LAVALLEJA: EL HOMBRE, EL CAUDILLO Y EL MILITAR.

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El Caudillo.

Creado el Estado uruguayo, participará en forma activa en la consolidación del mismo, aportando o contrayendo en su progreso, colaborando con el gobierno nacional o sublevándose a él. Participará parcialmente durante la Guerra Grande, pero su figura volverá a ser importantísima en vislumbrar salidas de paz, entendimiento, progreso y desarrollo para el país, luego de esos luctuosos sucesos, integrando un Triunvirato de Gobierno junto a su compadre y amigo Gral. don Fructuoso Rivera, pero desgraciadamente la muerte los alcanzará a los dos, sin poder concretar todas las expectativas que había generado esta nueva campaña, esta vez no de a caballo, sino ya asentados sus años, desde la acción política.

  • Consolidación del Estado uruguayo. Es importante la actividad de Lavalleja en este período de nacimiento de un Estado independiente, y la Provincia continuará con la línea de trabajo institucional que se había dado a partir de la “Cruzada Libertadora”; durante esta época se reafirmará la existencia del conflicto entre Unitarios y Federales, presentado también de la confrontación entre “Doctores” y “Caudillos”.

Lavalleja tomará actitudes que serán muy criticadas por los ciudadanos de Montevideo, aunque defendido por los Orientales que a fuerza de sangre y fuego conquistaban los derechos a nuestra libertad. Esto llevará que al momento de elegirse el primer Presidente de la República el cargo será para Fructuoso Rivera.

Nuevas diferencias entre ellos, aunque más se pueden atribuir a contrarias posiciones e intereses de las personas que acompañaban a uno u otro, llevarán a varias confrontaciones bélicas y políticas entre ambos.

Como veníamos anunciando desde párrafos anteriores, el enfrentamiento entre Unitarios y Federales se estaba infiltrando en nuestro territorio, y con el cambio de orientación en el gobierno de las Provincias Unidas, haciéndose del gobierno los federales, representados por don Juan Manuel de Rosas, sumado al hecho de haber renunciado a su cargo el segundo Presidente de la República, General don Manuel Oribe, por una revolución encabezada por Rivera, y mantener Rosas el reconocimiento como Presidente legal a Oribe, los conflictos que ya se daban en el territorio argentino se trasladarán a nuestro país y dará comienzo a lo que se dio a llamar la Guerra Grande.

  • Guerra Grande y encauzamiento del país. Mucha tinta tendría que correr si nos ponemos a hablar de este largo conflicto, del Gobierno del Cerrito, de la Nueva Troya, de cada uno de los héroes Orientales que habiendo luchado por la autonomía de la Provincia, por su libertad y por su independencia, al final fueron a caer en una guerra entre hermanos, acicateada por intereses extranjeros.

Con relación al tema que nos ocupa, las acciones militares en que participó el General Lavalleja, en este período también las hubo, pero estuvieron más signadas por la contrariedad que por el acierto, pasando a ser un espectador privilegiado en esta triste guerra. Si bien era partidario del bando de Oribe, este no lo tuvo en cuenta en su facción. Con todo, era común ver al viejo General por

las tardes, concurrir al “Café de los Federales”, en la villa de La Unión, a platicar con sus antiguos compañeros de tantas fatigas.

  • El Triunvirato de Gobierno de 1853. Culminada por fin la guerra, la paz de octubre con el lema “Ni vencidos ni vencedores”, vaticinaba que por fin habría concordia entre los Orientales, pero los intereses partidarios pudieron más y el gobierno elegido para conducir el país, luego de ese triste trance, a cargo del ilustre ciudadano don Juan Francisco Giró, no pudo contener todas las tensiones que iban renaciendo de las desavenencias anteriores.

Se pensó, y creo que con acierto, que para solucionar estos desencuentros y encauzar el respeto institucional necesario, para la vida de la sociedad en seguridad y desarrollo, lo mejor era contar con la conducción de los máximos héroes que aún se desenvolvían entre ellos y así se conforma un triunvirato con don Juan Antonio Lavalleja y don Fructuoso Rivera, completado ante la ausencia de este último por encontrarse en el Brasil, por el General don Venancio Flores, Ministro de Guerra en esa época.

Podríamos comentar las grandes expectativas y alegrías que causó estos nombramientos, pero lamentablemente esto lo podemos comprobar por los homenajes que se le tributaron al gran General, que habiendo muerto mientras firmaba documentos en la Casa de Gobierno de la época, en el Fuerte, vistiendo uniforme militar, cumpliendo sus tareas como siempre lo había hecho, al frente de donde le tocara actuar.

Murió en la capital uruguaya el 22 de octubre de 1853 a los 70 años de edad. Pocos días después, el 13 de enero de 1854 con 69 años, su compadre Rivera seguía sus pasos hacia la eternidad.

José Enrique Rodó, en un homenaje que se le realizaba al héroe decía: “La gloria de Lavalleja es más duradera que el bronce”.

