En el país de Mujica el impuesto es rey. Su prédica ha sido “ordéñese” al que aplica capital para reproducir recursos.
«No tengo que pedirle al capitalismo altruismo, está para multiplicar riqueza y reproducirse», sostuvo el mandatario, y agregó que la inversión busca «reproducirse». «Hay que llamar las cosas como son». «Los negros de África saben que no se mata una vaca lechera porque da más comida a chorritos que la comida que tiene en el cuerpo (…). Queremos recaudar mucho más porque son grandes los problemas que tenemos, pero no cometiendo el error de matar la vaca. Esto hay que tenerlo claro».
“¿Qué estoy haciendo? Reinventando el capitalismo”
José Mujica dijo que no renunció al socialismo pero que en lugar de “jetear” se dedicó a construir. “Nada de poner al Estado de patrón porque esa película ya la vivimos. Y no es pasarse al capitalismo. Es buscar el socialismo por otro camino””, señaló en el libro “El sueño del Pepe”.
Hasta el surgimiento del capitalismo, la mayoría de la población occidental vivía en la miseria. Los nobles y la Iglesia eran dueños de todo, tenían una riqueza otorgada directamente por Dios.
Nadie protestaba cuando el rey gastaba el sacrificio producido por los agricultores para alimentarse. O los religiosos disfrutaran fortunas acumuladas.
Los primeros que consiguieron fortunas trabajando fueron comerciantes, pero a partir de la revolución industrial, las máquinas de vapor permitieron a cualquier plebeyo producir bienes y riquezas inimaginables. Aparecieron los propietarios de los medios de producción y obreros, que según algunos había que exterminar con una revolución violenta para ser los dueños del futuro.
Al aparecer esta nueva riqueza descubrieron a Karl Marx. Reclamaron que se les distribuyera hasta agotar a los ricos.
Hoy tampoco les importa quitarles a los que consiguieron mejor fortuna trabajando, o quitarles de su salario. Fueron convencidos que es por gracia de la revolución del nuevo socialismo siglo XXI.
Su virulencia se refleja aún en estos reductos sesentistas que persisten en el mismo eslogan para montar dictaduras de pobres abusados.
Utilizan la democracia para trabar a los gobiernos que advierten esta descomposición abusiva, exhibiendo la realidad: un país estancado por décadas.
El estudio del tema está a cargo de “genios” tributarios, que se regodean en la semántica rebuscando nuevos nombres para viejos impuestos.
Se superó la capacidad contributiva tal como lo expusieron viejos independientes como Astori, pero, nunca la capacidad creativa para el “confísquese”; su ponzoña a laburantes y pasivos.
Crean una inevitable catarata de excepciones y privilegios para atraer inversores en una economía ahogada. Después se quejan que el sistema recaudatorio “está perforado”, promueve la “evasión”.
Le echan la culpa de la informalidad que el propio sistema que inventan ellos promueve: no pedir factura.
Por todo esto, como no puede ser de otra manera, concluyen que hay que poner más impuestos, para compensar lo que se escapa al recaudador.
Simplemente la curva de Laffer. Agregarle más carga tributaria es fatal para el contribuyente y para el recaudador. Reconocerlo no es propio de socialistas.
Antes de conocer el Estado del gasto público, ya prometen más gasto. Un nuevo impuesto se inventa, aun cuando vociferaban que estaba saturada la capacidad contributiva.
No alcanzan los impuestos vigentes al trabajador, al jubilado, al emprendedor sobreviviente, aumentar las franjas de los que antes ellos mismos crearon: IRPF e IASS.
Prestos a asumir, NO dejarán ni un peso físico en el bolsillo del que se lo ganó. La bancarización volverá a ser obligatoria. El Estado te abusa.
