CARPINTERÍA: EL NACIMIENTO DE LAS DIVISAS QUE DIVIDIERON A URUGUAY. Por Marcelo Martín Olivera

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La Batalla de Carpintería, librada el 19 de septiembre de 1836, marcó uno de los momentos más decisivos en la historia de Uruguay. A las orillas del arroyo Carpintería, en el departamento de Durazno, se enfrentaron las tropas de Manuel Oribe, defensoras del gobierno constitucional, y las fuerzas de Fructuoso Rivera, quienes representaban una oposición creciente que ya se había consolidado en el interior del país. Este enfrentamiento no solo fue una batalla más en el marco de las guerras civiles uruguayas, sino que introdujo por primera vez las divisas que identificarán a los bandos políticos tradicionales: Blancos y Colorados.

Este conflicto, que surgió de profundas diferencias políticas y personales entre Oribe y Rivera, sentó las bases de una larga serie de guerras civiles que marcarían la historia del país durante gran parte del siglo XIX. Las tensiones entre ambas figuras no solo reflejaban las disputas por el poder, sino también la polarización de la sociedad uruguaya, dividida entre los intereses rurales y urbanos, entre el orden constitucional y los movimientos liberales. Desde Carpintería, las divisas políticas comenzaron a tomar forma, definiendo la vida política del país en las décadas siguientes.

Las causas del conflicto entre Manuel Oribe y Fructuoso Rivera se remontan a las tensiones políticas que surgieron tras la finalización del mandato presidencial de Rivera en 1835. Aunque Oribe asumió la presidencia de manera constitucional, Rivera conservó una fuerte cuota de poder al ser designado Comandante General de la Campaña, lo que le permitió mantener control militar y político en el interior del país. Esta dualidad de poderes generó fricciones entre ambos líderes, especialmente cuando Oribe heredó una Hacienda Pública en crisis, lo que lo llevó a implementar duras medidas económicas, mientras que la administración previa de Rivera era investigada por fraudes e irregularidades. Además, las crecientes relaciones de Rivera con caudillos brasileños y unitarios argentinos, en contraste con los estrechos vínculos de Oribe con el gobernador argentino Juan Manuel de Rosas, profundizaron aún más las tensiones.

El conflicto se intensificó a principios de 1836, cuando Rivera comenzó a mostrar resistencia ante las decisiones de Oribe, como la supresión de la Comandancia General de la Campaña, lo que lo llevó a retirarse temporalmente. Sin embargo, la reactivación de la Comandancia bajo el mando de Ignacio Oribe y la publicación de las conclusiones que revelaban la corrupción en el gobierno de Rivera desataron la Revolución del 18 de Julio de 1836. Este levantamiento culminaría en la Batalla de Carpintería, donde las tensiones políticas, económicas y personales entre ambos caudillos se transformaron en un enfrentamiento armado que marcó el inicio de un prolongado periodo de guerras civiles en Uruguay.

La Revolución del 18 de Julio de 1836 surgió como una respuesta directa a las decisiones políticas de Manuel Oribe, que amenazaban la posición de Fructuoso Rivera. Tras la supresión de la Comandancia General de la Campaña, Rivera se retiró momentáneamente a su estancia, pero el conflicto no tardó en resurgir cuando Oribe designó a su hermano Ignacio como nuevo Comandante. Rivera, al sentirse desplazado y humillado, se levantó en armas, iniciando una insurrección que rápidamente ganó fuerza en el interior del país, donde Rivera mantenía una base de poder considerable. Esta revuelta marcaría el inicio de una serie de enfrentamientos armados que culminaron en la Batalla de Carpintería.

El 19 de septiembre de 1836, las tropas de Oribe y Lavalleja, apoyadas por el gobierno constitucional, se enfrentaron a las fuerzas de Rivera y el general argentino Juan Lavalle a orillas del arroyo Carpintería, en Durazno. La batalla se desarrolló con extrema violencia, y aunque ambos bandos lucharon con ferocidad, el ejército de Oribe, superior en número y organización, prevaleció sobre las tropas de Rivera, obligando a este último a retirarse hacia Brasil. Aunque Rivera fue derrotado, la batalla no representó el fin del conflicto, sino el comienzo de un periodo prolongado de enfrentamientos que culminaron en la Guerra Grande.

