EL TRIUNFO Y EL FRACASO. Por Joise Manuel Morillo

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Con respecto al triunfo y al fracaso se podría decir; filosóficamente, “la vida es un dilema”. No obstante, se puede afirmar también lo siguiente:

La vida es, considerando una actitud y aptitud spenceriana, para triunfadores, fracasados y omisos. 

Estos últimos son la  más común especie, constituido por, sumisos, mediocres, victimizados, crédulos y conformistas. Los segundos los conforman los desafortunados, impulsivos, prejuiciosos y poseedores de toda clase de defectos.

Los primeros son una especie de individuos cuya virtud es desvincularse de lo efímero y fútil, son emprendedores y conscientes de la diferencia entre el bien y el mal en función de fundar proyectos productivos y praxis sostenibles para sí mismo y para el bien común, sin importar el esfuerzo que para ellos haya que hacer. Por ende, lograr el éxito.

La peor causa del fracaso es la ignorancia -incluso desconocer la diferencia entre el bien y el mal y el valor del primero sobre el segundo- y, el éxito del triunfador es la posesión de conocimientos (tanto aprioris y teóricos como empíricos).

La impronta de ambos conceptos -triunfo y fracaso- está contemplada en un valor importantísimo (altísimo) construido por la comunión de dos actividades esenciales; son, enseñar y aprender, teniendo como  ser y existencia la educación. 

En el caso de los fracasados y omisos la educación es dudosa o ausente, en el caso de los triunfadores la educación debe haber sido de regular a excelente.

Sin embargo, hay dos factores más que se deben manejar ligados a la conducta del individuo, son: el temperamento y el carácter, en esto no puede haber ambigüedad, ni dualidad. O sea, o se crea el segundo eliminando al primero o se mantiene el primero despreciando al segundo. Esto último sería, de facto, un dilema complejo digno de incertidumbres y esperanzas de buenaventura.

Por último, existe un combustible que mueve cualquier motor y que Einstein comparó con los más poderosos, este combustible es: «la Voluntad». Esta última, la debe poseer el individuo y, aunque se le aplique cualquier tipo de inducción; debe ser, originalmente, de carácter individual.

En esto último estriba el deseo de triunfar o no.

Se debe entender, que en esta propuesta los dos conceptos están sumamente ligados a la libertad que posee el individuo a decidir sobre su autonomía o dependencia para satisfacer sus necesidades elementales y adaptación a la otredad. Empero sumado a que no hay ningún prospecto sin buena educación, esta debe obtenerse a temprana edad y circunscrita en un ambiente con espíritu de progreso.

Para ello, se debe saber que, al nacer, el individuo humano es el más vulnerable de las especies, su incapacidad para desenvolverse por sí mismo -excepto su inteligencia inmanente, ej.: llorar por alimento- es nula. 

Por esta incapacidad se debe practicar una buena educación a los niños desde temprana edad (3) basadas en ética, moral, buenas costumbres y respeto a los mayores, todo en comunión con tres conceptos indispensables: prudencia, perspicacia y tenacidad.

Aceptando o despreciando en el futuro, esa praxis el individuo decidirá por sí mismo: su triunfo o su fracaso ante el mundo (la índole es irrelevante).

Joise Morillo 

[email protected] 

Venezuela USA 

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