Hace algún tiempo integré un grupo de trabajo en el CALEN (1). Uno de los tópicos versaba sobre la posibilidad de una guerra civil abierta entre los Talibán y el ISIS – K. (2).
Se puede afirmar que Afganistán es el país de la guerra. El afgano es guerrero por naturaleza y si bien combate todo lo extranjero en primera instancia, si no hay enemigo externo se pelean entre ellos. Y la insurgencia es permanente.
INFOBAE (3) informa que Rusia mostró preocupación por la actividad del ISIS-K en el norte de Afganistán, pero más aun por el deterioro de la situación de seguridad en el país. El enfrentamiento entre el ISIS-K y los Talibán está no solo planteado de palabra sino, de hecho.
Según el diario virtual El Mercurio, China está también muy atenta a los eventos afganos y en forma más directa expresa “Estados Unidos es la fuente de las dificultades que enfrenta Afganistán hoy” e instó a los estadounidenses a “asumir la responsabilidad principal del fortalecimiento y la reconstrucción de Afganistán. La democracia occidental no se ha arraigado en el país”.
Y surgen datos inquietantes. El gobierno Talibán ha vuelto a albergar terroristas, Al Qaeda crece y el ISIS-K desarrolla acciones en el todo el territorio afgano.
Los Talibán muestran la señal más clara en intención de incrementar la “yihad”: están aportando fondos para establecer más madrazas. Esto ha llamado la atención de los analistas.
¿Qué es una madraza?
En el mundo Arabo-islámico se da el nombre de madraza o madrasa a cualquier tipo de escuela, sea religiosa o secular. En Occidente, el uso específico refiere por lo general a una escuela religiosa islámica. Según BBC News, existen 1275 escuelas registradas por el gobierno afgano y 13.000 no registradas. Se han reubicado madrazas desde Paquistán bajo el patrocinio Talibán. Incluso los Talibán están transformado las escuelas modernas en madrazas. El salario de los maestros de una escuela yihadista es tres veces mayor que el de un maestro de una escuela común.
¿Qué se aprende en una madraza?
Antes de la guerra contra los soviéticos, las madrazas formaban a futuros eruditos religiosos, pero una vez iniciado el enfrentamiento, se cambiaron los planes de estudio y se empezó a enseñar las bases y fundamentos de la yihad a fin de preparar a los estudiantes afganos para la guerra. En ese entonces, la mayoría de los Talibán fueron entrenadas en esas madrazas, financiadas por Arabia Saudita.
El plan de estudios era ( y es) una combinación de “wahabismo”, la doctrina suni más radical, y “deobandismo”, doctrina surgida en India en el siglo XIX, netamente antibritánica al principio y antioccidental después. Los deobandi sostienen además que la occidentalización es la fuente de corrupción en los estados islámicos contemporáneos y consideran ilegítimas las leyes de dichos estados. Demás está decir que los docentes de estas madrazas realizan, enseñan y promueven las interpretaciones fundamentalistas del Islam. Animan además las acciones violentas. Por consiguiente, estas escuelas promueven el extremismo virulento.
La famosa madraza Darul Uloom Haqqania es considerada la “universidad de la yihad”. Osama Bin Laden y el mullah Omar (4) son aclamados como héroes.
Cuando los Talibán retomaron el gobierno en agosto de 2021, redoblaron esfuerzos para implantar programas donde se enseña a los estudiantes a odiar la democracia, la libertad de expresión y los derechos de las mujeres. También inculcan la intolerancia contra los musulmanes que no siguen la interpretación sunita (como los Hazara, que son chiitas). Éstos son señalados con un desprecio particular.
Los Talibán asignan cada día más recursos y proyectan asentar de tres a diez madrasas por distrito. Afganistán tiene 350 distritos. Por ende, el país podría contar de aquí a poco con 1000 madrazas adicionales. Los Talibán reciben a tales fines enormes sumas de dinero desde Arabia Saudita y los países del golfo. Por otro lado, las comunidades rurales donan tierras, mano de obra, alimentos, ropas y servicios. Esta combinación de recursos internacionales y locales logran que una madraza sea formidable como instrumento de promoción y difusión de la yihad.
¿Habrá que abrir los ojos ante este panorama? Sería lo adecuado. Los nuevos yihadistas aprenden a practicar y ejecutar la yihad y luego usan otro instrumento formidable para diseminarla en Occidente: las redes sociales.
Pero nosotros tal vez no lo apreciemos. Ni siquiera nos llegan noticias de esas lejanas tierra.