Y el pueblo, el domingo 24 de noviembre pasado, volvió a escoger a Barrabás… Y hubo una mayoría que aplaudía sin importar qué. Y el rumbo de la república –la nuestra– comenzaba a confirmar la incertidumbre entre los desorientados republicanos, insatisfechos por no entender su lógica cívica sin que esa consecuencia les exima de responsabilidades. Para muchos otros, poco influyeron cinco mil años de historia y menos aún el conjunto de exhortaciones de los primigenios filósofos, quienes alertaron sobre la terquedad e ignorancia humanas y el modo de revertirlas. El desenlace del acto electoral nos evocó al Mito de la caverna, de Platón, que nos habla de lo difícil que resulta para el hombre salir de la oscuridad, pues, en definitiva, prefiere complacerse en las sombras y dar la espalda a la verdad, a lo bello, justo y bueno. Una mágica penumbra cautivadora, absorbente y dominante donde lo material y físico priman y lo visceral demanda liviandad inmediata; donde se desvanece la tríada nervadura del prominente hombre para deleitarse en la frivolidad de emociones básicas y dejarse llevar por la intemperancia y la lascivia; donde se pierde la acopladura con la naturaleza, con el universo, con lo sublime.
Así como gitanas de ojos avizores deambulan por las urbes buscando su dulce presa, cándidos a embaucar con sus arteras patrañas; acogemos depredadores del paternal Estado benefactor y social que obran con despejo y habilidad, transformando al pueblo soberano en incauto ocasional.
El balotaje y lo definido
Sobre el desenlace del balotaje uruguayo mencionado nos han inundado de conclusiones alusivas al porqué ganó uno y porqué fue superado el otro; y siguen… Todos los análisis (a los accedidos), contienen algo de cierto; algunos reflejan razones y argumentos coherentes, admisibles por lo menos y hasta interesantes; y, a su vez, todos conllevan algún vacío u omisión que hace que lo propuesto no termine de gratificarnos plenamente. Lo concreto e indiscutible es el resultado final y tenemos lo que nos merecemos; es la lección más nítida de la vida, más allá de toda ideología o idiotología. En otras palabras, “la vaca no da leche”; y sin vueltas y como consigna providencial e ineludible cosechamos lo que hemos sembrado. Y la efectiva sementera depende de un impulso oportuno e inteligente, capaz de sacudir al pecado capital de la pereza y superar la torpeza en comprender las cosas. Quizás, esa conducta cívica procurada podría caracterizarse con el adjetivo responsable, juiciosa, prudente o seria; algo que muchos han olvidado según se desprende de lo sucedido ese domingo referido.
En el orbe de la supremacía de la imagen e informaciones sin filtros, barullentas y distorsionadas o no, con o sin intención, los principales medios de comunicación se esfuerzan en diseminar su verdad conveniente, pues, son empresas que producen, deben lucrar para pervivir; y su rating debe adecuarse a la audiencia que es quien demanda. Como espiral malévolo sin fin, fomentan cada vez menos ilustración y más banalidad; por tanto, más inconsciencia y mejor manipulación. Y contradiciendo a Lou Marinoff, menos Platón y más prozac. Los operadores políticos lo saben y así ajustan su discurso a lo más redituable para su interés personal, tratando de saciar al público. La vieja y útil martingala romana, “pan y circo”, se combina espléndidamente con la maquiavélica premisa que nos dice El Príncipe, de decir al vulgo lo que desea oír; y la tecnología disponible, mucho coadyuva a acentuar las ocasiones de éxito.
