¿CÓMO LE VA? Por Sebastián Castro

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Buenos días. Nunca arranqué una nota así en mi vida, pero es el protocolo cuando se saluda y como a usted no lo conozco quizás deba empezar por las formalidades. ¿Cómo le va? Yo no muy bien. Le cuento que padezco algún síndrome de nihilismo incurable y que a veces caigo en la simpleza de buscarle la culpa al otro cuando algo no anda. Dicho esto, quiero que usted sepa que de todas formas soy muy autocrítico, un poco metafísico y demasiado conservador. Por ejemplo: trato de mirar una tragedia sin buscarle el pelo al huevo. Si un grupo de Uruguayos tuvo la desgracia de estrellarse en una montaña a miles de kms de cualquier civilización, y después de consumada la desgracia, lograr sobrevivir, poco importa si eran personas del 40 semanas o ricos “rugbiers” de carrasco. Cuidado que vienen spoilers. Aunque le recuerdo que si fue al cine a ver Titanic, más o menos es lo mismo. Ya sabes el final, pero lo importante es cómo sucedió. Y acá es incluso peor, porque hay 3 películas más previas, ¡hasta una mexicana!

En fin. Por estos días tenemos políticos haciendo política. Y tratando de quitarle mérito a un hecho único, irrepetible y universal. Sería como tratar de quitarle mérito al más grande conquistador del mundo antiguo, Alejandro Mágno y decir que “bueno, el pibe heredó de su padre Filipo el reino de Macedonia (venía de cuna la cosa vió?)”. Y aún así mejor no hago la lista de genialidades, entre las que se cuenta la creación de Alejandría, ¿le suena? Había una biblioteca ahí.

Volvamos al día de la fecha. Acá hay un mamarracho que twitteo un mensaje en redes medio ambiguo. Que todo bien con lo que pasó pero no hay que olvidar que los pibes eran “riquitos de carrasco” y remató con un “todo bien igual”. Más o menos fue así. Y otro político le contestó recordando incluso que “juan pueblo” pagó un retrato de su persona que está colgado en el Banco Central de cuando fue presidente  del organismo allá por el 2014.

En su defensa diré que todos los presidentes tienen su cuadro, pero éste que se dice del pueblo y socialista podía habernos evitado el gasto y destinar esos dinerillos para algún comedor infantil. Algo que no sucedió porque la izquierda es oligarquía cuando es gobierno y se rasga vestiduras y se llamá “pueblo” cuando es oposición.

No nos desviemos. El tema acá es la película de Vierci y porque les duele tanto que sea un éxito en Netflix. Y por qué otra película uruguaya de la misma plataforma (La noche de 12 años) pasó sin pena ni gloría. Y eso duele, me imagino. Lo que duele es que “La sociedad de la nieve” no es una película política. Es la historia de jóvenes que tuvieron la desgracia de perderlo todo y aún así lograr reunir fuerzas y volverse gigantes. Es la historia que nadie quiere haber vivido, aún sobrevivido y después con cocardas incluidas. Nadie en su sano juicio buscaría una experiencia similar solo para luego convertirse en un divulgador de mensajes espirituales. Y en el medio olvidar el trauma que con dolor, alguno convirtió en adicciones, alcohol y drogas.  ¡Preguntále como le fue a “Carlitos”, payaso con smoking!

Y si, es lo que se me ocurre decirle a un oligarca que no podría vivir cien vidas y llegarle a los cordones a estos muchachos. Ah, por las dudas les cuento, la película trata sobre valores morales, atemporales y universales. Si usted prefiere pagar una entrada para ver como una murga va a mentir, insultar y militar para una izquierda en decadencia… guarde sus pesos para febrero. Si prefiere un rato de reflexión y emoción, vaya a ver “La sociedad de la nieve”. ¿Cómo está? Se olvidó de contarme… Yo mejor, ya me descargue la bronca.

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