MAYO, MARCHAS Y REVOLUCION CULTURAL. Por Daniel García

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Parecería que el mes de mayo está asociado a revoluciones, tanto por aquí como en otras latitudes.

Hace pocos días recordábamos un nuevo aniversario de la Batalla de las Piedras, uno de los mojones de nuestra revolución camino a la independencia.

Los vecinos argentinos están celebrando en estos días un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo, hecho que llevó a su independencia también.

Más cercano en el tiempo, en 1968 tenemos el famoso “mayo francés”, acontecimiento sucedido en Europa, que se extendió a buena parte del mundo y que también fue una revolución, sobre todo en costumbres y valores.

Aterrizando en este tiempo y en este mayo, días pasados se llevó a cabo la conocida “Marcha del Silencio” que desde hace años se desarrolla en el centro de la capital de la República, cada 20 de mayo.

En la misma se recuerdan a las personas desaparecidas durante los hechos de la guerra interna de los años sesenta y setenta.

Fecha elegida por ser en la que fueron asesinados en Buenos Aires Zelmar Michelini y Gutiérrez Ruíz, junto a dos integrantes del MLN Tupamaros.

Este acontecimiento parece quebrar durante algunos días nuestra sociedad, al removerse asuntos del llamado pasado reciente, que son polémicos, generan discusiones, pronunciamientos, embanderamientos, al recordar estos oscuros y dolorosos hechos en los que perdieron la vida muchos ciudadanos, algunos inocentes por completo. Hay muchas heridas abiertas todavía, la pacificación no llegó aún.

Durante cincuenta años la izquierda ha diseñado un relato, a través de libros, tradición oral, publicaciones de prensa, sus agentes culturales de todo tipo, periodistas, artistas, los cuales instalaron una visión de la historia reciente, sin que hubiera en el tiempo otra segunda versión del Estado, más que la de un “silencio austero” a lo largo de tanto tiempo.

Relato hemipléjico que ha llevado a terminar presentando hechos y acciones que han tenido como protagonistas a quienes integraron los movimientos terroristas, como ciudadanos que pensaban distinto, llenos de una pasión por cambiar las realidades del mundo, con intenciones siempre pacíficas y altruistas.

Ese error de concepción está tan arraigado que forma parte de la proclama de 1983 en el obelisco, leída por Alberto Candeau.

Quienes, llevando a cabo todas esas buenas intenciones, se encontraron con una brutal represión por parte de las fuerzas de seguridad, del orden o fuerzas armadas, que se encargaron de detenerlos, torturarlos y cuando no, desaparecerlos.

Un puñado de jóvenes idealistas frente a fuerzas represivas inhumanas y despiadadas, así es el panorama simple que se le presenta a tanta gente, sobre todo muchos jóvenes a quienes se les oculta deliberadamente la verdad.

La llamada “Revolución Cultural”, de la que nos hemos ocupado en varios artículos, ha permeado tantas actividades, las que viajan hoy en día, casi exclusivamente en una única y posible versión y visión sobre lo que pasó.

Desde esta perspectiva los guerrilleros derrotaron a la república.

Durante años, comisiones investigadoras sobre aquellas muertes, dejaron caer sospechas y rumores sobre que estos homicidios, podían involucrar a integrantes de las FFAA, quienes habrían sido los autores de los hechos.

Sin embargo, recientemente se descubrió quien fue uno de los autores de esos crímenes.

Era un tal Daniel Cheruti, detenido recientemente en Italia, quien formaba parte de una banda de delincuentes que fueron los que ultimaron a estas cuatro personas. Las razones fueron explicadas por el hijo de Gutiérrez Ruiz y publicadas en el semanario Búsqueda, pero no entraré en detalles.

La revolución cultural vigente, no se ocupa de divulgar esta noticia, ningún programa tan afín a denuncias o eventuales escándalos sobre el pasado reciente, lo hace, cuando todo queda tapado por una impecable indiferencia.

No hay mención ante un hecho tan relevante sobre el que se han ocupado años y ahora cuando aparecen los responsables, silencio, mucho silencio. 

Pero esto no es todo, esta fecha en particular despierta la conciencia y moral de mucha gente, algunos plantan la margarita sin algunos pétalos en su ventana, embanderan su auto o su perfil de redes sociales o celular, el que pasa a identificar a estos ciudadanos que sienten representar una buena y loable causa.

Dirigentes de casi todos los partidos, parecen ser hipnotizados por esta fecha, a la que sienten la obligación de adherirse y explicitar su apoyo.

