperar que las acciones del dictador despierten la indignación de las personas que conservan su dignidad y renuncian a dejarse manejar como corderos. No obstante, quienes padecen disonancia cognitiva, pueden llegar a justificar el desborde desde el poder con cualquier argumento que alivie sus tensiones, convencidos de que los tiranos no siempre atacan a su pueblo.

Seres que se consideran iluminados pero que a la postre son unos mequetrefes, con un discurso vacío, una filosofía barata, cuya única capacidad es el uso indiscriminado de la violencia para fracturar a la sociedad en malos y ellos.

Sin llegar a ese extremo de imposición por la violencia, Allen escribe en “Sin plumas”: “Nuestros hombres políticos son incompetentes o son corruptos. Y a veces las dos cosas en el mismo día.”, denunciando la necesidad de revisar las acciones de quienes llegan al poder y con consonancia cognitiva, rebelarse frente a tanto desatino de la mayoría de los políticos.

Otro ilustre comediante aportó a la causa de la correcta cognición entre lo que se hace desde el poder y sus efectos, significando la importancia de la rotación en el gobierno, Robin Williams dijo: “…igual que con los pañales, los políticos en funciones deben cambiarse y por las mismas razones”.

Es de interés indagar en los motivos que hacen que personas formadas con determinados valores en los que creen, en la práctica de la vida operan a contramano de aquellos principios; y convencen a muchos que la realidad es la que ellos relatan.

La gobernanza de un país es una tarea demasiado compleja y sujeta a miles de variables como para dejarla librada a personas que no adecuen sus actos a la realidad y sean responsables de sus consecuencias. La formación ideológica totalitaria impone una disonancia cognitiva que implica que las personas intentan ajustar la realidad a su pensamiento extremo, desvirtuando las consecuencias de actuar amoral contra la realidad, corriendo el eje del resultado perjudicial para la gente, relatando una utopía siempre inconclusa.

En economía se denomina “la preferencia revelada” a que no importa en qué consistan los discursos y las declamaciones, lo relevante son las acciones que en verdad ponen al descubierto los valores que se profesan.

Pueden sostenerse de buena fe ciertos principios y, en los hechos, se violan debido a que todos nos equivocamos. Pero, si permanentemente se cae en el pantano y no hay esfuerzo alguno para mantener la brújula y rectificarse, queda claro que la teoría que se aplica eclipsa y deglute al principio declamado.

Sin duda que peor que esta situación es olvidarse de los mojones y parámetros de la conducta recta, en ese caso, se borra toda esperanza de reencauzar la acción. Las personas tratan de vivir en consonancia cognitiva, o sea en armonía entre su pensar, actuar y entender la realidad. Si por algún motivo no pueden ser congruentes, para aliviar el malestar que produce la disonancia, intentarán ocultarla, no hablar sobre los hechos que generan la disonancia, evitando así aumentarla. Buscarán reacomodar sus ideas, valores y/o principios para así poder autojustificarse, logrado de esta manera que su conjunto de ideas encaje entre sí y se reduzca la tensión.

Esto se comprueba en situaciones límites, llegando a lo absurdo, en que evidencia como se oculta la disonancia cognitiva con los hechos. La relación entre la mentira y la disonancia cognitiva es uno de los temas que más ha llamado la atención de los investigadores.

León Festinger, realizó un estudio que demostró que la mente de quienes se autoengañan resuelve la disonancia cognitiva “aceptando la mentira como una verdad”. Una motivación extrínseca justifica un comportamiento que va en contra de nuestras actitudes o creencias; tendemos a cambiar de opinión para racionalizar nuestras acciones.

Cuando la persona actúa con libertad absoluta tiene menos disonancia cognitiva, ve más claramente la realidad que cuando inciden factores ideológicos, religiosos, o intereses económicos.  Cuando advertimos contradicciones permanentes entre los dichos y los actos cotidianos, el pensamiento se diluye y finalmente es devorado y triturado por los hechos diarios. Internamente se pretende el autoengaño que, para suavizar la tensión subyacente, aparenta mantener los principios a los que racionalmente adhiere, pero todos sus dichos y hechos apuntan en la dirección opuesta. Muchas veces de tanto simular se termina creyendo que sociedades autoritarias de diverso grado resuelven la desesperante realidad económica de la gente. Estas reflexiones conducen a justificar los actos absurdos de “Bananas”, que algunos asumen como una consecuencia inevitable.

