En una conferencia convocada por el Instituto José Ellauri de Estudios Históricos e Internacionales, que dictamos en julio de este año y titulamos «La seguridad que rehusamos: Un desafío temerario a la vida», con enfoque universal, sentido filosófico y visión estratégica, entre otros conceptos expresamos:
«Percibimos que hemos perdido sensibilidad con respecto a la seguridad; es decir, no valoramos adecuadamente el significado esencial que representa la seguridad para la vida de las personas, tanto en el plano individual como en lo colectivo. No importa el porqué, ahora en este instante, ya que sería tema aparte de abordar y analizar con prudencia, objetividad y extensamente.
No la valoramos (a la seguridad) por simple descuido, por ignorancia o por una automatización en las conductas de las personas que la propia modernidad nos impone. Lo cierto es que observamos una indiferencia a la seguridad que parece acentuarse en un mundo donde vivimos acelerados, preocupados por la inmediatez y la satisfacción material… Ya no importa la superación, sino la fama; ya no importa la esencia, sino la marca; ya no importa la reflexión, sino el chismorreo. Vivimos en un mundo en el cual las ideas circulan velozmente y sin disfrutar del reposo y meditación necesarios; un mundo -en muchos aspectos- dominado por aficionados en esos asuntos esenciales para la vida digna y el bienestar de las personas; un mundo en el que lo virtual puja por imponerse sobre la realidad; un mundo que cada vez es más complejo, confuso y, en consecuencia, más conflictivo.
Y nosotros queremos rescatar la importancia de la seguridad. Pues, cada día más la seguridad de cada uno de nosotros, depende más de la seguridad de los otros. Debemos superar prejuicios y comprender y asumir que la seguridad no viene sola, debemos generarla; es responsabilidad de cada uno, de todos. Y que no hay prosperidad ni bienestar sustentable si la descuidamos. Precisamos un cambio de mentalidad».
Los resultados de ayer, 27 de octubre de 2024, parecen demostrar la sociedad del riesgo de la que nos habla Ulrich Beck y la licuable modernidad que describe Zygmunt Bauman. Y ello confirma nuestra observación y más nos preocupa. No cabe duda que necesitamos un cambio de mentalidad y profundizar nuestro conocimiento para generar pensamiento crítico auténtico. Los costos futuros serán ciertos; ya no serán riesgos sino daños. Después, a llorar al cuartito y destruir los espejos para buscar a quien culpar.
Gustavo Papuchi
28 de octubre de 2024
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Comparto totalmente los conceptos expresados en esta nota.
Excelente creó que es imprescindible. Actuar de inmediato. Pepe Rotary Solymar
Excelente nota “ necesitamos un cambio de mentalidad” nada parece preocupar, cada día aparecen casos aberrantes que ocurren en otras latitudes y son cada vez lejos de un país que se dice civilizado . Estamos en franco retroceso de un contrato social que se diluye entre una vida pacífica y una maldad humana creciente que no tendrá retorno si no se toman medidas drásticas,
¡Clarísimo!, amigo.
Al respecto, acostumbro decir que el signo de estos tiempos es que TODO es: “liviano” (sin peso), “ligero” (rápido) y “superficial” (sin profundidad).
Muy claro y ajustado a la realidad que vivimos. Apoyo totalmente lo escrito por Gustavo Papuchi.