REFLEXIONES SOBRE LA LEGALIZACIÓN DE LA MARIHUANA EN URUGUAY: UN EXPERIMENTO FALLIDO. Por Roque García y Raúl Mernies

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Humano es errar; pero sólo los estúpidos perseveran en el error. Cicerón (106 AC-43 AC)

El cerebro humano, sin duda una de las estructuras más complejas del universo conocido, ha sido sometido a un experimento que, con el paso del tiempo, se ha revelado más peligroso de lo que muchos imaginaban. En 2013, Uruguay se lanzó, de la mano de Mujica, asesorado por Soros,  al vacío más absurdo con la legalización de la marihuana, una medida que fue aplaudida en su momento por ser pionera y por habernos prestado a ser el conejillo de indias en ese tema, pero que hoy, en 2024, nos deja con una amarga sensación de derrota, con promesas incumplidas y con efectos colaterales que no tardaron en manifestarse y que nos colocan en el camino de San Luis, Misuri, por ejemplo, donde la marihuana es legal y su prevalencia es del 52 %. Con 87000 consumidores registrados en 2023, se estima que Uruguay está en la franja del 10 al 15 % de prevalencia entre su población en general con mayor incidencia en la juventud.

Las Promesas que No se Cumplieron

Uno de los pilares de la legalización fue la promesa de reducir el crimen relacionado con el narcotráfico. La idea era simple: quitarles el negocio a los traficantes y devolverles la paz a las calles uruguayas. Pero los números no mienten. La violencia no ha disminuido; al contrario. El narcotráfico es hoy una sombra amenazante, y lo que alguna vez se pensó que sería una solución, hoy parece haber sido solo una aspirina para una enfermedad crónica.

La esperanza de controlar el consumo entre los jóvenes también se ha desvanecido. Las estadísticas son claras: el consumo de marihuana entre adolescentes ha aumentado de forma alarmante. Nos dijeron que, al regular el mercado, los jóvenes estarían más protegidos, pero la realidad es otra. Esta juventud, que debería ser nuestro futuro, está ahora lidiando con un cannabis más potente y peligroso, mucho más fuerte que el de décadas pasadas, con niveles de THC que pueden alcanzar hasta un 35%. Esta es una marihuana diseñada para ser adictiva, una sustancia que explota las debilidades del cerebro humano y que lo deja vulnerable a trastornos que antes eran impensables.

Un Aumento Preocupante en el Consumo

El crecimiento del consumo de marihuana en Uruguay ha sido exponencial, y hoy más de 500,000 uruguayos la consumen. Uruguay está hoy en un triste cuarto puesto en las Américas detrás de Chile, Canadá, Estados Unidos y junto a México y Argentina.  Esto no solo representa un fracaso en las expectativas de la ley, sino un desafío enorme para la salud pública nacional. Entre los efectos más preocupantes del consumo regular de cannabis está el síndrome amotivacional, una condición que drena la energía vital de la persona, la deja desmotivada, desconectada de sus meta y objetivos, la aparta de las actividades sociales y finalmente, la arrastra hacia un pozo de inercia y mediocridad que se mezcla con la depresión crónica, volviéndose difícil salir del ciclo de declive.

El cerebro, esa máquina perfecta, es manipulado por el THC, que interfiere con la dopamina, el químico que nos impulsa a seguir adelante, a levantarnos cuando caemos. Sin la dopamina funcionando a pleno, lo que queda es un vacío, una falta de propósito que se refleja en todos los aspectos de la vida: el trabajo, los estudios, las relaciones personales. La dependencia no es solo física, es emocional y mental, y los resultados son devastadores.

La evidencia señala importantes efectos adversos de la marihuana fumada sobre las estructuras, el funcionamiento y la conectividad cerebral. La exposición al cannabis durante el embarazo afecta el desarrollo cerebral del feto, pudiendo generar problemas conductuales tardíos en los hijos. Pruebas sensitivas neuropsicológicas y avanzadas técnicas imagenológicas demuestran afectación en el proceso de aprendizaje en adolescentes consumidores.

La Tecnología Supera a la Regulación

La tecnología siempre va un paso adelante de la legislación, y el caso del cannabis no es la excepción. No estamos hablando del cannabis que conocieron nuestros abuelos, con sus suaves efectos y bajo contenido de THC. Lo que tenemos ahora es un producto altamente refinado, diseñado para ser potente, para atrapar al consumidor en un ciclo del que es difícil escapar. Y mientras la tecnología avanza, creando cepas cada vez más fuertes, la ley se queda atrás, incapaz de regular de manera efectiva un mercado que se mueve a una velocidad vertiginosa.

 La marihuana actual, con sus niveles de THC que pueden llegar hasta el 35% superiores, es un peligro para cualquier cerebro, pero especialmente para los jóvenes cuyo desarrollo cerebral aún no ha terminado. Las consecuencias de este consumo aún están por verse, pero los indicios no son alentadores. En lugar de un control efectivo, lo que tenemos es un aumento en los problemas de salud mental y una juventud más vulnerable que nunca.

 Un Sistema de Regulación Deficiente

La promesa de un sistema regulado que garantizaría la seguridad y calidad del cannabis también se ha quedado corta. Desde su implementación, el sistema ha demostrado ser ineficiente, incapaz de cumplir con las demandas de los consumidores. Los problemas de distribución y acceso han sido constantes, y esto ha llevado a muchos a recurrir nuevamente al mercado negro, perpetuando un ciclo que la ley pretendía romper.

Además, la calidad del cannabis disponible en las farmacias ha sido cuestionada repetidamente. Los consumidores se quejan de que el producto no cumple con sus expectativas, lo que los empuja a buscar alternativas en el mercado ilegal, donde la calidad puede ser mejor, pero a un costo mucho mayor para la salud y la seguridad. Este fracaso en la regulación no solo socava la confianza en el sistema, sino que también perpetúa los problemas que se pretendía resolver.

Reflexiones Finales

La legalización de la marihuana en Uruguay fue un experimento audaz, pero los resultados sugieren que ha fallado en muchos de sus objetivos clave. La violencia relacionada con el narcotráfico no ha disminuido, el consumo entre los jóvenes ha aumentado de manera preocupante, y el sistema de regulación estatal ha mostrado serias deficiencias.

Este no es solo un problema de implementación, es un llamado de atención sobre los límites de las políticas públicas cuando no se toman en cuenta las realidades del mercado y los avances tecnológicos que pueden cambiar las reglas del juego de un día para el otro. Uruguay tiene la oportunidad de aprender de este proceso y ajustar su enfoque antes de que las consecuencias sean aún más graves.

Con más de 500,000 uruguayos consumiendo marihuana, y cuyo número va en aumento constante, es crucial que las políticas sean reevaluadas y ajustadas con un enfoque basado en la evidencia, priorizando la salud pública, la seguridad ciudadana y el bienestar de las futuras generaciones. El cerebro humano, esa estructura increíblemente compleja, merece ser protegido de los efectos devastadores de una sustancia que ha evolucionado más rápido que las leyes diseñadas para regularla. Es momento de replantear este experimento antes de que sea demasiado tarde.

Está claro que le erramos y feo, pero antes de buscar culpables busquemos soluciones. dejemos atrás lo que no se puede remediar y avancemos con medidas que construyan un mejor mañana. Es urgente, no cabe dudas.

Roque García y Raúl Mernies.

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