EL ARTE DE LA ESTRATEGIA. Por Tilio Coronel Grillo

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La mentira como herramienta del ejercicio de la Política.

¿La emplean nuestros políticos?

«Yo no digo nunca lo que creo,ni creo nunca lo que digo, y si se me escapa alguna verdad de vez en cuando, la escondo entre tantas mentiras, que es difícil reconocerla». Lo escribió Maquiavelo en mayo de 1521.

«Tu nunca llegarás lejos en política. No sabes mentir». Así decía el ex-presidente Richard Nixon hablándole a su abogado Lew Gartmen.

Son apenas frases, pero indicios al fin de que la mentira fue y es usada como herramienta por los políticos.

Jordi Soler es novelista y poeta mexicano. Al respecto, publicó un interesante artículo en el sitio www.almendron.

Según Soler, en 1712 comenzó a circular en Inglaterra un panfleto titulado  «El arte de la mentira política», un explosivo texto atribuido a Jonathan Swift.

Aunque fue publicado hace más de trescientos años,  tiene vigencia en el siglo XXI.

El autor llama «seudología, a la mentira de la que se valen los políticos para conseguir sus objetivos”.

La mentira política, dice el panfleto, es “el arte de hacer creer al pueblo falsedades saludables y hacerlo a buen fin”.

La mentira política es un arte, nos dice el autor, porque es más difícil “convencer al pueblo de una verdad saludable, que hacer creer y aceptar una falsedad saludable”, de lo cual se entiende que la clave de estas mentiras es que no hagan daño al pueblo, como lo hacen las mentiras «tóxicas», que en este milenio abundan en el discurso de los políticos, aquí, allá y en todas partes.

«El pueblo tiene derecho a la verdad privada», nos dice el panfleto, “pero no tiene derecho alguno a pretender ser instruido en la verdad de la práctica del gobierno”.

Las mentiras que suelen utilizar los gobernantes se dividen, en el texto, en tres tipos que parecen francamente «tóxicos». Tenemos la mentira «difamatoria», que no requiere mayor explicación; la mentira por «anexión», que es aquella en la que el gobernante agrega a su persona “mayor reputación de la que tiene”; y la mentira por «traslación  que es la que transfiere los méritos de una persona a otra.

El político que dice mentiras, recomienda el autor, debe procurar que “sus cometas, ballenas o dragones mantengan siempre un tamaño razonable”, pues “cuando el anzuelo está demasiado cargado de lombrices resulta difícil pescar «.

En una clasificación más amplia el escritor propone un tipo que ha ido ganando protagonismo a lo largo de los siglos: las mentiras de «comprobación», que son aquellas que se dejan caer para “sondear la credibilidad de los presentes”, para ver cómo respira  la opinión  pública  y ver si tiene cabida o no una mentira «tóxica».

Sobre la forma en la que interaccionan unas con otras, dedica todo un capítulo a esclarecer “si una mentira se contrarresta mejor con una verdad o con otra mentira y concluye que, como hace cualquier político desde entonces, y desde antes también, “la mejor manera de destruir una mentira consiste en oponerle otra”.

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