Renovarse es vivir, y sí y solo sí por la vía de los hechos.
Reciclarse, intentarlo una y otra vez, hasta que salga perfecto. Aún con la carga subjetiva de que es la perfección para cada uno.
Soy mujer. Me declaro no ser ni feminista ni mucho menos a lo que hoy llaman “feminazis”. Tengo la amplitud, por mi veta liberal, de entender lo conceptual de lo que intenta hacer, pero discrepo en las formas en un ciento por ciento.
Reconozco que el machismo existe, como también lo veo a diario no solo en hombres, sino en mujeres. ¡Sí! Hay mujeres machistas, que siguen fomentando el machismo y no hay una marcha o un simple colectivo que vaya a sacar mágicamente ese arraigo.
La meritocracia, esa así, esa me va.
Ver una mujer, con toda su femineidad, lograr sus logros, los que sea que se haya propuesto. Eso sí, lo aplaudo. Sin necesidad de pensar si le ganó o no a un hombre. Aplaudo el logro, aplaudo sus méritos.
No tenemos que ser iguales. Justamente los que nos diferencia a unos de otros, es lo más interesante. Eso sí, siempre de la vereda de la igualdad de condiciones, y el respeto a como quieran vivir la vida los otros. Sea la elección que sea, la manera de llevar su vida adelante.
Las mujeres como yo, que no somos pocas. No somos menos mujeres por elegir o haber elegido, trabajar, tener hijos, y tirar del carro para delante y buscar mejorar y ganar cada vez que se pueda. Porque aunque duela, perder forma parte de la vida; y sí, el manejo de las frustraciones no es fácil.
En este mundo buscador de nuevas etiquetas y formador día a día de nuevos ghettos, yo celebro ser mujer y la femineidad.
SER MUJER, el nuevo espacio de Contexto, es eso. Del “ser” y del “SER”.
Una mujer no es libre completamente, así como tampoco lo es el hombre. El concepto de libertad al que podemos optar es muy limitado. Yo dudo y me cuesta imaginar lo que podría ser la libertad en su máxima expresión. Libertad de pensar, sentir, decir y actuar sin restricciones (obvio considerando la única regla: no dañar a otra persona).
Pero cuando nos restringimos al concepto de libertad en que nos vemos inmersos, una mujer no es “tan” libre como un hombre. Si considero algo externo, ella debe estar siempre atenta de su apariencia y ser “señorita”. Por supuesto que considero esta última como una idea extremadamente machista, pero aún ocurre.
Aún se ve en nuestra vida. Poco a poco se van exterminando estas erróneas ideas. A veces se ve como si no avanzáramos mucho. Si una mujer sale a la calle sin “arreglarse” probablemente sea el blanco de muchos comentarios hostiles de mujeres que se terminan viendo entre ellas con ojos masculinos.
Deben converger al ideal de mujer. «Deben ser femeninas». Deben ser como el estereotipo de mujer que todos y todas esperamos que sean, porque eso es una mujer…
Así que cuidado, a veces la «feminidad» o al menos muchas características de ella, son constructos machistas, es decir, nos han ido imponiendo de manera tanto explícita como sutil a lo largo de los siglos, cómo deberíamos presentarnos las mujeres frente a los ojos del otro, especialmente de los hombres. Y muchas veces, asumimos como propias estas exigencias sobre nosotras mismas, creyendo que en realidad son decisiones «libres».
Excelente editorial