Un super conocido y repetido “nunca más” y la palabra “presente”, pasan a formar parte de una especie de “santo y seña” que los coloca en la categoría “bien pensantes” o mejor dicho “políticamente correctos”.

Hasta sedes de partidos políticos tradicionales, parece que tienen que ostentar ese día la distinción de estar del lado “bueno”, para lo cual colocan fotos de figuras como el caso de Gutiérrez Ruíz., cuando no también, han puesto en su fachada los colores de la llamada “diversidad”.

Yo lamento romperles la ilusión y el sueño con esta triste noticia, la cual debería hacer reaccionar y reflexionar a los responsables de estas agrupaciones políticas.

Estas actitudes o posturas, no les aportarán un solo voto, si tontamente piensan que por adaptarlas serán considerados correctos o simpáticos por un supuesto guiño a la izquierda y que esto convencerá a alguien.

Tal cual dice Federico Leicht, la gente prefiere el original y no una copia con desodorante, entiendan de una vez, estos asuntos son hegemónicos de la izquierda, los guerrilleros son de sus filas, los demás, “idiotas útiles”.

Lo único claro es, una pérdida de identidad con su historia, orígenes y respeto a figuras emblemáticas, así como aquellos que se definen como “Defensores de las Leyes”, terminen al lado y defendiendo consignas de los mayores violadores de leyes que hemos conocido.

Identificarse con personajes que claramente colaboraron con movimientos clandestinos, es una grave y grosera afrenta, defender como acciones valederas, o que supuestamente pensaban distinto, a personas que solo agredieron a la sociedad en una interminable carrera de delitos graves, descalifica groseramente.

No debería llamar la atención, ya que, en 1983 en ocasión del Acto del Obelisco, ya nos dijeron que había ciudadanos detenidos por pensar distinto y que la altivez cívica de los mismos no estaba en duda.

Eso marca claramente de qué lado del mostrador se coloca cada uno, lo que emerge a tope, cuando hay tantos frenos en votar reparaciones a familiares de víctimas de actos terroristas y, por otro lado, se han otorgado generosamente indemnizaciones por cerca de quinientos millones de dólares a sediciosos.

Hoy sabemos que hay cerca de treinta guerrilleros que cobraron indemnizaciones a ambos lados del Río de la Plata.

Para ser obedientes a esta “revolución cultural” diseñada por la izquierda, todos son arrastrados a utilizar el término “terrorismo de estado” para agregar más dramatismo y crítica a lo que el estado debió hacer.

Se amparan en su discurso en el Estatuto de Roma, al que desconocen olímpicamente. En el caso de un izquierdista no me asombra, pero cuando lo hace un blanco o un colorado duele porque huele a cobardía y traición.

Una agresión organizada desde el exterior, con apoyo logístico y económico, preparó, instruyó y armó a los grupos subversivos que querían tomar el poder a través de la lucha armada según sus objetivos y documentos.

¿Con que medios o formas contaba el estado para detener esta agresión y caos en el que estaba el país?

Con sus FFAA, que fueron llamadas a contener algo que sobrepasaba y excedía las posibilidades de las fuerzas del orden policiales, para lo que hubo que declarar el estado de guerra interno y luego votar una ley de seguridad.

En ese marco y esperando que el lector pueda comprender la gravedad del momento, así como las características de una guerra no convencional, hubo que actuar y desarrollar operaciones que rápidamente destruyeran un vasto aparato militar, logístico, sanitario, creado para ejecutar y apoyar acciones clandestinas, de cuya naturaleza terrorista no se puede dudar.

Antecedentes sobran en Argelia e Indochina, en Vietnam y Angola, etc.

Este tipo de acciones, requieren de obtener información crucial, que permita ir desarticulando células de personas, que actúan en forma clandestina y compartimentada, sino el propio diseño de su estructura hace que desaparezcan rápidamente, dificultando su captura o el hacerse con información vital que eviten acciones, atentados, secuestros, etc.

La crueldad de toda guerra es indescriptible, como a veces incomprensible, pero la terrible realidad nos dice que siempre hay víctimas directas o indirectas.

Nuestra historia conoce de estas desgracias, terminadas muchas contiendas se escuchaba el toque de degüello y ese hecho terminaba en verdaderos baños de sangre.

Se ha tenido que resolver como seguir adelante, para que ciertas heridas no se extendieran en el tiempo, para lo cual se utilizó perdones o amnistías para que los orientales miraran hacia el futuro, vieja receta que el cristianismo nos legó y que define nuestra civilización.