CONCLUSIONES FINALES

Lavalleja: el Hombre, el Caudillo y el Militar.

Lavalleja, ¿quién fue?, seguramente, el mejor discípulo del Gral. don José Artigas; quién continuó su lucha por el federalismo y estuvo más cerca de lograr los objetivos que se había planteado su jefe y guía. En tiempos que actuó bajo las órdenes de este, primó su amor a la Patria y a la libertad. Luchó valerosamente y fue la expresión fiel de las capacidades del gaucho Oriental, buen jinete, bravío e intrépido, conocedor de todas las artes camperas que las utilizó en los combates, el lazo, las boleadoras, la lanza y el sable. Su primordial ventaja, el conocimiento del terreno y la capacidad de sus hombres, así como saber las posibilidades de sus enemigos, generalmente manifiestas en su poder de fuego y masa, dependientes de una cadena logística vulnerable en terreno hostil.

Cuando debió desempeñarse como Jefe de los Orientales en la empresa de liberar la Patria, no dejó ningún elemento de la operación táctica sin atender. Desde la financiación para el proyecto, la alianza con fuerzas amigas de otras Provincias, la prosecución de armamentos y recursos, el reconocimiento de la situación en la zona de operaciones, comprometer el apoyo de los lugareños con recursos, aportando medios para el combate o participando directamente en las tropas de línea o milicias. Como resultado de esta minuciosa planificación, recordemos lo que decía el propio Lavalleja en mensaje al Gobierno Provisorio instalado en la Provincia: “… en número de treinta y tres, entre Oficiales y Soldados, pisamos estas playas afortunadas y puede decirse que una cadena de triunfos ha sido nuestra marcha…”.

Fue su preocupación desde un principio de la “Cruzada Libertadora”, el establecimiento de órganos de gobierno y administración para la Provincia, que él la veía libre, puesto que de lo contario lo vencería la muerte; así, a la instalación de un Gobierno Provisorio, siguió la organización de una Asamblea de Representantes, que tuvo nada menos que la responsabilidad de redactar el Acta de la Independencia Nacional, y también estableció los primeros Ministerios con que contó la Administración de Gobierno (de Gobierno, de Hacienda y de Guerra).

Vimos a lo largo de esta serie de artículos publicados, que su familia nunca estuvo alejada de su vida, ni en tiempos de lucha, ni cuando prisionero, tampoco en el triunfo y menos en los malos tiempos. Bien relata un comerciante y escritor francés, Benjamín Poucel, recordando cuando fue invitado a la casa del Libertador, durante el sitio a Montevideo en la Guerra Grande, refiriéndose a doña Ana Monterroso de Lavalleja: “Doña Ana era el alma de la espada del General”.

Hemos visto el Hombre, el Militar y el Caudillo, que fue nuestro Brigadier General don Juan Antonio Lavalleja, que así como fue nuestro libertador del yugo brasileño, nos dio la independencia en el concierto de las naciones del mundo. Su pueblo agradecido lo honró con la primer estatua ecuestre que se erigió en nuestro país, el 12 de octubre de 1902, obra del escultor Oriental Juan Manuel Ferrari, que aunque dispuesta por ley de 1885, donde se disponen los fondos para erigirla en la Plaza Independencia de Montevideo, conmemorando los 77 años del triunfo de la “Batalla de Sarandí”, se fue a instalar en el centro de la Plaza Libertad, en la capital del departamento que desde el año 1927 lleva su nombre. La obra se concretó, gracias al denodado esfuerzo de sus coterráneos, la Junta Económica-Administrativa de Minas y su vecindario, que según escribiera el periodista lugareño, Santiago Dossetti, debió superar “la indiferencia y hasta las hostilidades de los gobernantes de la época”.

De todas formas, muchas autoridades, encabezadas por el Presidente de la República don Lindolfo Cuestas y varias personalidades nacionales, se hicieron presente en Minas para el homenaje, pero como fiel reflejo del fervor patriótico con que se lo veneraba, vale recordar las significativas y emotivas palabras que pronunciara el Poeta de la Patria, Doctor don Juan Zorrilla de San Martín al descubrirse su estatua: “¡Presentes mí General!”

Tras su deceso, el país fue agradecido desde un principio con su héroe, dictándose una ley expresamente ante esta situación, en la cual se estableció que su morada final sería en la Iglesia Matriz de Montevideo, especificándose que se hacía como excepción y como única vez. Ley que a poco debería ser modificada, pues con el fallecimiento de Rivera, las autoridades le brindaron similares homenajes, de ahí que nacieron en un mismo tiempo, vivieron y lucharon brazo con brazo y hoy siguen juntos por la posteridad.

Para terminar estas escrituras, creo oportuno recordar estrofas con que merecidamente homenajeara el Presbítero Olegario María Núñez, oriundo de Minas, al Señor Brigadier General don Juan Antonio Lavalleja:

 ¡Bien estás en el bronce, león minuano, 
con tu gesto de heroica rebeldía!
¡Sí parece que cargas todavía. 
«Carabina a la espalda y sable en mano»!

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