Por: César López.
En la profundidad de nuestra conciencia existe siempre (o casi siempre) una idea o concepto de justicia, que tiende a guiarnos en el ejercicio incesante de nuestra libertad individual y colectiva. Esta idea es parte de nuestras decisiones cotidianas y muchas veces nos pone en el lugar de jueces, para desde ahí establecer y juzgar lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, lo justo y lo injusto.
Lo que debemos tener claro, es que al hablar de justicia estamos frente a un concepto que excede ampliamente al derecho penal y a la idea del castigo o sanción a quien no ha respetado aquellas normas obligatorias para todos. En este sentido, muchos autores coinciden en la idea de justicia como el sistema de libertades y obligaciones y la distribución de los ingresos (riqueza) de una sociedad.
¿Cómo se construye una sociedad justa? Para intentar dar respuesta a esta pregunta partiremos desde los postulados de John Rawls, el filósofo de la justicia.
En su obra “Teoría de la Justicia” Rawls dice:
“La distribución natural no es justa ni injusta; no es injusto que una persona haya nacido en cierta posición de la sociedad. Esto es simplemente un hecho. Lo que es justo o injusto es la forma en la que las instituciones afrontan estos hechos” … “La justicia es la primera virtud de las instituciones sociales, como la verdad lo es de los sistemas de pensamiento”.
En su pensamiento, la desigualdad social forma parte de un elemento casi natural de las colectividades humanas, donde por cuestiones de azar un individuo puede ingresar a la sociedad en una posición u otra sin que nada pueda hacer al respecto, no es una cuestión de mérito. En este sentido, debemos darnos cuenta de que muchos somos injustamente afortunados, ya que disfrutamos de privilegios y oportunidades que la sociedad le niega a otros tantos.
Frente a esta desigualdad, aparecen las instituciones; el Estado, la sociedad civil organizada. Estas deben ser justas, lo cual significa que deben por lo menos evitar reproducir la desigualdad social y en la medida de lo posible disminuirla. El esfuerzo debe estar centrado en la creación de instituciones que busquen eliminar las injusticias y que eso signifique las bases de una sociedad más justa, pacífica y perdurable en el tiempo.
Lo justo y lo injusto nos interseccionan a diario, en nuestra rutinaria cotidianidad y por eso muchas veces la vorágine de nuestra vida nos impide parar a hacernos preguntas sobre lo que acontece en nuestra asociación política llamada República Oriental del Uruguay.
¿Cuán justos o injustos son nuestro país y nuestras instituciones? ¿Es justo realizar un paro para organizar una jornada de recolección de firmas contra una ley? ¿Es justo que los escolares no accedan a su almuerzo por una medida sindical? ¿Qué justicia hay si el principal represor y figura nefasta de los momentos más oscuros de nuestra historia muere en silencio? ¿Hoy somos un poco menos injustos que ayer?
Dar respuesta a estas interrogantes no resulta nada sencillo, la idea de justicia es un valor social medianamente compartido, ya que está integrada también por conceptos personales, por lo cual cada individuo puede tener diferentes consideraciones respecto a la misma. De todas formas, existen cuestiones que deberían trascender las consideraciones y afiliaciones personales. Independientemente de las dificultades que implica, debemos hacer el ejercicio introspectivo de plantearnos estas interrogantes.
Por la libertad y la justicia debemos dar pelea todos los días, por lo tanto debemos hacerlo también hoy, en todos los ámbitos de nuestra existencia colectiva.
Libertad y justicia, los dos arados con los que se abren los surcos eternos en la historia.