Los ejércitos de grandes dimensiones son de otra época. El concepto actual consiste en tener fuerzas pequeñas, muy profesionales y bien equipadas. Este tipo de organización es difícil de reclutar y mantener.
El gasto se hace más comprensible ante la opinión pública si se tiene conciencia del concepto de “Defensa Nacional”, inexistente en Uruguay. El político sabe que perderá votos si apoya la necesidad de la presencia de una fuerza armada, sea grande o pequeña.
Entonces se emplea al Ejército como una fuerza auxiliar que salva de la emergencia al gobierno de turno: recoger basura, podar árboles o repartir comida a los escolares, tareas que a veces otros no quieren realizar. Es un error mantener a los miembros del Ejército en tareas de cuarto orden, cuando la labor social a cumplir podría ser determinada por una Política de Estado, seria y de peso.
Otro error es mostrarlo ante la opinión pública como una “amenaza para la democracia”, como si las instituciones democráticas necesitaran, para justificar su existencia, un enemigo común al cuál combatir, constituyéndose en guardianes contra el “peligro militarista”, herramienta usada a lo largo del siglo XIX. El integrante del Ejército se ve a sí mismo como “un peligro para la sociedad” y no como partícipe de una institución que puede brindar mucho en la lucha en pro del bien común.
Algunos sectores políticos aún lo ven como en la guerra de 1904: máquina de la represión gubernamental. Otros como en 1971: representantes de la oligarquía enemiga del pueblo. Otros, como herramienta de soporte de casi un siglo de gobierno.
Los miembros del Ejército (en actividad o en retiro) nos vemos como formando parte de una organización a la deriva en vías de extinción, sujetos a los vaivenes políticos de quienes ni saben que función debe cumplir si hablamos de la Defensa Nacional. (¡y vaya si la tiene!)
El militar vive sumergido, sin recursos y sin esperanza de un mejor futuro. Encuentra reconocimiento en el extranjero y no en su propio país. Uruguay está reconocido a nivel internacional como “especialista en misiones de paz”, pero eso acá no se menciona. Actualmente, el Ejército Nacional presenta una característica bien definida: tiene la instrucción necesaria y suficiente para operar en un ambiente internacional globalizado, adquirida en diversas misiones de paz cumplidas en diversas partes del mundo. Sin que se aprecie, opera como brazo armado de la política exterior del Estado uruguayo.
Todo lo anterior proviene de un problema de mucho tiempo: la carencia de una política de Defensa Nacional y aún más, análisis y conocimiento de un tema que ha de ser de interés nacional.
En nuestro país se analiza este tema con diferentes ópticas. Algunos hacen como quién mira el sol de frente y sin protección. La fortísima luz los encandila y los deja ciegos. Otros parecen mirar por el agujero de la cerradura intentando observar el interior de una habitación. No se animan a abrir la puerta de una vez, temerosos de encontrar algo nunca visto. Una tercera corriente lo ve en prospectiva y se fijan un plazo de veinte años para el análisis del tema.
El viejo refrán “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy” ha sido adaptado a nuestro estilo “dejemos para el próximo período de gobierno lo que deberíamos haber hecho hace más de cien años”.
En esto se debe compartir la culpa. Los militares no hablamos de Defensa Nacional desde 1885, año de fundación de la Escuela Militar. El estamento político, desde la fundación de la Universidad.
Al presente, en otra forma uruguaya “reactiva” (nunca “proactiva”) salimos a los “ponchazos, carabina a la espalda y sable en mano” (los militares) y “mediante un gran diálogo nacional para después formar una comisión” (los dirigentes políticos).
Ni la una ni la otra. Aunque simpáticas por adaptarse a nuestro estilo (que no es del Tercer Mundo sino de un mundo de tercera), se ubican estos métodos sobre cuatro pilares:
-reducir la fuerza.
-hacerla más profesional (capacitar)
-pagar mejores sueldos.
-democratizar.
El concepto no es nuevo. Se ha mencionado desde 1985, en mayor o menor medida y con diferentes matices. Ya pasaron 37 años desde entonces, lo que lleva a pensar: “un concepto viejo ya escuchado durante cuatro décadas se vuelve totalmente actualizado si se lo repite cientos de veces”.
Los cuatro verbos: reducir, capacitar, pagar y democratizar se relacionan poco con la Defensa, cuya raíz de acción es “defender”. Así el tema va y viene según el gobierno y la tendencia política de turno, pero sin que se arribe a una conclusión definitiva.