Armas de destrucción masiva.   Por Marcelo Martín Olivera

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Ante la imagen de millones de ucranianos huyendo de la invasión rusa nos resulta imposible no remitirnos a enfrentamientos bélicos en tierras dominadas por el fanatismo religioso o bajo la mano de gobiernos fallidos. Cuando creíamos imposible ver algo así en Europa la historia se repite. 

Sabemos que la predisposición del mercado a subir los precios es un efecto secundario de la pandemia derivado de los problemas con la logística internacional y el mundo se estaba recuperando. Pero con pocos días de invasión vimos la presión en todos los mercados, tuvo su primer efecto con el petróleo y el gas, pero con el paso de los días vemos la misma tendencia en los alimentos a escala global.

Al escenario de la invasión hay que agregar el hecho de que Rusia cerro su espacio aéreo a más de 30 países, lo que obliga a los aviones a tomar rutas alternativas con más consumo de combustible y eso eleva el costo de los fletes. Los primeros afectados por la suba de precios son los países con vulnerabilidad alimentaria que dependen de los precios de los productos en torno al Mar Negro y que hacen de los cereales la base de su dieta. Egipto es uno de estos países y justamente fue por la subida de precios de los alimentos, entre otros factores, que se dio inicio a la Primavera Árabe.  

Cualquier paquete de sanciones económicas, por duro que sea, tiene dos limitaciones. Primero, el retraso de sus consecuencias y, por tanto, de sus efectos disuasorios. Y segundo, la repercusión global, también en la economía de los propios países que las proponen. Más temprano o más tarde se van a ver los efectos en las economías que disponen de esas medidas. Tanto Rusia como Ucrania son grandes productores de oleaginosas, granos, petróleo y materia prima para la industria tecnológica. Vemos claramente que guerra se da en dos frentes muy claros, uno económico y otro militar, lo cual provoca mucha incertidumbre al mercado internacional y colocan más leña en el horno de la inflación mundial.

Ante este escenario es claro que estamos frente a la guerra del siglo XXI que trae nuevas armas y se usa una poderosa arma de destrucción masiva, las sanciones económicas y con ella vienen graves secuelas para la humanidad a corto plazo, el hambre de los países más necesitados y la desesperación en las bolsas de valores de todo el mundo. 

Marcelo Martín Olivera. 

Área de Comunicaciones. Viento de Cambio Uruguay 

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