Por: Daniel García.
Una gran pregunta me ha rondado siempre. Porque la gente de izquierda que está al otro lado de lo que pienso, se expresa y defiende determinados principios, o más simple, ¿porqué piensan así?.
No sé si es difícil o fácil despejar tal enigma, pero lo intentaré, según mi saber y entender.
El marxismo ha pregonado durante más de 150 años sus consignas, hablándonos de lucha de clases, contradicciones y síntesis sobre los más variados asuntos.
Las Universidades y grandes centros educativos, con presencias de intelectuales formados y tomados por el marxismo, han sido vehículos formidables para moldear a su imagen y semejanza, el prototipo del marxista convencido.
No han permitido analizar desde el punto de vista crítico tal filosofía, ya que no admiten por lo general, hablar o expresarse a quienes no comulgan con esa posición.
Pruebas y testimonios abundan en donde uno quiera hurgar.
Censuras, boicot a profesores, condenas en las redes, escraches, han coronado a quienes no piensan igual, no acatan la palabra oficial o la consigna a imponer, en Uruguay y en los más variados países.
El ámbito educativo es un referente del relato que transmiten docentes y libros, en donde la visión marxista impregna, sin que muchos lo sepan ni perciban, la visión e interpretación de las diferentes materias.
De ahí que sea bastante frecuente descubrir tantos profesionales que adhieren a ideas de izquierda. La militancia gremial termina de cerrar ese círculo, al hacer operar en forma práctica a los estudiantes en el reclamo de tantas consignas movilizadoras y nobles.
Contra la guerra, por el boleto estudiantil, por mejor presupuesto, por mayor participación estudiantil y por tantos otros eslóganes que han seducido durante décadas a miles de estudiantes.
El impulso de los jóvenes en esas edades llenas de entusiasmo, son propicias para embanderarse rápidamente, en causas en que se invoca la justicia, los derechos y las igualdades.
Una operativa similar vemos en el accionar de los sindicatos, cuyas decisiones por lo general son tomadas por minorías organizadas frente a mayorías sin cohesión y despedigadas.
Pero hay un aspecto más profundo, en las raíces filosóficas marxistas que es el detonante y el atractivo, digamos el combustible que lo mueve todo.
Esa idea, de casi ser los únicos que se preocupan por el prójimo, por los más necesitados, por los más excluidos de la sociedad o de cualquier colectivo, como venimos apreciando en los últimos tiempos.
Es como una redención, esa promesa de ir hacia un progreso ilimitado, donde cada uno obtendrá su felicidad, donde no habrán desigualdades, donde se repartirán las cosas equitativamente, han alimentado los sueños de millones de personas, que han terminado de creer que es posible el paraíso en la tierra.
Esa visión de un cierto mesianismo salvador ha seducido y mareado a esos seguidores incondicionales.
La crítica feroz que implanta al marxismo hacia todo aquel que algo tiene, haciendo sospechar, primero, que no es merecedor de poseer esos bienes, segundo que con seguridad, loha obtenido no por caminos muy santos, sino que por lo general es porqué, a alguien debe haber embromado y muy trigo limpio tampoco ha de ser.
Estas apreciaciones trabajan sobre una pasión que tenemos los seres humanos y que no siempre la podemos administrar bien. La envidia, sumada y potenciada por el orgullo, son elementos de la condición humana que cuando están desarregladas pueden producir verdaderos terremotos.
Todos conocemos personas que se destacan por tener desarrolladas estas pasiones y por lo general intentamos convivir manteniendo una sana distancia.
Cuando encontramos grupos humanos, a los que se les estimulan estas características, podemos descubrir esos casos que decimos, que difícil resulta, no solo discutir, sino que puedan entrar en razón, cuando aflora una pasión desmedida que parece enceguecer.
En artículos anteriores tratamos de penetrar en aquellas escuelas de pensamiento que estudian la sicología humana, que investigan y encuentran aquellas debilidades que les permiten manipular en forma por demás sutil la conducta humana.
