Por: Escribano Sebastián Rodríguez Merlo
Que tendría que decir de ese rincón confundido entre dos países?. Que tendría que decir de esa lengua milenaria que ha sobrevivido y que los que la portan, se enorgullecen. No hay más lindo sentido de identidad que ser milenarios. De ahí vino “la Tannat”.
Orgullo, respeto, autonomía, Viva el País Vasco!!!.
Don Pascual Harriague, como no puede ser de otra manera, un vasco trayendo esta variedad y plantada en Salto. Se dice y está comprobado ( o casi), que ya estaba plantada en el sur del Río Negro. Variedad de ciclo mediano a largo y aclimatada a este clima templado y húmedo, los entendidos dicen que hasta pide un poco de lluvia. Como no vamos a pensar en Vasconia?
Que cepa más identificada con el Uruguayo que la Tannat?, nos representa, nos da un peldaño más en esa necesidad de individualidad ante la inmensidad, y ese encanto de ser callados, sonreírte sin decir palabras, darte un mate, agarrar la mano del otro, transmitirle tus vivencias y esa condición única de pasión introvertida y republicanismo, racionalismo y sobre todo So-brie-dad.
Se están yendo los fríos, los árboles empiezan a publicar, empieza esa necesidad de agarrar la leña y con campera incluso, intentar prender un fuego, la tirita, los chorizos, y el vacío para papá, la parrilla está húmeda, pero igual voy…y comienza el ritual, papita, tesito con hielo, y esperar…damos vuelta la carne y pshhhh¡¡¡ pshhhhh¡¡¡ – se enciende la brasa –, preservamos esa mirada hacia el fuego, principal divertimento hasta que apareció la luz eléctrica diría “El Ilustre” y abrimos el vino. La fuente, a la mesa y….Cómo está este tannat¡¡¡¡
