Los sucesos de febrero de 1973, que detallamos en lo medular en la columna de la semana pasada, significaron la culminación de un proceso iniciado en el curso de la lucha antisubversiva librada en el correr de 1972, donde las Fuerzas Armadas en general y en particular el Ejército, llegaron a la conclusión descripta por el editorialista del semanario Marcha de fecha 16 de febrero de 1973: “Culminar la obra significa aplastar al enemigo, prever y vigilar su posible renacimiento y también, ¿por qué no? erradicar las causas del conflicto para evitar que reaparezca” .
Para ello se propusieron incidir en la vida política para dar “seguridad al desarrollo”, por medio de asesoramiento al más alto nivel y asumir la ejecución de planes y programas de desarrollo. Obviamente que esto contravenía el ordenamiento jurídico vigente que las regía. Ello fue advertido por el Ministro de Defensa Legnani durante su corta gestión y denunciado por el Senador Vasconcellos y también comprendido por el Presidente Bordaberry, que con el fin de encauzarlas en el cumplimiento estricto de sus cometidos profesionales, designó como Ministro de Defensa al Gral (R) Antonio Francese, viejo y prestigioso militar que ya había ocupado dicha Cartera desde el 1 de marzo de 1967 al 17 de abril de 1970 y luego el Ministerio del Interior del 17 de abril de 1970 al 19 de enero de 1971.
Pero el Ejército no era el mismo de cuando él era Ministro de Defensa, la experiencia de la lucha antisubversiva y sus contactos con los sediciosos, no había pasado en vano y el grado de información que habían recogido sobre los distintos aspectos del quehacer nacional, no la querían desaprovechar. Sin la irrupción de la violencia insurreccional queda sin explicación el protagonismo político de los vencedores.
Bordaberry hasta el acuerdo de Boisso Lanza se apegó a la legalidad, pero ante la falta de apoyo político, militar y popular decidió transar con los militares sublevados, dado que el Poder lo tenían ellos y solos, era obvio, que no iban a poder gobernar y la izquierda se había puesto a sus órdenes. Los sectores mayoritarios del Partido Colorado durante la crisis de febrero apostaron a la renuncia de Bordaberry y a la asunción del Vicepresidente Jorge Sapelli quien tenía un muy buen relacionamiento con la oposición, dicha opción no fue viable dado que Bordaberry no renuncia.
Wilson Ferreira Aldunate le propuso, sin éxito, al Comandante en Jefe de la Armada Contralmirante Juan José Zorrilla en el Despacho del Capitán de Navío Cr Noel Mancebo, la convocatoria a nuevas elecciones para el mes de setiembre con ballotage o doble vuelta, esa misma propuesta, en representación del líder nacionalista, se la hizo el Gral Ventura Rodríguez a sus camaradas del Ejército y de la Fuerza Aérea, con resultado negativo.
Los sectores mayoritarios del Frente Amplio (comunistas, socialistas, demócratacristianos, entre otros) se vieron seducidos y encandilados por los comunicados 4 y 7 que tenían un tinte colectivista y socializante. Si un golpe militar de izquierdas había ocurrido en Perú en 1968 y en Ecuador en 1972 ¿Por qué no en Uruguay? La CNT tuvo una actitud similar de apoyo a lo que entendían una postura anti oligárquica de las Fuerzas Armadas. La prensa de izquierdas de la época: El Popular, Última Hora, Ahora y El Oriental, trasuntó la ilusión de un golpe al estilo peruano, con reforma agraria, nacionalización de la banca, de los frigoríficos y del comercio exterior. La CNT continuó procurando contactos y entendimientos con los militares e incluso en el mes de marzo les planteó un paro general en apoyo de los comunicados 4 y 7. A tal grado llegó la táctica sindical, que cuando levantaron la huelga general contra el golpe de estado el 12 de julio de 1973, emiten un comunicado oponiéndose al golpe que califican de derechista, pero valoran los comunicados 4 y 7 e instan a los militares a que se plieguen a las expectativas populares que despertaron en febrero.
Luego el Partido Comunista, en la clandestinidad, editará el semanario 9 de febrero. Una excepción, aunque no la única, fue la del Director del semanario Marcha el Dr Carlos Quijano quien el 16 de febrero de 1973 defendía la Constitución y rechazaba la injerencia militar en la política. Ante la inacción del sistema político, que ni siquiera convocó a la Comisión Permanente, que actúa durante el receso parlamentario, y a la nula respuesta popular ante el llamado presidencial. Quijano afirma en el citado editorial “¿No fue el de estos días un plebiscito por ausencia?”. Luego el 23 de febrero de 1973 escribe en Marcha: “Aquí no ha pasado nada. Los Partidos ¿son en realidad Partidos?, salvo excepciones callan y luego se pregunta “¿Puede el poder militar ejercer el poder político?, ¿Puede el poder político renunciar a sus facultades y admitir que el poder militar las ejerza- o- señalamos el matiz, aunque de poco valga- las comparta con él? Para quienes contestan por la afirmativa todo está resuelto. Es la mejor solución en el mejor de los mundos. A quienes respondan por la negativa, en mérito de muchas y muy diversas razones otra pregunta, la tercera se cruza ¿qué hacer?“. En las horas más críticas el sistema político no supo qué hacer y ensayó estrategias contradictorias, unos quisieron aprovechar la oportunidad para una Revolución, otros acceder al Poder antes de las elecciones del último domingo de noviembre de 1976 y los oficialistas alejar del Poder a un hombre que no les era afecto.
En ese contexto Bordaberry se entendió con las FF.AA. Los acontecimientos pudieron tener otro desenlace, pero la realidad no fue así, lo pertinente es describirlos e interpretarlos como ocurrieron, eso es lo que hemos intentado.