La política no es un juego para pusilánimes. La historia no la escriben los tibios, la escriben quienes tienen la convicción y el coraje de enfrentar la realidad con firmeza. La tibieza es la antesala de la rendición, y el actual gobierno de la coalición lo ha demostrado con creces. Su obsesión por parecer políticamente correcto, por evitar cualquier confrontación directa, por ceder ante los ataques de la izquierda, no solo lo debilitó, sino que lo llevó a su propia sepultura.
El Frente Amplio no ganó la batalla por ser mejor, sino porque la coalición de gobierno le entregó las armas y bajó la guardia. En lugar de liderar con autoridad y determinación, prefirió el equilibrio cómodo del “no confrontar”, del “vamos a dialogar”, del “no es el momento”. Esa moderación no fue un acto de sabiduría, sino de cobardía. No se defendió con fuerza cuando era atacado, no marcó agenda propia, no enfrentó la manipulación mediática de la izquierda. Al final, la coalición solo fue una marioneta que terminó bailando al ritmo del progresismo.
La pregunta ahora es: ¿seguiremos viendo esta debilidad en las elecciones municipales? Si los candidatos de la coalición repiten la misma estrategia de sumisión, de querer agradar a todos sin enfrentarse al enemigo, el resultado será el mismo: derrota asegurada. La izquierda sabe golpear y no tiene piedad; los que se enfrentan a ella deben tener la misma determinación. No hay lugar para la complacencia.
Uruguay necesita líderes con carácter, no simples administradores del desastre. No se puede gobernar con miedo ni ganar elecciones escondiéndose detrás de discursos vacíos. La política es una batalla de ideas y valores, y solo los que luchan con convicción pueden prevalecer. Es hora de dejar atrás la tibieza y demostrar que hay una alternativa con fuerza, con coraje y con la determinación de cambiar el país de verdad.
Roberto Alfonso Azcona
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