CUANDO ARGENTINA DESPIERTE… Por Nelson Jorge Mosco Castellano

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Luego de un letargo de casi 100 años, el país de la región que despuntaba a liderar el desarrollo entró en quiebra por cleptocracia, oclocracia y oligarquía autóctona.

Un corporativismo político-sindical-empresarial capaz de producir tan potente catástrofe económica que dejó en quiebra al país, sin posibilidad de renegociar su dependencia financiera, ni siquiera con prestamistas de última instancia, el FMI.

Ese organismo prolongó la crisis del endeudamiento, permitiendo que ineptos y corruptos siguieran acumulando deuda a intereses moratorios en beneficio de sus acreedores.

Una regresión productiva, económica y social escandalosa que hacía gloriosa la performance de gobiernos que apenas mantuvieron el rumbo inevitable de colisión con el iceberg de la realidad.

Estados Unidos tiene una deuda que va a atravesar el 100% del PBI y un déficit del 7% anual. Pero los subdesarrollados le creemos que pagará.

A la Argentina se le pide pagar los intereses y los vencimientos de la deuda kirchnerista, que no es algo insólito, pero como es el peor alumno de la clase en el planeta, es imposible.

La debacle del país que produce alimentos para satisfacer a 400 millones de personas tuvo más de 50% de pobres, casi el mismo número de personas en la informalidad y hasta los que tienen un trabajo siguen siendo pobres.

Reservas negativas, importaciones no pagas, tipo de cambio atrasado, una brecha altísima, todos pensando en dólares como reserva de valor, rechazo de pesos, precios públicos y privados atrasados por decreto, inflación mensual de 25,5%, al borde de la hiper, que Milei redujo al 4,2 en mayo.

Una conjunción de corporativismo sindical-empresarial coimero, obviamente con la complicidad política adicional, que pagaban los argentinos esquilmados, asoló al país, venezualizándolo y corrompiéndolo culturalmente.

La propuesta de liberalizar al individuo de la carga pública prendió en la elección de segundo término; puso el gobierno en manos de quien prometió el ajuste del gasto más grande del mundo. Y cumplió.

Un gobierno que ideológicamente cree en el superávit fiscal, que habló de motosierra y de casta, que recibió ajustes pero el ancla monetaria se generó más por licuación que por la política fiscal.

Lo difícil ahora es poner en equilibrio a la política cambiaria con el sector externo y recuperar la confianza del inversor. Milei se propone, además, insertar a la Argentina enel mundo de la tecnología de punta, incorporarse a los países más libres y preparar a los argentinos para esa nueva realidad.

Más allá de las excentricidades comunicacionales de su presidente, en seis meses redujo 15 puntos del gasto público con relación al PBI y no se produjo alteración alguna de los estoicos argentinos de bien, salvo la de quienes lucran con los pobres, resistentes a perder además del salario público, la parte de la pobreza que extorsionaban y explotaban.

Pero no hay mal que por bien no venga.

De esta ribera del Plata creció exponencialmente la inversión agropecuaria, trajo tecnología aplicada, multiplicó el crecimiento inmobiliario y la radicación de expatriados argentinos.

Disimuló que el gobierno multielogiado no pudo ordenar el gasto público, extinguir la inflación, descongestionar el excedente de los 300,000 funcionarios públicos lastre que soportan los que producen recursos, además de 1,300,000 pasivos, regulaciones extorsivas y tributos de servicios de primer mundo.

Se jacta de gastar en obra pública 3,000 millones de dólares, endeudamiento suplementario al de la izquierda que dejó y perviven 400,000 personas en condiciones infrahumanas y sin solución.

Una crisis en seguridad con 16,000 presos, “ajustes de cuentas” diarios y buena gente esquivando balas.

Si el país fuese estable, se podría hacer más por promover la escalera social, atender el desdoblamiento educativo: un segmento con muy buena educación y otro con muy mala, sin acceso a la vivienda digna.

Es un problema grave que inclina al voto castigo por una urgencia siempre postergada.

No haberlo logrado deja expuesto al país a los vaivenes del exterior en tiempos de liderazgos débiles, involución económica, propensos a viejas y fracasadas utopías.

Nada podemos esperar sino de nosotros mismos.

Artigas tenía razón.

No le hicimos caso.

Cuando Argentina despierte y haga los deberes con sacrificio, pagaremos el costo exacto de la irresponsabilidad de los actuales y de los que “alegremente” prometen más gasto.

Otra vez contracción en la producción de recursos, en el poder adquisitivo de los más infelices.

Vamos a pagar la fiesta de dólar barato e inflación reprimida.

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