Por: Fabricio Rodríguez.
Desde el balcón privilegiado que nos brinda el Plata, fuimos testigos pasivos del desarrollo de la contienda electoral de la vecina orilla.
La Argentina se congregó en las urnas de los distintos distritos del país para unas elecciones primarias, que brinda la habilitación a aquellos partidos políticos que logran el mínimo de 1,5% de los votos y a los candidatos para las futuras elecciones generales al parlamento.
Se puede resumir como una pre elección de “Medio Término” que definitivamente podrá cambiar la configuración de las mayorías y minorías legislativas a partir de noviembre.
El resultado fue de público conocimiento, a nivel nacional ganó con un 40% de los votos “Juntos por el Cambio” (la oposición) capitaneados por Rodríguez Larreta (Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires), a su figura se anexan ya los históricos del PRO como son Maria Eugenia Vidal (Ex Gobernadora de Buenos Aires, hoy candidata por CABA), Patricia Bulrich (Ex Ministra de Seguridad, hoy Presidenta el PRO), Diego Santilli (Ex. Vicejefe de gobierno de la Ciudad Bs.As. y hoy candidato en la provincia) y Mauricio Macri (Ex Presidente, hoy su figura se encuentra en segundo plano), a ellos se suman viejos y nuevos dirigentes como “Lilita” Carrio, Margarita Stolbizer, Mario Negri y el neurocientífico Facundo Manes.
Por otro lado, el oficialista “Frente de Todos”, el “porrazo” fue duro, con solamente el 31% de los votos, la postal fue más que clara en el “bunker” donde se esperaba un festejo y espaldarazo ciudadano por la gestión.
El Presidente Alberto Fernandez ya no solo es desautorizado por su vicepresidenta, el gobernador de Bs.As. y los principales aliados políticos en el parlamento, ahora también se puede interpretar el resultado eleccionario como un castigo a las políticas errantes en relación a la pandemia.
El más de un año y medio de medidas preventivas basadas en la prohibición de sendos sectores de la población a transitar por el país, el consiguiente descalabro de la economía formal, con pérdidas de puestos de trabajo y cierre de empresas, aumento de la dependencia estatal a través de dádivas que generan un aumento constante y sostenido de los precios de los productos de subsistencia, demuestra que empapelar de dinero a una sociedad en crisis, no es la solución.
A la coyuntura social y económica actual, se suma las señales políticas erráticas ante los hechos como el vacunatorio VIP, donde el Ministro de Salud entregó a amigos y allegados vacunas por fuera de cualquier protocolo, y las visitas recurrentes de distintos personajes a la Residencia Presidencial de Olivos, donde se filtraron fotos que evidencian que el protocolo y todos los “rezongos” que daba Fernandez por cadena nacional a los argentinos, fueron olvidados. Tanto tratar como infantes a un pueblo, tiene sus consecuencias.
Ahora bien, si los resultados se repiten en las elecciones generales de noviembre, Alberto Fernandez se volvería un presidente por decreto, ya que su parlamento quedará dominado por la oposición, tanto la cámara de Diputados, como de Senadores el “Frente de Todos” perdería su dominio. Evidencia de los nuevos tiempos es la derrota del peronismo en las tierras de los Kirchner, Santa Cruz se empapelo de amarillo, el color distintivo de “Juntos por el Cambio”.
¿Qué podemos aprender de la experiencia argentina? Pues bien, aquellos que definieron desde el oriente del Río Uruguay a Alberto Fenandez como un “‘Clase A’ de la política. Un ‘clase A’ de verdad” deberán re pensar cómo definir el resultado eleccionario de la vecina orilla, y no solamente decir que “hay una tendencia a votar en contra de lo que hay”, sino analizar que ese votar en contra (como sucedió aquí en 2019) es resultado de las políticas públicas deficitarias, del estancamiento económico y la sana necesidad de cambio, donde ese pueblo y esa democracia que claman en campaña es la que hizo uso del ejercicio de su soberanía y se proclamó.
También nuestro oficialismo, y fundamentalmente aquellos con responsabilidad de gobierno deben interpretar el resultado y lo que puede suceder en relación a política exterior. Un Alberto Fernandez y su gabinete debilitado pueden encrudecer y tironear en un intento de demostración de fuerza con restricciones de viaje y cepos cambiarios al turismo que habitualmente y luego de un año sin temporada se volcarían a las costas del este uruguayo.
No dejemos que nuestras pasiones por la “Patria Grande” o por el fin del “Populismo” nos inunden, velemos por los intereses del país por sobre todas las diferencias ideológicas.