EL HUEVO DE LA SERPIENTE… Por Nelson Jorge Mosco Castellano

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La película El huevo de la serpiente de Ingmar Bergman en 1977, se ambienta en Berlín de 1920. La personalidad autoritaria germinaba alentada por el despecho de la gente, el antisemitismo, los prejuicios en contra de las minorías, los gitanos, los homosexuales, un ambiente de miedo, inseguridad y la sensación de que era necesario un mesías que conduzca a Alemania para superar las desgracias que padecía.

Uno de sus protagonistas, Vergérus, dice “cualquiera puede ver el futuro, es como un huevo de serpiente. A través de la fina membrana se puede distinguir un reptil ya formado”. Todavía no se consolidaba el nazismo de la década de 1930, pero ya era posible ver al monstruo a través de la fina membrana del huevo del reptil.

Esa degradación social y política tiene que ver con las acciones que desarrollan en muchas sociedades en un momento en el que el colapso económico y la sensación generalizada de angustia pueden poner las bases de un autoritarismo semejante. Así es como se han venido gestando en cada tiempo histórico las presiones violentas que preveía Alexis Henri Charles de Clérel, vizconde de Tocqueville: La tendencia de las sociedades modernas hacia la igualdad de condiciones entre las personas, es una tendencia claramente anclada en el pasado, que permite encontrar unidad en todo el complejo y plural devenir histórico.

La sociedad hiperconectada en la que nos relacionamos no solo con muchos que son diversos dentro de nuestros propios países, sino con otros de todo el mundo, exige una mentalidad abierta, capaz de comprender que existen distintas verdades y visiones del mundo con las que debemos convivir.

La personalidad autoritaria, que fue el germen del nazismo, ha sido motivo de varias obras de arte excepcionales como el musical Cabaret, ambientado en el Berlín de 1929, cuando surgía el nacional-socialismo. La película en que una cantante inglesa entabla relación con un novelista norteamericano. Los elementos de la personalidad autoritaria aparecen en varios de los personajes que viven en ese ambiente decadente, propio de las tensiones de los últimos días de la República de Weimar. La crisis de la democracia, ya entonces, permitió que líderes que no creían en las instituciones orientaran el desencanto e instauraran una dictadura nefasta.

Terminada la Segunda Guerra Mundial, un equipo, dirigido por Teodoro Adorno, intentó comprender el tipo de personalidad de los individuos “potencialmente fascistas”, usando un concepto acuñado Erich Fromm. La llamaron “personalidad autoritaria” y así nombraron un texto publicado en 1950, sobre una enorme investigación empírica, conocida como “El estudio de Berkeley”, basada en un gran número de encuestas sobre el prejuicio, diseñadas desde un marco teórico psicoanalítico / psicosocial.

Los autores quisieron comprender cómo ganan el apoyo popular y se mantienen en el poder regímenes autoritarios a pesar de los atropellos monstruosos que cometen; y que paradójicamente no recogen el desprecio unánime. Intentaron desentrañar los mecanismos psicológicos que hacen que los individuos puedan respaldar fanáticamente esos proyectos.

Encontraron que la personalidad autoritaria se forma en la infancia a través de una combinación de factores sociales, culturales y psicológicos. Los autoritarios obedecen irracionalmente a quienes consideran sus superiores, exigen una obediencia semejante a sus subordinados, tienen una forma inflexible de pensar. Adorno construyó escalas con las actitudes más importantes para que se estructure la personalidad autoritaria.

Destacan entre ellas el racismo, la homofobia, la misoginia, el etnocentrismo, el antisemitismo, la incapacidad de diálogo con el distinto. El autoritario siente que pertenece a un grupo privilegiado, adhiere a mitos que le vinculan con dioses o seres sobrenaturales que cree que le otorgan la misión de atacar y destruir a los “malos”. Los autoritarios necesitan controlar y dominar a los demás, tienden a ser mesiánicos, dicen que con ellos comienza la historia. Establecen jerarquías rígidas y relaciones desiguales y despectivas con sus subordinados. Sus formas de pensar son rígidas, estereotipadas, plagadas de prejuicios.