Los mandos militares ya han asumido hace años, desde 1985, las responsabilidades de la guerra interna cuando declararon que hubo una pérdida de referencias en los excesos que las operaciones de combate tienen implícito.

En el campo de los grupos sediciosos, nunca ha habido una declaración de arrepentimiento o autocrítica sobre lo que sus acciones trajeron como consecuencia.

Una generosa amnistía en el año 1985 liberó a quienes aún cumplían condena, comprendiendo ésta, a aquellos que nunca habían estado detenidos, ni por los delitos más graves, como pueden ser los de sangre.

Atrás quedaba una larga secuela de veinte secuestros, setenta y seis asesinatos, ciento veinticuatro asaltos y setenta y seis actos terroristas de variada índole, más una sociedad tan dividida como llena de rencores.

Años más tarde se legisló, para extender esa vuelta de página a aquellos integrantes de la FFAA que hubieran participado en acciones que ameritaran aplicar la llamada “ley de caducidad de la pretensión punitiva del estado”.

Ya sabemos lo que sucedió, cuando luego de dos plebiscitos a favor de aplicar la ley, los mismos fueron desconocidos y violados en su veredicto, tergiversando y alterando el orden jurídico de manera irreparable.

La llamada “Marcha del Silencio”, pretende mantener vivo un reclamo, seguramente válido, sobre el destino de los restos de una treintena de ciudadanos desaparecidos en el país en el marco de esa guerra interna.

Se agregan siempre, unos ciento setenta casos más que sucedieron en otros países, mayoritariamente Argentina, existiendo la casi certeza que algunas de las supuestas víctimas, en realidad se encuentran en otros países bajo otras identidades o fallecieron en otros países producto de participar en otras guerras.

*Notas a pie de página

Los grupos terroristas en su accionar se valían de la coordinación, ayuda o apoyo de otras organizaciones similares que paralelamente llevaban a cabo acciones subversivas y con idénticos propósitos que aquellos grupos que operaban en nuestro país.

Las medidas de combate a los mismos no fueron idénticas, por lo que en otros contextos quienes fueron detenidos pudieron haber corrido con suertes diferentes.

Ante el reclamo, que parece no tener fin y en el que se agrega y se insiste con los términos de verdad y justicia, o de, ni olvido ni perdón, es utópico considerar que alguien, aunque tuviera datos o información, la vaya a aportar, si el próximo paso que le espera es ser detenido.

Además, reinando una atmósfera de ocultamiento y tergiversación no se propicia la cooperación de nadie para nada.

Hoy vemos, que militares en el entorno de entre setenta y más de ochenta años, son conducidos a prisión solo porque se encontraban en determinado lugar, en base a convicciones o autopsias, llamadas históricas, son acusados de delitos graves, sin pruebas o con falsos testimonios, las garantías están en zona de arenas movedizas, pendiendo de la nada.

Términos jurídicos como imprescriptibilidad, no retroactividad de la ley penal más gravosa, defensa del más débil, han sido vaciados de contenido y llenados de contenido político.

El sistema político muestra una gran fractura en este tema, cuando la agenda que la izquierda indica es acatada y seguida en dirección a justificar y pasar por alto las acciones llevadas a cabo por grupos armados ilegales, sin condenarlos lo suficiente, o peor, prestándose a acciones del ámbito psico político, que en verdad le son bien ajenas.

Las FFAA son de la Nación, es a quienes se les da la custodia de la máxima fuerza disponible para defender la soberanía, la que comprende, como aconteció en la guerra interna, combatir grupos armados con apoyo del exterior.

En definitiva, son a quienes el Estado y su Institucionalidad debió recurrir, como lo termina haciendo en tantas ocasiones, para salvar al país de una agresión sin precedentes.

Que la Revolución Cultural no obscurezca la historia, no nuble el pensamiento y tampoco amordace la verdad.

Daniel García

*19 de setiembre de 2005 página 9 Diario El País da cuenta del inicio de investigaciones, sobre el tema de unos 150 desaparecidos, entre el gobierno de Vázquez y Kirchner ocurridas en Argentina.

*27 de setiembre de 2005 Diario La República página 2 el Escribano Miranda investigará en Argentina la desaparición de cerca de 200 personas.

*11 de setiembre de2007 Diario El País informa que Argentina entrega informe sobre 200 uruguayos desaparecidos en Argentina

*8 de Julio de 2015 Diario El País la Secretaría de Derechos Humanos confirma que hay 192 desaparecidos.

Nota: estas noticias confirman que la mayoría de los desaparecidos durante el conflicto ocurrieron en Argentina, siendo treinta y dos aquí en Uruguay.

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