Al cumplirse un nuevo aniversario de la asunción de Lacalle Pou en el cargo de Presidente de la República, dio cumplimiento con su rendición de cuentas en el Palacio Legislativo, y si bien no tenemos legislación que lo obligue es un buen gesto. Su padre hizo lo propio en su mandato y logran distinguirse de otros ex Presidentes que hacían lo mismo, pero en otros escenarios. Pero este no es el asunto principal de la columna.
Justo antes del evento varios usuarios de redes sociales especulaban con los anuncios que tendrían lugar y con la posibilidad de modificar el sistema de reelección presidencial. Recordemos que el actual mecanismo permite la reelección de un Presidente, dejando un periodo en el medio vacante para otra persona del mismo o distinto partido político.
Debemos aclarar que para que esto suceda debemos realizar una reforma Constitucional siguiendo los procedimientos presentes en el artículo 331, todo lo que refiere a la duración del mandato del Presidente se encuentra contenido en el artículo 151 de la Constitución de la República.
Para hacer más sencillo de entender el mecanismo de reelección vigente, podemos decir que el actual modelo es A-B-A, siendo A el apellido del uruguayo reelecto en el cargo. Este mecanismo fue utilizado por Sanguinetti y Vázquez respectivamente, también debemos recordar que la primera vez que fue utilizado este modelo fue a principios del siglo XX con Batlle, Williman, Batlle. Esto nos dió como resultado la primera reforma constitucional y las reformas Batllistas que nos llevaron a ser el «pequeño gran país».
Los partidarios de la reelección apuestan a un modelo A-A-B tal cual aparece en el sistema norteamericano vigente, es por eso que pretendo analizar los pros y contras de la modificación propuesta.
Dentro de los pros podemos destacar que la reelección de un Presidente puede ofrecer continuidad y estabilidad en la política y en el gobierno de un país, lo que puede ser beneficioso para la economía y la seguridad nacional. Además, un mandatario que es reelegido puede consolidar las políticas que se iniciaron durante su primer mandato y llevarlas a cabo sin la interrupción de un nuevo líder que puede tener una visión diferente.
También se supone que un Presidente reelecto tiene la oportunidad de obtener experiencia y conocimiento sobre cómo funciona el gobierno y cómo abordar los problemas nacionales e internacionales con mayor eficacia
Otro punto a favor es que un mandatario en la búsqueda de la reelección debe ser más responsable ante su electorado ya que tiene que rendir cuentas por su desempeño durante su primer mandato si pretende permanecer por otro período.
Ahora los contras. Hay muchas y de muchos colores.
Dice Cervantes que «nunca segundas partes fueron buenas», eso es muy cierto. Más si estamos hablando de presidentes, la historia cercana nos dice que en los 90′ la seguidilla Menem – Menem no fue muy buena en la segunda mano, lo mismo con el clan Kirchner y su largo mandato al frente del país considerado alguna vez «el granero del mundo «. Algo parecido pasamos nosotros con Vázquez (con el periodo intermedio de Mujica), en la segunda presidencia se lo notaba desgastado y quizás eso fue una colaboración al fracaso de la fórmula Martinez-Villar. Lo mismo sucedió con Sanguinetti y su doble presidencia con Lacalle Herrera de por medio. Pero dejemos la historia de lado, analicemos los contras de una reelección cómo la que se plantea.
La reelección puede llevar a la corrupción y el abuso de poder, ya que el Presidente tiene más tiempo para establecer contactos y favores políticos que pueden ser utilizados para beneficio personal o para favorecer un fraude para asegurar su segundo periodo. Por otro lado, si bien puede llevar a la estabilidad y la continuidad, pero también puede conducir a la complacencia y la falta de innovación, lo que puede ser perjudicial para el país a largo plazo. Además puede contribuir a la concentración de poder en manos del presidente y su partido político, lo que puede limitar la participación ciudadana y la democracia.
En lo partidario se dan dos escenarios muy posibles, por un lado la reelección puede limitar las oportunidades de otros líderes y políticos para participar en el gobierno y ofrecer nuevas perspectivas y soluciones a los problemas del país. Eso lo vive hoy en día el Partido Colorado en la figura de Sanguinetti, da los correspondientes aportes a la comunidad, pero también lleva a pensar que en la puerta de ingreso a la sede partidaria hay un cartel con la frase de Dante: “Perded toda esperanza, vosotros los que entráis aquí”.
Además en la persona que ostente el cargo de Presidente se da algo que ya lo mencioné con Tabaré Vázquez, el desgaste de la figura política. Un periodo de gobierno desgasta a una persona, si sacamos una foto del día de la asunción y el día de la entrega de la banda presidencial de cualquier Presidente podemos verlo. Imaginen el desgaste que pueden producir diez años corridos de permanencia en el poder. Tanto la persona como la figura terminan perdiendo su brillo y se retiran directo a cuarteles de invierno.
En lo personal el actual sistema A-B-A es la mejor forma de evitar algunos de los contras planteados y fundamentalmente evita, en cierta forma, el desgaste de las figuras políticas. Les permite aportar al país desde otro lado, por ejemplo desde la cámara de Senadores; o a su partido desde los cuadros de mando de cada comunidad partidaria.
Si vamos a modificar el sistema electoral podríamos apostar por un sistema de elecciones a medio término, esto va a exigir más compromiso y trabajo consciente de los legisladores en coordinación con el Presidente en funciones para el caso del oficialismo, y de los legisladores con su o sus líderes en el caso de la oposición. Esto puede aceitar el sistema político ya que los legisladores van a tener que rendir cuentas si quieren renovar el contrato de trabajo.
Es digno de ser reelecto
Muy interesantes las miradas de los pros y contras de la cuestión, no que hablar de la propuesta de las elecciones a medio camino al igual que EEUU o Argentina.
Yo me quedo con este sistema «A-B-A» que tenemos, LLP es buen presidente pero cree que gobiernan los blancos. No hace gobierno de «Coalición».