Por: Redacción Contexto
En 2018 se dio la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera más alta en 3 millones de años. Diecisiete de los dieciocho años más cálidos de la historia han ocurrido en los últimos 20 años, según la NASA. Actualmente, 800 millones de personas están en peligro por culpa del cambio climático. Solo estos tres datos deberían ser motivo suficiente para entender una cosa: es imprescindible un cambio.
En este caso, el problema no es del capitalismo, como muchas personas podrían llegar a pensar. La realidad es que cualquier otro sistema se vería envuelto en la misma circunstancia. Y es que el verdadero problema radica en el sistema productivo. Solo 20 empresas contribuyen al calentamiento global con el 35% de las emisiones mundiales de dióxido de carbono y metano, según The Guardian. Solo cinco compañías fabrican la cuarta parte del plástico no reutilizable de todo el planeta, atendiendo a los datos de Minderoo Foundation.
En este sentido, la respuesta más sencilla sería culpar a estas empresas y castigarlas. Sin embargo, también habría que señalar a todos los consumidores que propician estas prácticas de las compañías. Toda esta tendencia hacia la destrucción del planeta responde a una cosa: la economía lineal.
Sí, vivimos en un mundo en el que el sistema productivo se basa en el ‘compra y tira’. Empresas extraen materias primas, las refinan y las convierten en materiales que, posteriormente, servirán para fabricar un producto que después se venderá y, por último, se desechará. Un proceso que se repetirá tantas veces como demanden los consumidores.
El problema no solo está en todos los productos que se desprecian una vez acabada su vida útil, sino que también generamos una cantidad masiva de desechos y vertidos contaminantes en cada una de las partes del proceso. Residuos que van a parar a los ríos, lagos y mares del planeta.
Coca-Cola, PepsiCo, Nestlé y Unilever son responsables de más de 500.000 toneladas de residuos plásticos al año en seis países en desarrollo, lo suficiente para cubrir la superficie de 83 campos de fútbol todos los días, según un informe elaborado por la ONG británica Tearfund.
Por otro lado, todas estas materias primas son finitas: una vez se acaben no volveremos a disponer de ellas. De 60.000 toneladas de materias primas extraídas en un año, la mitad no se regeneran, según datos de la Fundación Cotec. Es decir, este sistema productivo tiene los días contados. Hay que plantearse cómo generar un sistema diferente que atienda tangencialmente este problema.
La economía lineal es un problema tanto para empresas como para consumidores
Es fácil llegar a la conclusión de que es imposible solucionar este problema sin perjudicar a una de las partes. Las empresas podrían perder mucho dinero o, incluso, los clientes no querrían cambiar sus hábitos de consumo.
Pero, ¿y si ambas partes pudieran salir beneficiadas con el cambio?. La realidad es que tanto las compañías como los consumidores pierden mucho dinero en el sistema actual de economía lineal. Todos estos procesos que realizan las empresas para llegar al producto final son extremadamente caros y, en consecuencia, encarecen sustancialmente el precio que va a pagar el consumidor. El Índice de Precios de Consumo (IPC) ha aumentado un 3.744% en 60 años, según el INE.
Este problema ya es un tema de debate en la Unión Europea, que es consciente de que este cambio tiene que llegar y está cimentando las bases para que así sea. La solución que los expertos proponen es una transición hacia un modelo de producción y consumo diferente: la economía circular.
¿Qué es la economía circular?
Partiendo de la base de que aumenta la contaminación y disminuyen las materias primas cada vez que se fabrica un producto, y que cada vez que se compra uno de estos bienes acaba convirtiéndose al final de su vida útil en un residuo, ¿qué se podría cambiar para frenar la contaminación y bajar el precio de los productos?
La economía circular atiende a este problema y aporta una solución: no solo reciclar, sino reutilizar las materias primas. ¿Qué significa esto? Llevar a cabo una transición hacia un modelo productivo que vuelva a utilizar los materiales con los que ha fabricado el producto.
Aquí aparece el primer problema para las empresas: «¿cómo puedo disponer de estos materiales si ya no dispongo del bien que he vendido?». Alquilándolo. Puede parecer extraño pero no es tan raro.
En 2005, las ventas de DVD en Estados Unidos alcanzaban los 13.900 millones de euros, según datos de la auditora Nash Information Services. En 2018, solo alcanzaron unos 1.870 millones de euros. Esta extraordinaria caída de las ventas se debe a la aparición de ciertas compañías que te permitían no tener que pagar para poseer una película, sino pagar un catálogo mensual para ver cuando y donde quieras cualquier serie o largometraje por un precio mucho más asequible que el que supondría tener que comprar todas las cintas. La empresa que revolucionó este mercado era Netflix. Hoy en día, nadie ve extraño este tipo de consumo.
En 2006, otra compañía pensó que todas esas personas que no tienen coche y necesitan desplazarse a otra ciudad también tenían derecho a poder hacerlo sin tener que pagar grandes cifras por un transporte público. Esta empresa decidió que la mejor manera para solucionar este problema, y de paso contaminar menos, era poner a estas personas en contacto con otras que tuviesen coche y fuesen al mismo destino. Esta compañía era BlaBlaCar, una empresa que actualmente está valorada en más de 2.000 millones de dólares.
