MONTEVIDEO Y LA BASURA EN LAS CALLES: ¿Un Problema de Hábitos o de Percepción? Por Gabriel Kann Karabelnik

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En los últimos tiempos, Montevideo ha experimentado un fenómeno que, si bien antes era algo aislado, hoy parece haberse establecido como algo común: la acumulación de residuos fuera de los contenedores. Lo que antes era una excepción, hoy se ha convertido en una regla en muchas calles de nuestra querida ciudad. La gran pregunta es: ¿esto es simplemente un desajuste en la limpieza o estamos ante una situación mucho más compleja? ¿Podría estar ocurriendo algo más, algo que no sea tan casual?

¿Causa Natural o Artificial?

Lo que inicialmente parecía ser un pequeño descuido, hoy se ha transformado en un desafío cotidiano para los vecinos. No estamos hablando solo de grandes objetos que se dejan cerca de los contenedores, sino también de esos pequeños desechos dispersos por las veredas, que tenemos que esquivar de no pisar, creando una imagen de un desagradable y pequeño basural (o no tanto) en muchos barrios capitalinos. Si bien el comportamiento de algunos vecinos juega un papel fundamental, existen factores adicionales que agravan considerablemente la situación, como la presencia de personas itinerantes, que, por su condición, revolotean entre los residuos en busca de algo que puedan aprovechar o comer.

Muchos de estos individuos enfrentan problemas de salud mental, adicciones o traumas previos, lo que los lleva a buscar entre los desechos materiales reciclables o incluso elementos para su supervivencia. Este comportamiento, que antes era aislado, hoy parece ser parte de la rutina diaria en muchas zonas de Montevideo.

La Realidad de los Itinerantes

El problema no se puede reducir a un simple tema de «mala educación» o «resentimiento». La situación de los itinerantes es mucho más compleja y debe ser entendida dentro de un contexto mucho más amplio. A menudo, se utilizan términos despectivos e insultantes, como «pichis»,»bichicomes», “marginados”,  entre otros y en pocas ocasiones «personas en situación de calle» o «personas en situación de vulnerabilidad», para referirse a ellos. Sin embargo, esta terminología no captura la complejidad de su situación. El término correcto sería «itinerantes», ya que hace referencia a un grupo de personas que, además de carecer de hogar, tienen una forma de vida seminómada, cambiando constantemente de lugar.

La palabra «itinerante» no solo hace referencia a la falta de vivienda, sino a la característica de moverse de un lugar a otro, sin un sitio fijo donde descansar cada noche. Los itinerantes, por lo general, duermen muchas veces en diferentes puntos de la ciudad cada día, sin preferencia por un lugar específico, aunque no siempre hay una regla al respecto. Esta característica los hace particularmente difíciles de abordar, ya que su realidad está marcada por la constante movilidad. A diferencia de la imagen comúnmente asociada con la «persona en situación de calle», el itinerante no se conforma con un lugar fijo ni con una rutina ni con una regla establecida.

Es importante destacar que cada itinerante es un ser humano con una historia única. La situación de cada uno de ellos es el resultado de una serie de factores personales y contextuales que los han llevado a esa realidad. No existe una causa única, sino que cada caso es diferente, con situaciones particulares que incluyen problemas de salud mental, adicciones, traumas previos, o incluso factores económicos y sociales que los han empujado a vivir de esta forma.

La calle, lejos de ser solo un espacio físico, se convierte para ellos en un lugar de supervivencia. Revolver la basura no es un acto de desinterés o irresponsabilidad, sino una forma de subsistir. Es el resultado de un contexto donde, a veces, la desesperación se apodera de la esperanza.

Este contexto no solo afecta a la persona que vive en la calle, sino también a la ciudad en general, y al vecino en particular, generando consecuencias como la dispersión de residuos. La Intendencia de Montevideo (IMM), ante la magnitud del problema, ha implementado un sistema de recolección, pero este parece responder más a una situación que ha sido tolerada, en lugar de atacar las causas fundamentales de esta realidad.

La Respuesta de la IMM: ¿Solución o Parche?

La IMM ha respondido a este fenómeno generando un sistema de recolección adicional, con los famosos motocarros que recorren las calles buscando residuos fuera de los contenedores. Este servicio, aunque útil para mantener un mínimo de orden, no está atacando el problema de fondo. Si bien es cierto que contribuye a una limpieza superficial de las calles, no es una solución integral ni duradera.

Al año, circulan alrededor de 160 motocarros en Montevideo, con un costo que supera los 100 millones de pesos (más de 2,6 millones de dólares). A este gasto debemos sumarle los costos operativos del sistema, como mantenimiento de vehículos y salarios. ¿Es esta una respuesta eficiente? No parece serlo si consideramos que, en lugar de prevenir la acumulación de residuos, este sistema se limita a «limpiar» lo que ya ha sido esparcido. La inmensa inversión, en lugar de ofrecer una solución definitiva, perpetúa una situación que podría haberse evitado desde el principio.

El Vecino y el Mito de la Solución

A pesar de que los motocarros han tenido cierto impacto positivo en la limpieza de las calles, también ha ocurrido algo curioso: muchos vecinos ahora ven la acumulación de residuos como algo «normal», ya que existe un sistema de recolección que lo soluciona de manera temporal. Esto, en lugar de incentivar el cumplimiento de las normas, genera la falsa sensación de que no es necesario tomar responsabilidad sobre los residuos. Como resultado, se adopta una actitud pasiva ante un problema que, de otra manera, podría haberse prevenido.

La «Ingeniería Social» en la Gestión de Residuos

Aquí entra un fenómeno que podría considerarse parte de lo que algunos llaman «ingeniería social». Este concepto hace referencia a cómo, a veces, se manipula la percepción pública para gestionar ciertas situaciones sin atacar las causas profundas. ¿Es esta una solución real o simplemente estamos reaccionando a un problema que en gran parte ha sido tolerado y dejado crecer sin control?

La respuesta no es fácil de dar. Lo cierto es que el sistema de recolección parece ser más una forma de «mitigar» un problema que una solución estructural. Tal vez la verdadera solución no esté en seguir limpiando lo que se acumula, sino en atacar las causas de fondo.

¿Qué Hacer?

Este análisis nos obliga a cuestionarnos: ¿es la IMM realmente parte de la solución o está simplemente respondiendo a una problemática que podría haberse evitado desde el principio? Lo que la IMM ha hecho es, en realidad, un parche que alivia parcialmente la situación, pero no resuelve el fondo del asunto.

Es hora de reflexionar si, en lugar de seguir gastando millones en una recolección de residuos que en última instancia no hace más que seguirle el juego a la acumulación descontrolada, deberíamos priorizar un enfoque más integral. Esto no solo implica la mejora en la infraestructura urbana, sino también políticas efectivas para tratar la situación de los itinerantes y programas de concientización para la ciudadanía.

Montevideo necesita una solución a largo plazo, una estrategia que apunte a erradicar el problema desde su raíz, y no a limpiar lo que ya está sucio. Invertir en programas que trabajen con las personas vulnerables, mejoren el sistema de recolección, y promuevan una cultura cívica de respeto por el espacio público, es el único camino para transformar la ciudad en un lugar más limpio y justo para todos.