Por: Esc. Sebastián Rodríguez Merlo
Se está yendo el verano, ingresa esa neblina matinal otoñal en el valle, no muy lejos de tierras de barcos y banqueros y costas escarpadas. Tierra adentro, entre las colinas, salen los productores a cosechar su uva más famosa: La Nebbiolo. Nombre que refleja esa época otoñal, entrado octubre, en Noroeste Italiano, agradable en el día, fresco en la noche.
Mi amigo Jorge, tras haberle dicho que me voy para Italia, me dice: Olvidate del Chianti, probá un Barolo!!. Con dicha misión, uno va con cierta expectativa hasta que se le cae el mundo cuando ve en una vitrina, unos precios un tanto onerosos de más: 50, 60, 80 hasta 100 euros!!!, se me cayó el mundo…frustrado, fui a ese típico Carrefour a provisionarme en la ciudad eterna y veo un Barolo por 22 euros, yyyyy….que les voy a decir, adjetivos sobran!.
Conviene recordar que nuestra deformación vitivinícola “nuevomundista” nos condiciona a ver la cepa y no la región (para los especialistas “Denominación de Origen”), pero para aquellos que se atreven a leer estas palabras, les aclaro que Barolo es la región y la nebbiolo es la cepa. Se caracteriza por su marcada acidez y tanicidad, bien para meterla en contacto con roble, definitivamente es vino para guardar, de ahí esos precios estratosféricos.
Aterrizando en el paisito, la referencia en esta temática es el Sr. Fallabrino, fiel exponente de la herencia Piamontesa en estas tierras, que produce un nebbiolo exquisito, fresco, con un leve paso por barrica, un verdadero deleite y a un precio accesible.
Y aprontamos el ritual: un poco de parmigiano e prosciutto para picar, ponemos el agua a hervir, unos tagliatelle al ragú o su adaptación a estas tierras, unos tallarines con boloñesa, traigan el pan que está en la cocina y coman que se enfría!!!!!. Adjetivos varios… y salú!!