Los individuos con personalidad autoritaria crean una visión cínica de la vida, buscan resolver los conflictos por la fuerza, tienden a creer más en los mitos y en la magia que en la razón. Alfred Adler añadió que el individuo autoritario necesita mantener el control de todo y demostrar superioridad sobre los demás. Promueve una visión conspirativa del mundo, que suponen poblado por enemigos que solo quieren hacer el mal para conseguir su propio beneficio. Ellos, en cambio, se presentan como los únicos voceros del bien.

El fascismo es un movimiento autoritario surgido en Italia luego de la Primera Guerra Mundial como reacción al comunismo. Los fascistas pensaban que la democracia liberal no podría enfrentarlo exitosamente. Su nombre deriva de fascio, en italiano haz, símbolo de autoridad en la antigua Roma, un conjunto de varas ligadas formando un haz que sostiene un hacha de metal: la unión hace la fuerza, el Estado por sobre el individuo.

El Estado fascista es totalitario, antidemocrático, restringe las libertades públicas y fomenta una visión corporativa de la sociedad. Todo en el Estado, todo por el Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado. Un líder único asume todo el poder político cimentado en organizaciones que representan a cada actividad: los fascios. El Parlamento no tiene ningún valor. Líder único del Estado en una comunidad organizada cuya columna vertebral son los sindicatos. He aquí el origen de nuestros sindicatos ya que el marxismo aplicado no los necesita ni los quiere. Nuestros sindicatos derivan de una organización profascista de la sociedad y no del marxismo, asociado con el poder sindical en la mayoría de los países. Recordemos el posicionamiento sindical para incorporarse en el golpe de estado, defendiendo el ascenso militar al poder. Así se fue construyendo la organización corporativa, en la que nadie cede nada. Ello dificulta la apertura de opinar y por ende construir la verdad, fuente de toda posible reconciliación.

Todos los fascismos son autoritarios, aunque no todos los autoritarismos son fascismos. Los dictadores Stalin, Tito, Ceaucescu, Castro no eran fascistas. Como tampoco los dictadores Maduro u Ortega. La personería gremial es el privilegio que se concede a un sindicato para realizar en nombre de todo un gremio determinados actos por ser considerado como la asociación representativa de determinada actividad laboral. Entre todos los conceptos, los sindicatos recaudan al menos el 10% de las remuneraciones de sus representados en todo el país. Una abultada suma de la que el agremiado no recibe liquidación alguna.

