WOKE, EL FA Y LOS REGÍMENES TOTALITARIOS. Por Roberto Alfoso Azcona

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El Frente Amplio (FA) se presenta como el abanderado del progresismo en Uruguay, proclamando su compromiso con los derechos humanos, las libertades individuales y la justicia social. Sin embargo, su postura frente a regímenes totalitarios como Rusia, China, Cuba, Venezuela y Corea del Norte expone una contradicción fundamental: mientras critica ferozmente cualquier conservadurismo local, guarda silencio —o incluso muestra simpatía— ante gobiernos que reprimen abiertamente los valores woke que el FA dice defender.

Rusia: un modelo conservador que el FA se niega a ver

El caso de Rusia es especialmente ilustrativo. Bajo el liderazgo de Vladimir Putin, el país se ha convertido en un bastión del conservadurismo y el nacionalismo autoritario. Las políticas de Putin incluyen:

Persecución a las minorías LGBTQ+: Leyes como la prohibición de la «propaganda homosexual» han generado un ambiente de discriminación y violencia contra estas comunidades.

Ataques al feminismo y a las luchas identitarias: Cualquier activismo woke es visto como una amenaza a los valores tradicionales que el régimen defiende como pilar de su narrativa nacionalista.

Rechazo de la diversidad: Rusia proyecta una imagen de fuerza y unidad basada en un modelo monolítico, donde la diversidad es vista como una debilidad.

A pesar de estas realidades, el Frente Amplio evita condenar a Rusia. Su romanticismo soviético y su visión de Rusia como un contrapeso al «imperialismo occidental» lo llevan a ignorar o justificar políticas que, de ocurrir en Uruguay, serían denunciadas como reaccionarias y opresivas.

El doble estándar del FA con los regímenes totalitarios

El silencio del Frente Amplio no se limita a Rusia. Se extiende a otros regímenes autoritarios que, al igual que Rusia, rechazan abiertamente la ideología woke:

China: En un modelo de control total, las luchas identitarias y por los derechos individuales son censuradas. El feminismo y los derechos LGBTQ+ son reprimidos, mientras el colectivismo y el nacionalismo son impuestos como norma.

Cuba: Aunque intenta proyectar una imagen de progresismo, el régimen cubano prioriza la lealtad al partido sobre los derechos individuales. La diversidad es tolerada solo en tanto no desafíe al sistema.

Venezuela: El régimen chavista, alabado por sectores del FA, ha creado una crisis humanitaria que ha destruido los derechos básicos, relegando cualquier demanda woke a un segundo plano frente a la corrupción y la miseria.

Corea del Norte: En este caso extremo, hablar de derechos individuales es impensable. Todo está subordinado al culto al líder y al control absoluto del Estado, anulando cualquier noción de diversidad o libertad.

¿Progresismo o conveniencia ideológica?

El Frente Amplio ha demostrado que su compromiso con los valores woke no es universal, sino condicionado por sus simpatías ideológicas. Mientras denuncia cualquier conservadurismo en el ámbito local, guarda silencio o incluso celebra a regímenes que no solo rechazan, sino que persiguen abiertamente los principios woke que dice defender.

Esta contradicción no es casual. Forma parte de una narrativa política que utiliza los derechos como herramienta para construir poder, pero que no está dispuesta a defenderlos cuando desafían a sus aliados internacionales o su legado ideológico.

El lastre de un discurso obsoleto

El FA sigue atrapado en una visión del mundo anclada en el siglo XX, donde lo importante no son los principios, sino las alianzas ideológicas. En su romanticismo por una Rusia que ya no existe y su fidelidad a regímenes que han traicionado cualquier noción de progreso, el Frente Amplio se aleja cada vez más de las demandas de un Uruguay moderno.

El futuro exige coherencia

Uruguay necesita un liderazgo político que defienda principios universales, no alianzas ideológicas obsoletas. El Frente Amplio debe elegir: o defiende los valores progresistas en todas partes, incluyendo la condena a Rusia, China, Cuba, Venezuela y Corea del Norte, o sigue siendo un movimiento atrapado en sus propias contradicciones, incapaz de liderar en el presente y desconectado del futuro.

El progresismo no puede ser selectivo. No se puede proclamar la defensa de los derechos humanos mientras se aplaude a dictaduras que los pisotean. Si el FA desea ser una fuerza relevante en el Uruguay del siglo XXI, debe abandonar su hipocresía y asumir la responsabilidad de defender los derechos humanos y la libertad, sin importar dónde ni contra quién sea necesario hacerlo.

Roberto Alfonso Azcona