Uno de los aspectos más distintivos de la Batalla de Carpintería fue la introducción de las divisas que distinguirían a los dos grandes partidos políticos de Uruguay. Manuel Oribe, en agosto de 1836, había decretado que las personas afines a sus ideales usen una vincha blanca con la inscripción «Defensores de las Leyes», un distintivo que buscaba reafirmar la legitimidad de su gobierno y la defensa del orden constitucional. Por su parte, Rivera y sus seguidores, que inicialmente utilizaron cintas celestes, cambiaron rápidamente al color rojo, ya que el celeste se desteñía con facilidad bajo las condiciones climáticas. El rojo fue tomado de las telas de poncho y era más resistente, lo que consolidó su uso como símbolo de los Colorados.

A partir de ese momento, las vinchas blanca y colorada no solo representaron a los bandos enfrentados en la batalla, sino que se convirtieron en símbolos políticos que perdurarían a lo largo de la historia uruguaya. Los Blancos de Oribe se identificaron con la defensa de la legalidad y el orden, mientras que los Colorados de Rivera representaban la resistencia y el pragmatismo político. Estas divisas marcaron el inicio de una profunda división en la sociedad uruguaya, que se extendería por décadas, influyendo en la identidad y la política del país, y consolidándose durante la Guerra Grande.

Las consecuencias de Carpintería no se limitaron al campo de batalla, sino que inauguraron un período de profunda inestabilidad política en Uruguay, que se extendería por décadas. Aunque Rivera fue derrotado en Carpintería, el conflicto entre él y Oribe apenas comenzaba. Tras la batalla, Rivera huyó a Brasil, donde reagrupa sus fuerzas y consolida alianzas que le permitirían continuar la lucha. Este enfrentamiento fue solo el preludio de la Guerra Grande, un conflicto internacional que involucró a Brasil, Argentina, y que definiría la política uruguaya durante casi una década.

En el plano interno, la batalla consolidó la división política entre los Blancos, partidarios de Oribe y Lavalleja, y los Colorados, seguidores de Rivera. Esta polarización no solo se expresó en los enfrentamientos armados, sino también en la vida política y social del país. Las divisas adoptadas en Carpintería se convirtieron en símbolos permanentes de los dos principales partidos políticos de Uruguay, marcando una rivalidad que trascendería el siglo XIX. A partir de Carpintería, los conflictos entre estos dos sectores se convirtieron en una constante, llevando al país a una serie de guerras civiles y levantamientos que se prolongarían hasta 1904.

En el largo plazo, las divisiones políticas generadas por la Batalla de Carpintería y la Guerra Grande moldearon la historia del país. Aunque en algunos momentos hubo intentos de reconciliación, como la «Política de Fusión» de mediados del siglo XIX, estas divisiones persistieron y siguieron definiendo el panorama político uruguayo. Los partidos Blanco y Colorado se convirtieron en los actores principales de la vida política nacional, y la confrontación entre ambos moldeó las instituciones y el desarrollo de Uruguay durante gran parte de nuestra historia.

En las márgenes del arroyo Carpintería, no solo se enfrentaron dos ejércitos, sino que se consolidaron dos visiones de país que, con el tiempo, darían lugar a los partidos tradicionales que definirían el devenir del Uruguay. La adopción de las divisas blanca y colorada, nacidas en medio de la lucha, fue mucho más que un simple distintivo militar; se convirtieron en símbolos identitarios que estructurarían la política uruguaya durante más de un siglo, reflejando una profunda polarización que marcó tanto a la élite política como a la población en general.

Este conflicto no solo influenció la política de su tiempo, sino que sigue resonando en la conciencia colectiva de los uruguayos. La batalla representa el momento en que las diferencias ideológicas y los intereses en juego se hicieron palpables en un evento puntual, instaurando una tradición de división política que aún en el siglo XXI tiene relevancia. Para los uruguayos es el inicio de un largo proceso de construcción nacional, marcado por enfrentamientos, alianzas y acuerdos que poco a poco moldearon el sistema democrático del país.

El legado de Carpintería trasciende los límites de su época y se proyecta en la historia contemporánea de Uruguay. Sus efectos posteriores demuestran la histórica capacidad del pueblo uruguayo para sobreponerse a sus divisiones internas, aprender de su historia y construir un país basado en la democracia y el pluralismo. Recordar Carpintería es recordar el valor de la identidad política, el sacrificio de aquellos que lucharon por sus ideales y la importancia de reconocer nuestra historia para construir un futuro para todos los uruguayos.

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