Pocos días después del balotaje comenzaron a surgir comentarios sobre cómo sería la conducción del reciente presidente electo y, con ello, también algunas confirmaciones y especulaciones que despiertan más y más aflicción sobre el apego republicano del futuro Uruguay. Ya se planteaban interrogantes; basta evocar, entre muchísimos, tres casos paradigmáticos que retratan el modelo de republicanismo que guiará al gobierno venidero, un típico oxímoron según el periodista Ignacio Álvarez: la senadora del Frente Amplio, Sandra Lazo (próxima Ministra de Defensa Nacional), con énfasis reveló su agradecimiento a la revolución cubana por “…haber sido y ser luz permanente para la libertad”, apología presentada en la celebración del 70º aniversario del asalto al cuartel Moncada (Cuba), en el teatro El Galpón; definiendo con afinada claridad y firmeza la subversión, trastorno, alteración de conceptos a fin de azuzar las acciones de partidarios. En paralelo, Carolina Cosse, quien ejercerá la vicepresidencia de la república en marzo siguiente, al ser entrevistada en el programa “En la mira”, fue consultada si Venezuela y Cuba eran o no una dictadura, a lo que ella respondió “No…” y agregó “cada pueblo tiene su (ínfimo mutismo) estoy convencida de la autodeterminación de los pueblos…” intentando justificar lo injustificable. Como broche de oro a este sugestivo sainete de la izquierda uruguaya y ante el ficto triunfo de Maduro en las elecciones venezolanas 2024, el M.L.N. Tupamaros publicó un ferviente saludo, donde remarcó la paz y la justicia social que se propició con ello (¿?); otro oxímoron al decir de la paz y la justicia. Esta es la especial preocupación que, con certeza, no fue ponderada por muchos de los adeptos a Orsi y que, sin duda alguna, conlleva efectos decisivos, inesperados y no deseados en la futura vida de esos simpatizantes y de su descendencia… lo padeceremos todos, incluso los bisnietos por nacer.
A los pocos días de definirse nuestro próximo mandatario, afloraron además, signos claros que confirman la perplejidad del laureado para enfrentar con atinada prudencia y temple sus deberes presidenciales y evitar el bastardo destino que se cincela; ya tuvimos intenso desconcierto con la gestión de su mentor y, su despilfarro, nos salió muy caro, lustros de retroceso social. El elector no ha asumido que los millones de dólares malgastados en la regasificadora, el tren de los pueblos libres, Pluna, recapitalizar Ancap, etc., terminaron tirados al mar o en espurias excentricidades o desidia de funcionarios o amigos del gobierno, lo que significa que no fueron volcados en asuntos primarios en beneficio de los uruguayos y nunca será porque se esfumaron. No obstante, muchos están tan aferrados a la oscura cavernosidad que no se atreven al saber y no quieren enterarse de que esa dilapidación de recursos estatales hizo pulverizar excelentes opciones para la inversión en salud, educación y seguridad pública; es decir, la consecuencia fue: mermó notoriamente la posibilidad de un mejor bienestar futuro, en particular entre los menesterosos. Ahora y con vistas en tiempos venideros, no cabe duda que fallará la firmeza en el ejercicio de la autoridad superior para sujetar el desbarranco del miserable socialismo; y se reproducirá la pérdida de alternativas para el crecimiento nacional. Un desacierto electoral de aciaga consecuencia para los uruguayos, que miles de caribeños huyendo de las tiranías de sus países y pudiendo integrar nuestra sociedad y demandar y reclamar libertad para sus pueblos, tampoco sirvió para advertir a la hora de votar. El sectarismo, la ignorancia o la corrupción tienen más brío que cualquier aserción que acredite abandonar las cóncavas sombras.
