Y pasó lo que tenía que pasar.
En tiempo de «progresismo» y «posverdad», la mentira y la violencia son las herramientas más usadas.
Mientras más se emplean mejor, porque nos acercamos, ¡en caída libre! a la insurgencia que antecede a la condición de «Estado fallido «.
En ese contexto, las operaciones periodísticas, políticas, judiciales y mediáticas encuentran un escenario propicio para encausar sus objetivos: defenestrar a opositores políticos, desorientar a la opinión pública y, particularmente, fragmentar el entramado social.
Ciertos sectores de nuestro estamento político las usan en forma por demás escandalosa.
Y como fuerza de choque actúan los sindicatos, quienes se atribuyen una facultad de co-gobierno que no les corresponde.
Lo ocurrido en el Centro Cultural del Cerro no es un hecho aislado llevado adelante por «algunos inadaptados «.
Forma parte de un plan muy ordenado para precisamente llevar adelante el desorden. Lo mismo que los audios de los «barras bravas» promotores de la violencia en el clásico.
No son inventos de esta época.
Ya ocurrieron a principios de la década del sesenta y terminó en lo que todos sabemos que terminó.
Es momento de despertar de nuestra larga siesta provinciana y dejar de lado la pelea cotidiana de la » izquierda» y » la derecha».
Nos ganó el «progresismo» y ya es tiempo de cambiar nuestro «chip mental».