Milton Friedman, premio Nobel de economía 1976, dentro de un legado académico y práctico amplio y robusto, explicó una brillante abstracción de profundidad y belleza apenas superadas por su sencillez. El sector público es en general un pésimo administrador de recursos económicos. Por eso la sociedad tiene que ser muy crítica con políticos que defienden modelos económicos que se sustentan en el aumento del tamaño del estado. El sector público no existe para generar crecimiento ni desarrollo económico. Quien hace girar los engranajes económicos de la sociedad y crea recursos es la iniciativa privada. La disonancia cognitiva de las teorías socialistas pretende que se optimiza la igualdad desde el poder en detrimento de la libertad. La congruencia cognitiva e histórica mil veces repetida, es que cuando se prioriza la igualdad para alcanzar la libertad, se pierden ambas.

Los uruguayos debimos comprender definitivamente, que el populismo en el gobierno destruyó la economía pública y la privada. Así lo explica el libro “Tabaré Vázquez, compañero del poder” del periodista Sergio Israel Dubinsky, cuando relata que el propio presidente Vázquez comentó a sus allegados que Mujica le entregó el gobierno “en peores condiciones que Jorge Batlle en el 2005”.  Vázquez hacía referencia al caos en el que Mujica entregó el gobierno en términos financieros, de transparencia en los procesos licitatorios y en cantidad de funcionarios públicos.

Danilo Astori se comprometió en el 2015 a llevar el déficit fiscal, la diferencia entre los ingresos y los gastos que realiza el Estado, al final de ese gobierno a 2,5% del PBI. El déficit trepó al doble de lo que se preveía reducir. Astori, proyectó un crecimiento económico que no se cristalizó, comprometiendo gastos presupuestales que se tuvieron que financiar con déficit. 

El segundo gobierno de Vázquez había asumido el país con una pesada herencia del gobierno de Mujica en materia de déficit, siendo de 3,4% del PBI. El deterioro de la economía del país no se explica sin analizar la gestión de gobierno de José Mujica que se caracterizó por el gasto desenfrenado y el despilfarro. Repasemos algunos números. Ancap, la empresa estatal monopólica que dirigía Raúl Sendic, perdió 800 millones de dólares, producto de inversiones mal realizadas, negocios ruinosos y actos de corrupción que quedaron en evidencia en la Comisión Investigadora del Senado de la República y en las actuaciones de la Justicia Penal. Todo el episodio vinculado a Pluna, su cierre, el remate trucho de los aviones, el aval del BROU que terminó en la condena penal de su presidente y del ministro de Economía, le costó al país unos 280 millones de dólares. La malograda regasificadora, un negocio que nunca llegó a concretarse, le supuso al Estado pérdidas todavía sin cuantificar del entorno de los 300 millones de dólares. El Antel Arena, una obra inconstitucional de acuerdo a lo dictaminado por el Tribunal de Cuentas, originalmente iba a tener un costo de 40 millones de dólares, pero se terminaron gastando 120 millones. Alas U, un negocio desde su concepción ruinoso, a los pocos meses de iniciar su operativa le supuso al Estado un costo de 40 millones de dólares.

Solo en estos cuatro casos -hay muchos otros como todas las inversiones a pérdida en el FONDES, el costo que hoy pagamos en la tarifa de energía, por proyectos a pérdida como ALUR, y los contratos para instalar molinos de viento- sumamos la friolera de más de 1.500 millones de dólares, dinero de la gente que trabaja y produce arrojado al altar de que todo tiene que ser del Estado y el gobierno tiene el poder para disponerlo. Además de la brutal carga tributaria sobre el salario y las pasividades (IRPF e IASS) el gobierno de Mujica endeudó al país en disonancia con la realidad productiva del país.

En las actuales circunstancias de dificultad para bajar la inflación y el costo de aquella deuda, vaya si serían importantes todos esos recursos. En paralelo, los resultados de las políticas públicas del Frente Amplio han sido desastrosos. En materia educativa, pese a todo lo que se ha invertido, el país tiene un rezago importante que genera una profunda desigualdad entre quienes nacen en hogares pudientes y quienes lo hacen en hogares económicamente vulnerables. Qué decir de la situación de seguridad, en donde el narco pasó a instalarse como sistema de vida al menudeo.

La etapa Vázquez-Mujica debiera ser considerada por todos los uruguayos como una enorme tragedia. La disonancia cognitiva de muchos, seguramente obedece a la imposición ideológica y a la intención de mantener privilegios en cargos públicos, al enriquecimiento que muchos recibieron por coparticipar en emprendimientos públicos ruinosos que se facilitaron desde el poder.

No tuvimos una dictadura tan violenta y ridícula como en “Bananas”, pero tuvimos un gobierno de totalitarios con mayoría absoluta en el Parlamento que dejó expuesta su incompetencia, su venalidad, y su disonancia cognitiva ideológica; una pesada carga para cada uruguayo.

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