La macrocefalia se define como un crecimiento del perímetro cefálico por encima de dos desviaciones estándar (DS) para la media de edad, edad gestacional y sexo. Si bien la anterior es una definición científica, el DRAE lo simplifica definiéndola como “cualidad de macrocéfalo” siendo macrocéfalo un adjetivo que equivale a: “Dicho de una persona o de un animal: Que tiene la cabeza demasiado grande con relación a su cuerpo”.
En El País del 21 de agosto de 2015 bajo el título: “Uruguay, el que más gasta en financiar legisladores” se publica un trabajo del Centro Regional de Estrategias Económicas y Sostenibles (Crees) titulado «¿Cuánto cuestan los congresos de América Latina?», señala que en Uruguay hay 38,2 legisladores por millón de habitante, colocándose así primero, bastante lejos del número dos de la lista, República Dominicana, que tiene 22,5. El que menos tiene es Brasil, con 2,9. Los datos del estudio corresponden al año 2014. Uruguay también está primero en lo que respecta al gasto legislativo por habitante, con una cifra de 40,87 dólares a lo largo de 2014. La “sobrerrepresentatividad” parlamentaria nuestra queda en evidencia diciendo que nuestros legisladores, cada uno, representa a 24.931 de nosotros, cuando la media en la región es de 112.361 y que en un país del poderío económico de Brasil es de 321.260 por habitante. Es de hacer notar que a pesar de ser datos del año 2014 las cifras respecto del número de legisladores no ha variado mucho, en lo que respecta al gasto, aunque tampoco, es de señalar que más que el gasto lo que hay que atender es a su distribución, es así que en el programa En Perspectiva, Gonzalo Pérez del Castillo (1) haciendo cálculos aproximados dice que en 2016 el Parlamento costó 132 millones de dólares, el gasto en sueldo de los legisladores debió ser de 15 millones de dólares y se pregunta, el resto entre los 132 millones y los 15 millones, ¿en que se gastó?. El mismo Gonzalo Pérez del Castillo responde aquella pregunta: “Los parlamentos se crearon originalmente para el control del gasto, es decir, poner un límite a los impuestos que decretaba el Soberano (un Rey). Pero resulta que, en mi país, el organismo responsable del control del gasto incurría en un bochornoso despilfarro de recursos propios y era totalmente incapaz de controlar el gasto del Ejecutivo. No tenía (ni quería tener) los medios técnicos para hacerlo. El desproporcionado presupuesto parlamentario se repartía mayoritariamente entre más de 1500 funcionarios todos ellos, con la excepción de los taquígrafos y pocos más, contratados a dedo.”
Salta a la vista que se hace necesario un cambio radical en nuestro sistema parlamentario, venciendo atavismos y conservadurismos, realizar una reforma constitucional que transforme nuestro sistema parlamentario bicameral en unicameral y esa sola cámara sea de no más de sesenta diputados, con lo cual cada uno representaría a unos 56.000 uruguayos, o sea que habría 17,65 escaños por cada millón de habitantes, aún así estaríamos con un 50% más de representantes sobre la media regional. Como toda reforma de este tipo los ahorros no se verían de inmediato, pero una vez completada sería de más de la mitad del gasto actual. Me adelanto a decir que mantener las dos cámaras más la Asamblea General con sesenta integrantes de nada serviría,
Los países con parlamentos unicamerales suelen ser países centralizados, pequeños, con una estructura territorial unitaria y características homogéneas, como en los casos de Portugal, Hungría, Islandia, Suecia, Dinamarca y Nueva Zelanda, entre otros muchos. Agreguémosle a Uruguay a esa lista.
La jibarización no solo es al legislativo. Aunque la reforma del sistema parlamentario debería ser seguida por una reorganización territorial, hoy de diecinueve departamentos, pasando a reagruparlos en no más de cinco o seis regiones, provincias o como quiera llamárseles. Dejo pendiente de otra carta dicho tema a fin de no dilatar la presente, así como también la reducción de ministerios.
Hago mías expresiones de otras cartas sobre el mismo tema, no se trata de debilitar la democracia representativa, base y sostén de la República, en el debido equilibrio entre los poderes del Estado. Al contrario, es una manera de fortalecerla, dignificarla, dándole calidad y jerarquía. Dar esa discusión sería una gran señal para que los políticos recuperen la reputación y credibilidad perdidas. Mejorar la calidad legislativa, bajando el costo para la sociedad, son enormes pasos para fortalecer la democracia. Sin embargo considero improbable que la iniciativa parta del sistema político, por lo cual, hago un llamado a que asuma la tarea de llevar a cabo la reforma política en cuestión a una organización que se autodefine como: “un movimiento de alcance nacional que nuclea a trabajadores uruguayos, con representación de todas las áreas productivas (agro, comercio, servicios) que quiere colaborar en la concreción de reformas económicas y sociales urgentes en favor de todo el pueblo oriental”, me refiero a UN SOLO URUGUAY.
(1) Gonzalo Pérez del Castillo
Agrónomo. Trabajó en la FAO. Coordinador residente de las Naciones Unidas en varios países. Vicepresidente del Comité de Evaluación de la Reforma de la ONU.
En febrero del 2018 en el Semanario Voces escribe lo siguiente: “Siempre agradeceré a Hugo Batalla la oportunidad que me ofreció de dirigir el proyecto de modernización del Poder Legislativo en el Uruguay (1995-1997).
Si se piensa en reducción de gastos de gobierno, no se debería obviar las uuee dependientes de Presidencia, que superan las 100 y con muy pocos controles. Buscar información ampliaría en lo expuesto por el Diputado Lust hace unos pocos años. Nada se dijo más al respecto.
El entonces candidato Dr. Lust, se refirió a lo mencionado, en el programa radial En Perspectiva el 4 de octubre de 2019, https://enperspectiva.uy/enperspectiva-uy/entrevista-del-viernes-4-octubre-2019-eduardo-lust/
Esos gastos no son controlados ni por el Parlamento ni el Tribunal de Cuentas. Quizás los controle el Gran Bonete.