También asomaron, como corolario de convicciones rancias, indignos hechos que inyectan mayor incertidumbre al desarrollo integral de la nación y que –contrario sensu de lo que útilmente niega algún líder político– hacen develar esa zanja delimitadora entre distintas visiones de una sociedad agrietada, en la que una parte valiosa apunta a la superación y libertad responsable de las personas y la otra –consciente o no– se esfuerza por afianzar la mediocridad general mediante el desaliento de la iniciativa individual y el asistencialismo esclavizante de un Leviatán con voracidad exacerbada de recaudar y coartar. Percepciones tan diferentes una de otra que, fácil, permiten distinguir a quienes alzan como presupuestos a la arbitrariedad política, la expoliación económica, la corrupción social y la mentira judicial; esta última, para dar un toque virginal a todo lo demás. En esta convulsión sociopolítica perversa, despuntan quienes –confesando lo siempre alertado, reclamado y jamás atendido por las mayores autoridades del país– hacen evidenciar la intrínseca penuria de los rencorosos, esos serviles de una tropelía inquina disfrazada de justicia; y también la de aquellos que, luciendo el mismo ropaje, derraman malicia extrema sin remordimiento ni contemplación humana, homologando la represalia de los sádicos narcotraficantes que optan por el descuartizamiento de sus víctimas. Algo así como ordenar el encarcelamiento en Nochebuena, por simple precaución al no estar condenado, de un veterano servidor de casi 90 años que padece graves dolencias y está impedido de valerse por sí solo, como si fuera un peligro para la sociedad o un potencial y vil prófugo. Ya no hablamos de ser justos o ecuánimes, ni de justicia del enemigo, estamos presenciando la sublimidad de Satanás.
En noviembre 24 hubo –con o sin semejanzas, tibiezas, imitaciones u ocultamientos exprofesos– dos cosmovisiones de vida antagónicas en puja y una disputa electoral cuyo resultado provoca desilusión en un vasto sector de la población, aunque lo esencial y trágico es que licúa la idea de desarrollo integral y bienestar de los individuos. El efecto del sufragio tumbó una aspiración que, con inspiración en la tradición humanista y republicana independentista, ahora se trunca y ello ahoga la honra a los postulados contenidos en los primeros artículos de nuestra Carta Magna desde su origen. Mientras tanto, la voluntad rival se excita y sonríe, a la vez que confunde la realidad con su relato y en él opaca a la solidaridad que se trasviste de complicidad, la eficiencia de derroche, la ética de capricho, la autoridad de autoritarismo y la imparcialidad de venganza. Y así, justicia y convivencia pública se transforman en una dependencia subyugante de una elitista conducción vanidosa que, imbuida de los mandatos recalcitrantes del Foro de San Pablo y Grupo de Puebla, orientará hacia el abismo engullidor de toda esperanza de virtud social. Y, con facilidad, se logrará enterrar a la sociedad en el fracaso… en las siniestras tinieblas de la caverna. Allí, la felicidad civil podrá revolcarse en la impureza sórdida del engaño socialista. Cuba y Venezuela tan cerquitas a la vista y tan lejos de discernir.
Propuesta de modificación constitucional
Concordando con la irónica opción al titular del Ejecutivo, se frustró la modificación constitucional que proponía la posibilidad del mecanismo de allanamiento nocturno. Los delincuentes están de fiesta… El apoyo a esta enmienda obtuvo un guarismo similar en adhesiones a la otra iniciativa que tampoco se aprobó y que siendo apoyada por quienes siguen pensando que la vaca da leche, fue propuesta por quienes ansían que creamos eso, que basta con abrir la nevera y beber un vaso del albo líquido y, si no se puede, se inculpe a otro. Con este pernicioso criterio se reafirma que no importa el futuro ni el progreso en favor de la gente; un triste enfoque que deja al descubierto el raquítico aprecio a la calidad de vida de las personas, una visión que prioriza el encandilamiento de incautos y necios. Una infecta mirada de los ambiciosos contumaces del socialismo con apetito a figurar y saborear las regalías del capitalismo y no a gobernar.
Aquellas vívidas y desafiantes voces, futuro y progreso, son esgrimidas con vehemente reiteración en el discurso demagogo de la política doméstica y con mayor énfasis en los sectores de izquierda; pero su interpretación real es lejana, remota a la noble dimensión que le atribuían los legisladores originales, aquellos que portaron en su carne o en su alma el indeleble testimonio de su cruenta lucha por la libertad y que expiraron con ello en señal inequívoca de su patriotismo y compromiso con la nación que surgía con vocación soberana. Eran otros tiempos, sí… y en ellos se honraba la palabra, la rectitud de proceder y el trabajo, se respetaba al prójimo y a uno mismo y se valoraba a la comunidad en lugar de primar al Estado como plataforma de desenvolvimiento; una época que enaltecía lo bello y armónico, una etapa en la que se distinguía y se cuidaba más allá de uno. Por entonces no había una perturbada izquierda que atizara el odio, que crease inseguridad y que frenase el desarrollo. Hubo sí necesidad de orden y superación, sobre todo de libertad y, por ello, la gente se brindaba presta y dadivosa; había que progresar y se reverenciaba lo justo, el vigor manifiesto y la noción de seguridad que comenzaba con la mismísima constitución de la república.
