Con mucha más frecuencia de lo esperado encontramos, relatos históricos que a partir de un hecho verdadero el mismo es adulterado por la mitología, esto no es algo original del Uruguay, ocurre en todos los países. Hay multiplicidad de ejemplos, pero hoy nos centraremos en dos que son a nuestro juicio paradigmáticos: El Éxodo del Pueblo Oriental y el Desembarco de los Treinta y Tres Orientales. Nos adentraremos en los laberintos ocultos de nuestra historia. Luego de la batalla de Las Piedras (18 de mayo de 1811), resonante victoria militar lograda por las fuerzas de la Junta de Buenos Aires lideradas por el Tte Cnel José Artigas, se pone sitio a Montevideo, bastión de la Regencia encabezado por el Virrey Elío. Pero el 20 de octubre de 1811, luego de arduas negociaciones con mediación británica, el ahora Triunvirato de Buenos Aires, de donde dependía Artigas, y el Gobierno de Montevideo llegan a un armisticio, en cumplimiento del mismo los triunviros destinan a Rondeau a Buenos Aires y Artigas es designado Gobernador de Yapeyú. El Cnel Artigas se dispone a cumplir su nuevo destino militar, pero se encuentra que una parte del Pueblo Oriental menos del veinte por ciento, temiendo represalias decide acompañarlo, ante ello instala su campamento junto a miles de seguidores en el Ayuí del otro lado del Río Uruguay. Esta migración, como la denominó Artigas, que transcurrió dentro de la cuenca ganadera del Plata, fue una conmoción demográfica de efectos desbastadores para la economía de la Banda Oriental. Los protagonistas de la misma la denominaron “la redota”. No obstante, en una obra publicada en 1885, el historiador Clemente Fregeiro le puso el nombre de Éxodo del Pueblo Oriental, haciendo un símil con el Éxodo del Pueblo de Israel, que liderara Moisés durante cuarenta años por medio de un hostil desierto y cruzando el caudaloso Mar Rojo, según relata La Biblia. Las diferencias eran abismales, pero esta adulteración ingeniosa y exitosa lleva subliminalmente a comparar a Artigas con Moisés y al Pueblo Oriental con el Pueblo de Israel. Pasemos al otro mito, la Provincia Oriental convertida en Cisplatina desde 1821 perteneció primero al Reino de Portugal y luego desde 1824 al Imperio del Brasil. Pero para 1825 un grupo de orientales desde Buenos Aires preparaban una incursión a territorio oriental con el propósito de obtener la independencia del Imperio del Brasil y la reincorporación a las Provincias Unidas. Un 19 de abril de 1825, con el apoyo de sus compatriotas occidentales, al mando del Cnel Juan Antonio Lavalleja y del Tte Cnel Manuel Oribe, ambos masones al igual que el Sgto Mayor Pablo Zufriategui, desembarcan en la playa de La Graseada, o Arenal Grande luego bautizada como Agraciada. El contingente estaba compuesto por más de cuarenta hombres entre los que había orientales, paraguayos, mendocinos, cordobeses y africanos. A este hecho se le llamó Cruzada, vocablo de clara connotación religiosa, y se lo denominó por la posteridad Desembarco de los Treinta y Tres Orientales. De dónde surge este número que como lo ha investigado exhaustivamente el Prof Aníbal Barrios Pintos no se compadece con la realidad. Hay dieciséis listas con cincuenta y nueve nombres diferentes. Manuel Oribe, confeccionó una lista de 33 nombres en 1830, aunque en 1832 debió rectificarla y ampliarla a 40. Hay una explicación, en la masonería de rito escocés antiguo y aceptado el 33 es el grado máximo, la edad en que murió Jesús y lo de orientales se entronca con el Oriente Eterno que es el destino de las almas de los masones cuando mueren. Ello fue mitificado por la célebre pintura de Juan Manuel Blanes (1878), que también era masón. A su vez aparecen los nombres en las 33 piedras de la magna obra escultórica de Juan Ferrari, emplazada en la plaza principal de Florida en 1879. No hay ciudad del país que no cuente con una calle Treinta y Tres, incluso uno de los Departamentos de la República creado en 1884 lleva el nombre de Treinta y Tres, así como su capital. Esta cuestión trascendió lo profano e ingreso al ámbito religioso católico, la Virgen María, madre de Jesús, bajo la advocación de Nuestra Señora del Luján trasmutó su nombre por Virgen de los Treinta y Tres y hoy es la Patrona del Uruguay. En 1975 se convalidó normativamente el mito, al oficializar la lista de los 33 Orientales por decreto Nº: 109/975 de 4/02/1975, lo cual constituyó una aberración jurídica e histórica. Pero no se quedó ahí la Avda Agraciada de Montevideo paso a llamarse Avda del Libertador Brig Gral Juan Antonio Lavalleja. En nuestro país no hubo un Libertador, no le quito méritos a Lavalleja que los tuvo y fueron muchos, pero sin la incorporación pactada de Rivera, en las costas del arroyo Monzón el 29 de abril de 1825, el movimiento estaba condenado al fracaso como ocurrió con el de 1823. Fructuoso Rivera, más allá de las críticas, luego de Artigas fue el Caudillo más relevante, como lo demostró en Rincón y Sarandí, y luego, pese a la tenaz oposición de Lavalleja y Oribe, en la toma de las Misiones Orientales en 1828, lo cual determinó que el Emperador del Brasil se aviniera a negociar. No pretendo asignar el carácter de Libertador a Rivera, pero tampoco le corresponde a Lavalleja. Se pretendió emular el ejemplo incomparable de la ciudad de Buenos Aires que tiene una Avda del Libertador por el Gral José San Martín. Tanto la Redota, como el Desembarco fueron hechos importantes en su contexto, pero tienen mucho menos relevancia que otros de nuestra historia, no obstante fueron sacralizados ingeniosamente para suscitar patrióticas devociones populares, pero al precio de sacrificar la verdad histórica.