Estos dos casos no son ejemplos de economía circular, pero sí que describen a la perfección la tendencia de los consumidores a la desposesión. Esto es lo que tienen que tener en cuenta las empresas para llegar a un modelo productivo mejor. La economía circular propone que la empresa alquile el producto al consumidor en lugar de vendérselo. De esta manera, el bien siempre va a ser propiedad de la compañía.
Atendiendo al ejemplo de un automóvil, la empresa fabricaría el coche como hasta ahora venía haciéndolo, solo que ahora se lo ‘alquilaría’ ad infinitum al cliente. A fines prácticos, el consumidor estaría comprándolo por un precio fijo, solo que al final de su vida útil, en lugar de tirarlo y convertirlo en otro residuo contaminante, se devolvería a la empresa.
Pero, ¿quién sale ganando con este cambio? ¿Y si la empresa fabricase ‘automóviles mejorables’? Es decir, si la compañía fabricase un coche al que se le pudiesen implantar mejoras, el cliente no tendría que comprar otro cuando dejase de funcionar, llevaría el coche a la empresa y está le instalaría un motor nuevo. No obstante, las personas también quieren estar a la última moda con el diseño exterior del coche. ¿Y si la fábrica pudiese cambiar el chasis fácilmente por otro más moderno? También podría cambiar el antiguo y obsoleto sistema de sonido por otro de última generación.
Solo hay que imaginar este modelo con cualquier tipo de producto: un teléfono móvil, una televisión, un ordenador, incluso la ropa. «En España, están surgiendo propuestas de suscripción para alquilar ropa de manera periódica en vez de comprarla. Una opción muy interesante para prendas que quizá solo se usen durante un tiempo limitado, como sucede con la ropa para niños o para embarazadas», explican los expertos de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU).
De esta manera, el precio del producto podría ser notablemente más barato, ya que la empresa no tendría que fabricar otro producto nuevo. No obstante, las empresas podrían llegar a pensar que a ellos no les beneficia en nada vender menos productos y, encima a menor precio.
La realidad es que al no tener que fabricar tantos bienes estaría ahorrando una suma importante tanto en la extracción de las materias, como en la refinación de estas y en la posterior fabricación del producto. Y, además de ello, estaría evitando contaminar el planeta en cada uno de estos procesos, ahorrándose además el pago de impuestos ligados a la contaminación.
Pero todavía queda por responder la pregunta de por qué alquilar el producto en lugar de comprarlo. Una vez implantado este modelo de economía circular en la empresa, ésta solo se tendrá que preocupar de fabricar las mejoras que se le harán al producto, como un chip nuevo o una interfaz más moderna. De esta manera, volviendo con el ejemplo de los automóviles, cada vez que el cliente dejase el coche en la fábrica para implantarle una mejora, como un motor nuevo, la empresa podría utilizar los materiales del antiguo para fabricar más productos o, en el caso de no poder reutilizarlos en el negocio propio, venderlos a otras compañías que sí pudiesen volver a utilizarlos. Así, la empresa volvería a estar ahorrando costes de producción y, además, reduciendo la contaminación.
Los Gobiernos fomentan la implantación de estos modelos en las empresas
«Una Europa que utilice eficazmente los recursos», esta era una de las siete iniciativas que formaban parte de la estrategia Europa 2020 que pretende generar un crecimiento inteligente, sostenible e integrador. Actualmente, es la principal estrategia de Europa para generar crecimiento y empleo, con el respaldo del Parlamento Europeo y el Consejo Europeo.
El Mecanismo de Recuperación, Transformación y Resiliencia NEXT GENERATION se ha diseñado bajo cuatro pilares fundamentales de la economía circular, entre el que se encuentra el Pacto Verde, que tiene como objetivo cambiar el sistema energético y dotarlo de una producción más eficiente, empleando material reciclado y menos contaminante.
En España, por ejemplo, este año ha entrado en vigor la Resolución TES/3250/2020, de 10 de diciembre, por la que se aprueban las bases reguladoras de subvenciones para proyectos de fomento de la economía circular.
Cada vez hay más empresas que se han sumado a este modelo. La empresa guipuzcoana, Eko-rec, produce componentes de automoción y láminas para bandejas del sector alimentario a partir de residuos de PET (Politereftalato de etileno), material plástico con el que se fabrican la mayor parte de las botellas de agua y refrescos. La empresa Zicla usa, para la fabricación del separador de carril bici ZEBRA, los procedentes de reciclaje de cable eléctrico fuera de uso. A través de una tecnología que ha desarrollado Rebattery, una pyme de Gipuzkoa, puede alargarse la vida útil de las baterías de coche. Desde hace más de 40 años, la empresa WAT está especializada en la fabricación y refabricación de sistemas de dirección. Los productos refabricados se venden al mercado con las mismas condiciones y garantías que los productos nuevos, lo que permite hablar de remanufactura, y no de productos reparados o de segunda mano.
Pero, para imponerse, este sistema necesitará del apoyo de todas las partes: Gobiernos, empresas y consumidores. Muchas compañías a nivel mundial ya se han sumado a esta iniciativa gracias a la ayuda de las Administraciones y del apoyo de sus clientes.
(Foto: Dreamstime)
Fuente: elEconom15ta.es
Nota de Pablo Escalona