Marx y continuadores han trabajado en forma casi religiosa, de ahí que muchos seguidores sientan esa especie de consigna y fanatismo de creerse iluminados y dueños de la verdad.
Tal es así, que ni siquiera pruebas contundentes, testimonios o documentos no han provocado un cambio en la percepción y valoración de sus ideas.
Veía estos días un video corto de un Congreso del Partido Comunista, donde había encendidos discursos en defensa de Cuba y su añeja Revolución.
Parece tragicómico que en el año 2021 con toda la información escrita, gráfica, testimonios, etc. existan personas dispuestas a continuar con un discurso fácilmente transportable a los años 60.Que se siga hablando del imperialismo yankee, de los logros en educación y salud de una isla sumida en la miseria y congelada en el tiempo, debido a la tiranía ejercida por una familia y la protección y complicidad dada por instituciones, gobiernos y organizaciones que en forma obsecuente se han encargado de sostener esta barbaridad en el tiempo.
Esta defensa solo puede obedecer a como bien tituló Jean FrancoisRevel su libro “La Ceguera Voluntaria”
Soy de la generación de los años 60 cuando las discusiones derivadas de la Guerra Fría entre los EEUU y la URSS ocupaban y preocupaban por sus derivaciones y consecuencias, con la violencia y caos provocado por la acción de los grupos guerrilleros y su combate.
Existía el lamentable Muro de Berlín, que dividía a dos Alemanias,existiendo contrincantes, que muy convencidos argumentaban sobre las bondades de aquellos países ocultos, tras la llamada Cortina de Hierro, que ofrecían como alternativa al supuesto y miserable mundo capitalista.
Pues en el año 1989, aquel oprobioso muro fue derribado por los propios berlinenses, dejando correr el velo de ese “paraíso” celosamente vigilado y guardado, dejando en evidencia las mentiras de una propaganda que vendía espejitos de colores, a los incautos de turno.
Pero eso tampoco fue suficiente para mucha gente, ya que la utopía de ese mundo idílico había penetrado tanto en sus convicciones, que ninguna prueba ha sido capaz de torcer sus realidades.
Percibo que en forma casi regimentada, la gente de izquierda se alinea con aquellas consignas, argumentos y posturas que los dirigentes proponen, sin analizar si ello está bien, si es cierto o no.
De allí que la discusión se convierta en un diálogo de sordos, donde la razón y el sentido común, dejan paso a la emoción y la fe ciega de lo que hay que defender.
Los debates sobre la LUC hoy en día, muestran en forma descarnada algo de esto, se defiende sin rubor hasta una comprobada falsedad, se hace decir a una ley algo que no dice, se pretende interpretar un texto que no declara nada sobre lo que se pretende discutir.
Insisto, para mi gusto esa carga de un cierto mesianismo, provoca ese fervor y entusiasmo en tanta gente de izquierda, que sienten que su causa es la verdadera, ponen fe y pasión en lo que creen y responden a las convocatorias como cualquiera puede comprobar.
La Revolución, en su más amplia concepción, requiere de sus militantes convencidos, blindados ideológicamente, en una estrategia sin tiempo, pero dirigida a objetivos que siempre han estado a disposición de quienes quieran leerlos y seguirlos.
Es un tema muy vasto, solo hemos dado unas pinceladas para tratar de interpretar, porque piensan así.
Daniel García
Excelente exposicion! Solo hay que recordar esta frase
….»La envidia es una demostración de inferioridad».
Napoleon Bonaparte
La izquierda toda la vida ha envidiado y ha impregnado e inoculado de envidia a su seguidores, transformandolos en una pleyade de fracasados en todos los ambitos….vacios de alma.
Excelente exposicion! Solo hay que recordar esta frase
….»La envidia es una demostración de inferioridad».
Napoleon Bonaparte
La izquierda toda la vida ha envidiado y ha impregnado e inoculado de envidia a su seguidores, transformandolos en una pleyade de fracasados en todos los ambitos….vacios de alma.