Sólo un oxímoron fascista, un sindicalismo apolítico en una democracia plena promueve decisiones en la dirección correcta. Nuestro gobierno ha resuelto con eficacia mundialmente reconocida la pandemia, los efectos de la invasión Rusa a Ucrania, la sequía productiva, y ahora enfrenta la falta de agua potable. Pese a todo esto, intenta consolidar cambios económicos, políticos y sociales para los cuales fue electo. La minoría, auto percibida “oposición”, impone a sangre y fuego su cometido ideológico, impedir todo cambio con vehemencia necia y furibunda. Además de ser profundamente perjudicial para todos los uruguayos, expone que nada nuevo tiene para ofrecer que dilapidar recursos arbitraria y corruptamente. El frentismo dio vuelo a grupos violentos que ejercieron un cogobierno desde la dirección sindical del PCU. Siguen asumiendo ser co-gobernantes por las buenas o por las otras. La sistemática combativa contra la democracia que nunca depusieron, y ahora aplican a conservar los espacios de poder que espuriamente detentan. No respetan la Constitución, plebiscitos, referéndums, leyes, ni los sensibiliza la situación deplorable de tantos uruguayos que desilusionaron. Lo suyo es democracia “avanzada”. Los militantes con el balde mental siguen velando las armas con vocación de carceleros de los que piensen diferente. “Revolucionarios” conservadores de privilegios, accionan contra el país. Persisten sediciosas delictivas, criminales que consiguen queden impunes. Grupos esotéricos autoritarios, antes financiados generosamente desde el exterior, luego desde el Estado, reniegan del orden legítimo. Sin ambages odian el sistema que les concede libertad de acción, del que se dicen víctimas. Quieren infructuosamente destruirlo. No aceptan reglas; revisar el origen y destino de la obligatoria cuota sindical que financia acciones contra los trabajadores y la sociedad. No tienen límites para amenazar violentamente a quienes ejercen la libertad de trabajo al no acatar sus imposiciones. Grupúsculos anti libertad. Minorías eternas enquistadas para destruirla, que nunca contaron con respuesta electoral positiva se dedican a imponernos dictaduras. Vetusta, caduca y fracasada idea marxista de que el pueblo es lumpen y no está capacitado para defender sus derechos. La satrapía de dirección cubana los ha ungido con autoridad por sobre la República y las decisiones soberanas de su gobierno. El presidente de la Federación de Funcionarios de OSE (FFOSE), Federico Kreimerman, milita una lucha frontal al capital que invierte en el país. Paradójicamente defiende a quienes acumularon todo el capital de su pueblo sometiéndolo al escarnio esclavista. Le molestan los gobiernos democráticos; no así, los dictadores y sus familias capitalistas. Kreimerman asumió ser responsable de prender bombas de humo en el edificio de OSE, el pasado 13 de junio por la apertura de la licitación del proyecto “Arazatí” para corregir la endémica falta de agua que heredaron del frentismo. “La movilización fue una decisión del sindicato, la intención de llegar al directorio también y la bomba de humo, que hubo como treinta ese día, fue una decisión del sindicato. A mí me toca representar al sindicato. No voy a escaparle al bulto”, enfatizó. El objetivo era “ingresar y ser recibido por el directorio” para evitar que se abrieran los sobres para la licitación del proyecto.

El senador Sebastián Da Silva, dijo: “Si normalizamos este vandalismo podemos llegar a que cualquier sindicato esté habilitado a hacer cualquier cosa. La manija lleva a estas cosas. Nos dio vergüenza a todos”.

Las acciones para paralizar la acción del gobierno electo democráticamente, se han repetido con varios sindicatos más. ADES ha movilizado al paro con argumentos increíbles a la educación pública, para impedir que la reforma educativa mejore el analfabetismo lecto-matemático que alientan, en perjuicio de los que más necesitan formación para superar su nivel mendicante. FANCAP paraliza la producción y distribución de combustible, para impedir la asociación con privados en la producción de portland, que arrastra pérdidas que pagamos todos los uruguayos en el transporte, el trabajo y los bienes esenciales. Sendic dilapidó 80 millones de dólares de los trabajadores en una caldera que nunca pudo ser instalada, y el sindicato ni se inmutó. Otros sindicatos también avanzan coordinadamente para paralizar al gobierno de los uruguayos, desnaturalizando la función sindical que según la OIT debe defender al trabajador, sus condiciones laborales, su dignidad como colaborador social en producir bienes y servicios, en relación armónica con el empleador.

Emprender juntos para hacer crecer la economía y con ella a las posibilidades de trabajo y el bienestar general. No para matar al capital inversor, conspirar contra el trabajo estable, fundir a la actividad pública, que caiga el gobierno e imponer una dictadura. Pese a ser históricamente absoluta minoría electoral, el PCU enquistado en la dirigencia sindical lleva a cabo su permanente dogmática destructiva: desgaste y división. De manual, como lo hicieran Lenin, Hitler, Stalin, Mao; ofreciéndose como una opción superadora del desastre que ellos mismos construyeron.

Todavía tenemos oportunidad de mirar desde afuera el huevo de la serpiente.

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