El Uruguay pos dictadura mantuvo varios sistemas económicos que sostuvieron el tipo de cambio en dólares, bajando la inflación a 1 dígito, atendiendo las necesidades de competencia regional e internacional y estabilizando la economía. Hasta el 2002, año en que sufrimos una crisis regional (efecto tequila más corrida argentina), el tipo de cambio se daba en banda de flotación lo que obligaba al Banco Central a comprar o vender divisas para que el dólar no se depreciara demasiado o la moneda nacional no traspasara un techo que arrastraría la inflación por encima del dígito anual. A partir del 2002 se pasa a un tipo de cambio flexible que se ajusta por oferta y demanda. El Banco Central ya no está comprometido con el tipo de cambio. Sin embargo, esto no significa que no intervenga. Lo hace en menor medida para evitar un desplome, como sucedió en 2018 con un dólar a 28 pesos y una compra de dólares del BCU para evitar que la divisa llegara a los 22 pesos.
La suba del dólar es constante y no necesariamente debe estar atada a la inflación. Como ejemplo, tanto Mexico como Argentina en la década de los 90 lograron desenganchar el dólar a la inflación teniendo un dólar bajo y una inflación moderada. Entonces, ¿por qué miramos tanto el valor del dólar para referirnos a lo caro que es un país? Porque creemos que el valor del tipo de cambio real tiene que ver con la suba del dólar y no con los impuestos, tasas y costos de empleo. Esto se hace evidente en la ecuación del tipo de cambio real:
e = E.ipc/IPC
e = tipo de cambio real
E = tipo de cambio nominal
IPC = índice de precios local
ipc = índice de precios en el resto del mundo
La explicación a este fenómeno la dió el Observatorio Económico Social UNR (de la República Argentina), en estas palabras: “El tipo de cambio real es el que nos indica si los productos locales son baratos o caros con respecto al resto del mundo. De esta forma, cuando el tipo de cambio real baja, quiere decir que los productos locales se hacen más caros con respecto a los del resto del mundo, por lo tanto resultará más difícil competir con los demás países. La consecuencia usual es una reducción de las exportaciones y un aumento de las importaciones. Lo contrario ocurre cuando el tipo de cambio real sube.”
Ahora, si sacamos de la ecuación la variación del dólar, nos quedarán los precios en el resto del mundo sobre los precios locales. Y ya se ha comprobado que aumentando el dólar no se ha aumentado la inflación por lo que podríamos decir que el costo de vivir en Uruguay tiene que ver con los sobre costos impositivos y no con el tipo de cambio.
Y en este sentido, la oposición siendo gobierno durante 15 años no ha sido menos exitosa. Ha multiplicado los empleados públicos. Se ha colocado segunda después de Chile en impuestos sobre los salarios (18%). En total el Estado grava cuatro veces a cada ciudadano con impuestos sobre las ganancias que genera. El negocio por supuesto es trabajar en negro. Donde el obrero independiente termina siendo un cuasi-héroe del sistema en contra de un estado que se autofagocita constantemente.
En un informe reciente de la BBC se explicó que los propietarios de casas, departamentos y vehículos uruguayos pagan varias veces más en impuestos de lo que se paga en las grandes ciudades europeas. Un estudio comparativo indicó que mientras que alguien que posee una vivienda valorada en US$100.000 paga el equivalente a US$200 por concepto de impuestos inmobiliarios en París, US$440 en Milán y US$551 en Madrid, en Montevideo la cifra asciende a US$1.200.
Con los autos sucede algo más extremo. Un Peugeot 306 del año ‘96 paga en Madrid un impuesto anual de US$100, US$274 en Londres, y US$1.369 en Montevideo.
Cuando se le preguntó a Alberto Varela, experto en asuntos tributarios del Estudio Ferrere y autor del informe, explicó a BBC que en 1988 los ingresos fueron de US$71 millones, mientras que en 2008 entraron a las arcas de la IMM US$382 millones. ¿Por qué ese aumento, que supera ampliamente la inflación local en dólares acumulada? Para cubrir las necesidades de pago de sueldos de los funcionarios municipales, indicó.
Esta desproporción de la recaudación del Estado (y concretamente de la IM) que según el populismo político es sumamente necesaria para financiar el status quo de los empleados estatales, genera a mediano y largo plazo miseria. Porque nada, absolutamente nada es gratis. Y la igualdad social sostenida desde la coerción a las libertades genera tarde o temprano más pobres.
El discurso del atraso cambiario es obsoleto, porque antes de obligar a cotizar la divisa americana a precios que no se pueden sostener desde el bolsillo del trabajador, primero deberíamos pensar cómo bajar los impuestos. Sra Cosse, la están llamando.