En el corazón de Montevideo, el barrio Cerro emerge como un testimonio viviente de diversidad y resiliencia. Conocido en sus inicios como Villa Cosmópolis, este rincón de la ciudad se forjó en las manos de inmigrantes, quienes tejieron la esencia de solidaridad que aún palpita en sus calles.
En sus calles se vive bajo la premisa de que nadie es más que nadie; se participa activamente, y los saludos resuenan en gritos de camaradería.
El Cerro es más que un simple barrio; es una ciudad dentro de Montevideo, un crisol de culturas que ha resistido el paso del tiempo. Las manos entrelazadas formaron cadenas de solidaridad, eslabones que construyeron escuelas, liceos y plazas. Aunque los idiomas y las costumbres variadas llegaron con los primeros habitantes, el sentimiento de unidad y colaboración se hace presente hasta nuestros días.
La reciente culminación de un ambicioso proyecto, el nuevo Hospital del Cerro, destaca como un hito trascendental para la comunidad. Este colosal edificio de 2.471 m², distribuido en 4 pisos, no solo representa un avance en infraestructura médica, sino también un compromiso con el bienestar de los habitantes de la zona oeste de Montevideo.
El hospital no solo destaca por su arquitectura imponente, sino que se erige como un recurso vital para los residentes de menores recursos. Con más del 70% de los pacientes atendidos por Asse provenientes de esta área, el hospital no solo mejora la atención médica, sino que también aligera significativamente la carga sobre el Hospital Maciel.
Este hospital es una realidad que obedece a una necesidad, llamarlo «hospitalito» al no ser cortada la cinta por alguien de determinado signo político habla mucho de aquellos, que en su mezquindad, buscan fragmentar a la sociedad en términos de buenos y malos, conservadores y progresistas, pueblo y oligarcas.
La acción de unos pocos egoístas, que pretenden monopolizar la verdad, perjudica a toda la sociedad. Esto no solo afecta a la democracia, la república y la libertad, sino que también muestra falta de respeto hacia la rica historia de la Villa del Cerro, merecedora de algo más que simplificaciones y divisiones. El bienestar de la gente debe estar por encima de cualquier disputa partidista. Por eso mismo este edificio debería servir para trascender la política partidaria y la retórica divisiva.
No importa que sea «oligarca» quien ejecuta la obra, importa que la obra existe y el beneficio es para todos.