Por: Redacción Contexto
Gracias al Equipo de DBT, pudimos comenzar a interiorizarnos más (no porque no supiéramos que existe, sino todo lo contrario) de un tema tan importante en la Sociedad uruguaya. Un tema que remite gravedad y preocupación, empezando por lo alarmante que son los índices.
Este es un tema que seguiremos abordando, con total seriedad. DBT nos abrió la puerta para conocer un poco más.
Sabemos las falencias y carencias que hay en Uruguay sobre este tema. Carencias incluso estructurales, edilicias, y se podrían seguir citando tantas mas.
Sabemos que para el MSP, es uno de los temas a abordar, está en la agenda del Ministro, quien lo hizo público.
A continuación les dejamos los testimonios que gentilmente nos cedieron. ConTexto seguirá abordando el tema.
Testimonio 1:
Hola, mi nombre es Martín y tengo 27 años.
Dar un relato de lo que me sucede no es tan fácil, hay muchas cosas que considerar y sobre todo cuando pretendes que tus palabras dejen una pequeña muestra de esperanza para quién lo lea.
Mi camino por las terapias de DBT fue totalmente inesperado, hace casi un año que estoy con este grupo de ayuda y no podría pedir más.
Al comienzo estaba totalmente negado a tener cualquier vínculo con personas, a mi terapeuta le costo un poco de trabajo convencerme y no me hacía a la idea de compartir mis sentimientos con otras personas, hasta que finalmente acepte.
Comenzamos poco a poco a conocernos y al pasar el tiempo nos dimos cuenta de que todos estábamos en el mismo lugar, el lugar de curarnos e intentar comprender que es lo que pasa en nuestro interior, hablamos de muchas cosas y nos damos el espacio que merecemos para sentirnos mejor. Hay personas dispuestas a ayudarnos y a escucharnos, a enseñarnos que podemos manejar la ansiedad, las angustias y todo lo que nos agobia.
Es por eso que me parece importante que sepas que yo aprendí a respirar un poco más hondo, para poder estar mejor, aprendi que si tengo miedo el primer paso siempre es el correcto para vencerlo, aprendi que las cosas se hacen una a una y no todas a la vez, aprendí a aceptar que la soledad no es tan mala pero la compañía es mucho mejor y lo más importante es que si no puedo aceptar es hora de cambiar.
No quiero extenderme, mucho menos que pienses que vengo a dar un sermón, vengo a contarte que si yo encontré una respuesta tu también puedes.
No estás solo/la, tienes que dar el primer paso a estar mejor.
Testimonio 2:
La vida misma
A todos nos pasó que la vida puede con nosotros (y si a alguien no le pasó, que pase la receta!). Sentir que no podemos con las cosas que nos pasan, con los desafíos, con las decepciones, frustraciones, pérdidas, soledad y tantas cosas más. Algunos, son más fuertes que otros, y logran atravesar dichas situaciones sin mucha turbulencia. Otros, como yo, caemos en el ver todo negro, no hay luz al final del túnel, la vida nos ganó y nos entregamos y damos por vencidos.
En lo que va de mi vida, 25 años, experimente 2 grandes “la vida pudo conmigo”. Ambas fuertes pero muy diferentes a la vez. La primera vez, tenía 15 años, y sinceramente no tengo muy claro cómo empezó todo. A pesar de tener una vida estable: padres que me quieren mucho, hermanos, una casa, educación de primera y amigas, mi cabeza no lo estaba. Constantemente tenía pensamientos como: qué pasaría si mañana me atropella un auto? Y si dejo de existir? El mundo y la vida de las personas sería más fácil sin mí. Esos pensamientos empezaron a aumentar, y así mi angustia que derivó en una gran depresión. Creo que la edad y la adolescencia, el entorno social en el que estaba, los juicios de valor a los que estaba constantemente sometida, mi relación con la terapia, el tipo de terapia, mi compromiso (o falta de) con la misma afectaron e influenciaron mi estado. Fue así que, una noche me llevaron al hospital.
La segunda gran crisis, y creo yo la más fuerte, fue a mis 24 años. Había dejado terapia, logré que me convencieran de dejar tomar mis remedios y de a poquito empece a sentir que me ahogaba en una oscuridad, angustia y depresión que no podía salir. Todos los días tenía ganas de llorar, y lloraba. Nada me daba alegría, vivir por inercia y mi vida se volvió monótona. Me aleje de todas las cosas que me hacían bien: familia, amigas y actividades simples como hacer deporte, salir a bailar y divertirme. Como aprendizaje de mi primer depresión, esta vez pude pedir ayuda. Y así fue que, mi psiquiatra me recomendó DBT y terapia grupal. DBT? Terapia grupal? Como alcohólicos anónimos? Raro todo, pero mi desesperación por mejorar superaba todo prejuicio que tenía y dije ok, vamos a darle una chance. Mi primer día de terapia grupal marcó un antes y un después. Por primera vez me sentí en un lugar donde estaba 100% cuidada, donde nadie me iba a juzgar por lo que hiciera o por mis pensamientos. Donde todos estábamos de alguna forma u otra, en la misma, y por ende, todos estábamos para ayudarnos.
Hago terapia desde los 10 años, y en menos de 1 año note mejoras sustanciales en mí gracias a DBT. La terapia no es mágica. Lo mágico es la combinación de las técnicas utilizadas y el compromiso de uno de querer mejorar. Es un constante aprendizaje de manejarse en la vida, de identificar las emociones, de poder gestionarlas y no dejar que te ganen, de desarrollar empatía, eliminar los constantes juicios de valor y ser la mejor versión de uno mismo.
Gracias a DBT, con sesiones individuales y grupales, logré salir de ese pozo negro sin salida en el que me encontraba. La vida no pudo conmigo, sino que con la vida seguí transitando lo que ella es: una montaña rusa, cosas buenas y malas, situaciones difíciles y alegrías inmensas: la vida misma.