En el transcurso de los casi doscientos años desde que nacimos como país independiente hasta el presente, han pasado y cambiado muchas cosas; aunque algunas siguen tan inmutables como fueron delineadas en el origen. Persiste y está bien que así sea, lo que somos y debemos seguir siendo como nación, así como el conjunto de mandatos y preceptos que nos sostienen y nutren como unidad política autónoma, libre, allende las subsiguientes modificaciones a la Constitución de la República de 1830. Uno de esos principios cimentales es la seguridad, en su sentido integral, holístico, que se aunaba al sujeto autárquico en la escena internacional y a la unidad soberana y garante en el ámbito interno para asegurar la sana convivencia pública, además de honrar al buen ciudadano y afianzar el desarrollo de la agrupación humana. Estos designios que aún se conservan como cometido esencial estatal y derecho y deber de cada individuo, están siendo subestimados a impulso de ideas lesivas. La prueba contundente es lo que ha acontecido con el rechazo de la ciudadanía al mecanismo de ejecución nocturna de registro policial de domicilios. A este respecto, y como afirmación a ello, ningún medio informativo presentó con estrépito análisis o conclusión fundada sobre la desestimación a la posibilidad de hacer allanamientos durante la noche. Esto de por sí es un claro indicio de desdén al tema Seguridad. Es lógico pensar y no se discute que se remarque la noticia de lo predominante, que es la lucha por la presidencia; pero no es bueno ni razonable y no debe desestimarse aquello que, con potestad, provee y afirma bienestar a la gente, ya sea en lo individual como en lo colectivo. Después de todo, sin seguridad no hay estabilidad y mucho menos paz, progreso y libertad.
La indiferencia general que involucra a líderes, a mecanismos y recursos de comunicación (salvo contadas excepciones) y a los habitantes del país en su mayoría, en cuanto al compromiso real con la seguridad, es causa base de la debilidad que frena y obstaculiza el desarrollo próspero de los uruguayos. Mientras no se adopte una actitud distinta al respecto, continuaremos tropezando con problemas de todo orden, porque la seguridad es transversal a toda actividad humana; y ello debiese despertar la preocupación por revertir, con el aporte de cada uno, esta ingrata situación. Los gobernantes y políticos deben hacerlo en su rol de líderes o representantes de los ciudadanos, promoviendo la educación pertinente; los medios y en particular sus voceros y comunicadores, ilustrándose y coadyuvando a la difusión eficaz y continua de esa responsabilidad compartida de la seguridad. Finalmente, las personas deben abrirse a pensar en pauta de seguridad integral y, a partir de ello, proceder con conductas públicas que contribuyan a cada una y a la nación. Lo triste es atisbar el rechazo al significado y alcance de este asunto vital y que no se asuma la consecuente formalidad; perdura una resiliencia a la superación, por lo que es necesario renovar la mirada a la idea de seguridad, de lo contrario, proseguiremos sucumbiendo cada día más y en breve… con mayor aceleración.
