Decía Antoine de Saint-Exupéry: “lo esencial es invisible a los ojos”. Algunos
personajes trágicos han remasterizado esa expresión de sensibilidad en: “si es
invisible, corrompamos lo esencial”. Así ocultan viejas banderas inhumanas de
luchas de clases fracasadas y promueven otras más sutiles, igualmente perversas,
disolventes de la armonía social.
De tanto fracasar, exponen que los supuestos valores altruistas de igualación de
derechos encubren la utilización mafiosa del poder para formar, una vez más, una
casta.
Sus consignas son siempre divisorias y violentas: políticas de género
confrontativas, exigencias violentas de eliminar la pobreza que multiplican,
creación de organizaciones sin fines de lucro que lucran y no hacen. Disfrazan sus
reclamos de nuevos derechos sociales mientras entierran los derechos naturales
que solidariamente nos debemos todos. Dividen a la sociedad entre ellos y todos
los demás.
El hipócrita «acting» político queda expuesto cuando la mafia es sorprendida por la
alternancia en el gobierno. Además de acumular inevitables fracasos económicos y
sociales, multiplican la corrupción de arriba abajo, asolando con una pauperización
sin precedentes. En casos extremos, para ocultarla, forman una organización
policíaca que, agotada la economía, pasa de la corrupción común a la
especializada: el narco, la venta de armamento y la entrega al extranjero.
En la Argentina fundida, la organización mafiosa corrompió íntegramente los
valores morales y éticos que sustentaron a un país riquísimo, exponiendo al rey
desnudo. La transformación del gobierno en un lupanar. Ese país, fantástico en
recursos naturales, iba camino a Argenzuela.
El binomio del presidente Fernández, designado por su vicepresidente Fernández,
produjo el mayor estado de corrupción jamás visto. Además de exponer sin pudor
la pauperización del 50% de un país que produce alimentos para 500 millones, el
impúdico abusador registró en los sitios de gobierno su prostíbulo personal.
Un cabaret cuyos servicios sexuales pagó con cargos y dinero público:
especializaciones truchas, community manager de su perro Dylan “Fernández”.
Pornopolítica: creación de ministerios como el de género, que gastaba millones
para reducir los femicidios multiplicados. Evitar castigos físicos machistas que el
propio Fernández propinaba a su mujer embarazada mientras denunciaba al
patriarcado. Silencio cómplice de la ministra del feminismo cuando la abusada
pidió socorro.La liberación femenina ideológicamente selectiva calla frente a estos hechos
deleznables de su presidente. También silencia los abusos que sufren en Venezuela
María Corina Machado y todas las mujeres que dejan su cuerpo en la cárcel por
oponerse a un régimen dictatorial comunista “solidario”.
Cuantiosos millones para la lucha por reivindicar a la mujer golpeada o asesinada,
destinados al reparto de penes de madera, cremas para el coito, ediciones sobre el
respeto a la diversidad, geles femeninos y tampones. Lujosas viviendas y
automóviles requisados al narco, adjudicados para festicholas de ninfas
presidenciales.
Fernández no solamente fue un simulador de sensibilidad de izquierda, fue un
explotador que repartía millones con la pauperización de su pueblo. Abrió a Putin
la puerta de nuestro continente pocos días antes de que invadiera Ucrania. Integró
la internacional de la “izquierda latinoamericana”, el Foro de San Pablo. Festejó a
Maduro hasta que lo defenestró por inservible. Dio cobijo diplomático a las
vejaciones de la dictadura cubana. Visitó a Lula encarcelado por corrupción. Violó
escrupulosamente el principio de no injerencia en los asuntos de otros países,
salvo cuando sus servicios eran requeridos por dictadores y corruptos. Para él,
como para tantos personajes de la izquierda vernácula, la soberanía es importante
únicamente cuando les afecta a ellos.
Además, Alberto está siendo indagado por desfalco al Estado. Un sistema
prebendario para monopolizar los agentes de seguros. Este delito ha afectado los
préstamos a pasivos con una comisión superior a la del Banco Nación. Millones de
dólares fueron a parar al marido de su secretaria. Se analiza el retorno por esos
“favores”. Su expareja, además de denunciarlo por violencia doméstica, le reclama
una abultada indemnización que no resulta de su declaración de bienes. El blanco
no le cierra.
En Argentina, todos los días es noticia un nuevo hecho de corrupción de arriba a
abajo. Del presidente amoral a los “gerentes” de la pobreza y a los sindicalistas.
Intermediarios porosos entre los indigentes y el Estado. Una mordida de león a
costa de la pública necesidad.
El falso progresismo se ha apoderado de causas nobles, llevándolas al extremo de
confrontación para usarlas como herramientas para dividir a la sociedad. De
aquella división entre pobres y ricos que usó para construir holocaustos a esta otra
forma de extorsión a los que tienen recursos para su beneficio y promiscuidad.
Persisten en usar a los pobres, una inevitable condición de base que toca a
cualquiera, como carne de cañón y público objetivo electoral.
Pornopolítica y mentiras de igualarnos para estar siempre ellos arriba y todos los
demás abajo.