Solo un 40 % apoyó el requerimiento de una herramienta que –con mayor énfasis en los tiempos que vivimos– se hace ineludible para combatir a la delincuencia organizada y particularmente al tráfico de estupefacientes y personas. Paradójico será constatar el reclamo por mayor protección por parte de algunas voluntades de esas que desestimaron esta iniciativa (60 % aproximado); y lo harán, sin vacilar lo harán cuando la amenaza golpee sus puertas o deban padecer el daño en su propia piel. Más angustiante es observar a líderes que se complacen con solo atenuar la fachada, lo superficial de las causas de la inseguridad, haciendo oídos sordos al asesoramiento de expertos y eludiendo el cometido de enfrentar con decisión las fuentes de los diferentes tipos de violencia. Dilatan la adopción de medidas por los costes espurios que pudiesen aparejar (intereses privados, temor, caudal de votos, etc.), a la vez que desestiman las consecuencias, confiados que no tratan con situaciones dramáticas que exigen solución inmediata. Se debe apagar el incendio y, a la vez, tomar medidas precisas para influir en el mediano y largo plazo, con avezado criterio estratégico y profesional. Pues, ante el daño o riesgo de cualquier clase u orden, las secuelas de la inacción pasiva se agudizan con el paso del tiempo y luego vapulean con suma severidad a una población que mira con ojos de deseo lo que no es. Nos recuerda a la actitud de los habitantes de la isla de Melos, frente a los embajadores atenienses en el marco de la contienda con Esparta, según relata Tucídides en el afamado Diálogo de Melos; y con certeza cristalina, como sucedió con los ilusos y surrealistas isleños, el destino de los ingenuos será luctuoso y lamentable. Somos responsables todos por la seguridad y se debe serlo, aun, cuando elegimos a quienes legislarán y gobernarán.
No es auspiciosa la proyección en este sentido para el Uruguay, pues, partimos de la base que el mayor porcentaje del electorado no se sensibilizó a apoyar un procedimiento como lo propuesto, un instrumento importante y ciertamente eficiente para combatir al delito y apostar a reducir la inseguridad pública percibida. Y no es por este detalle en sí; sino por lo que simboliza ponderar a todo lo relacionado con seguridad. Sobrevuela una concepción adversa a su referencia que dista del mérito que debe atribuírsele y que continuamente se desdeña por intereses ajenos; y ello debe reconvertirse para bien de las personas y las comunidades, para afianzar la libertad, la paz y el progreso. La nebulosa se intensifica al agregar otras variables que subvaloran a la seguridad. La tendencia al aumento de producción y venta de cánnabis, junto con la mayor codicia por la variante Épsilon que impele más potencia, según demuestran las últimas cifras anunciadas en el ámbito nacional, indica una expansión en la demanda y en consumo. Con ello, se incrementan las actividades conexas que, naturalmente, de por sí, son capaces de cebar incertidumbre y peligros; y se acentúa la inseguridad. Debilidad que se agudiza –más aun– con la propensión a la ineficacia de la educación nacional que es un imperativo sin enmendar, ya sea por la menor capacidad de asimilación de los educandos, por ineficiencia docente al enseñar, por el mayor adoctrinamiento en perjuicio del saber o por la deserción acentuada a cierta edad; todo lo que favorece el impacto negativo para la comprensión y compromiso con la interacción, convivencia y seguridad de los miembros de una nación. Estas situaciones nombradas están, cada vez, más cerca de empeorar que de mejorar y ello acrecentará la necesidad de mayor esfuerzo estatal y de todos por generar seguridad; pero no se percibe y no se induce a ello, la indiferencia se consolida inexplicablemente. Por tanto, es difícil imaginar que en un plazo medio se logre concienciar sobre el valor significativo de esa condición insustituible de cuidado y protección que hemos denominado seguridad y que se erige como pilar esencial para el bienestar general, como antesala del progreso y la paz y como una necesidad transversal a toda práctica del ser humano… una cualidad vital comparable, solo, con la respiración. Se debe superar este talante que tumba a la condición que libera de daños y peligros para brindar libertad y vida estable. Y si lograr la gratificación de esta necesidad básica podría tildarse de ilusoria, es muy probable que salir de la oscura sofocación socialista será arduo y requerirá de inusuales energías convergentes. Será imperioso una resurrección excepcional, un fresco y reavivado renacimiento… Algo que, evidentemente, la generación baby boomer no verá.-
