Aun en los tiempos actuales, la guerra y el pastoreo son una rutina diaria de las poblaciones nómades que recorren las estepas de Asia Central. Esto se repite desde hace unos tres mil años, según tradiciones orales que recogí en el norte de Afganistán.
La lucha del hombre es y de sus enemigos naturales son la estepa y el desierto. Los pastos escasean y deben mover sus rebaños en forma continua, en planicies ya agotadas. Es común entrar en guerra por algunas praderas verdes o una fuente de agua (rio o pozo). El cobro de impuestos por su uso es una costumbre milenaria.
Las tribus siempre han estado emparentadas por la lengua y por las costumbres. A pesar de ser nómades, conservan sus rasgos originales. Las tribus abarcan varios clanes y estos agrupan varias familias.
Actualmente ejercen el poder “los señores de la guerra”. Dominan a los agricultores y pastores por medio de la fuerza y el cobro de impuestos.
La figura del caudillo mongol Gengis Khan mantenía su vigencia en el inconsciente colectivo afgano. Un “señor de la guerra”, el general Faruk, decía ser descendiente directo de dicho caudillo.
TEMUYIN
Hacia el siglo XII d.c. convivía con otras tribus el pueblo mongol, en un reducido territorio, rodeado por las montañas. En el seno de una familia de antigua nobleza, nació un niño de nombre Temuyin, hijo de Yasugai, guerrero destacado cuyo ejército se componía de 20.000 hombres. Era un hombre de origen místico por integrar una rama de los mongoles que se autoproclamaban de origen divino y decían ser los “hijos de la luz”. Contaban con escasos recursos y vivían en tiendas de fieltro oscuro, aún usadas en Afganistán.
Precisamente, los rasgos físicos de Temuyin lo caracterizaban como “hijo de la luz”: tez clara, cabellos castaños rojizos y de ojos menos oblicuos que lo diferenciaban de sus compañeros. Pero aún en su condición de “príncipe”, debía someterse a la dura ley de la estepa. Debía disputar, junto con los otros niños, los restos de comida de los perros. Debía recoger el estiércol usado como combustible para cocinar (costumbre aún vigente en Afganistán), cazar pequeños animales para comer, pescar y limpiar los caballos. Un heredero noble no tenía privilegios.
Al morir su padre, Temuyin, siendo apenas un joven, no fue bien recibido por los demás nobles. Los guerreros de su padre lo rechazaron por su juventud. Se encontró sin guerreros y con pocas riquezas (nueve caballos y dos carneros). Huyó a las montañas y allí vivió como un animal. A los 17 años comenzó a reconstruir el edificio político creado por su padre. Se atrajo la simpatía de jefes poderosos y preparó futuras alianzas tribales. La tradición y las leyes, armas poderosas en esas tierras, (tal como ocurre en el presente en Afganistán), le fueron de mucha ayuda.
EL IMPERIO
Los primeros veinte años de su gobierno fueron de continua lucha por lograr la hegemonía sobre las otras tribus. Las noticias sobre sus hazañas, su origen místico y el buen trato que daba a los vencidos se difundieron rápidamente.
Se calcula que alrededor de 1189 Temuyin fue reconocido como “Kan” por parte de algunas tribus de Mongolia. Dicho título, mantenido en Afganistán, se traduce como “príncipe” “o gran señor”. Recibe, armas, dinero y también el título de “capitán”.
Comenzó a combatir a las tribus enemigas. Para el ataque, elegía las horas más adecuadas a sus fines: durante la noche, cuando sus enemigos estaban descansando o durante los banquetes, distraídos comiendo y bebiendo.
Tenía bajo sus órdenes a cuatro generales de su confianza, conocidos como “Los cuatro perros de Temuyin”: Gebe, Kubilai, Gelmé y Subotai.
En la primavera de 1206, los nobles y pastores de todos los rincones de Asia Central fueron convocados a un gran “kurultai” (asamblea) para comunicar lo dispuesto por los dioses respecto a las tribus. El resultado final del encuentro fue la proclamación de Temuyin como Gengis Kan (Yinguish Jan, “príncipe de los océanos”, el más poderoso de los Kanes.( Gengis significa océano y hace mención a lo vasto de su imperio).
Gengis Kan otorgó el título de “mongoles a todas las tribus presentes, una magnífica distinción. Ejercería el poder supremo sobre 32 pueblos. Los dividió empleando términos de actualidad: “los del centro”, “los de la mano derecha” y “los de la mano izquierda”, tal vez refiriéndose a la posición de la capital del imperio, la ciudad de Karakórum.
Gengis Kan entendió que el ejército, la columna vertebral de su imperio, debía ser una fuerza poderosa y adaptada a esos tiempos. En principio, abolió la forma tradicional basada en las tribus y clanes. Organizó su fuerza en “tuman”, grupos de 10.000 hombres, directamente subordinados al comando supremo: 10 hombres elegían a un jefe de grupo y éstos elegían a los “centuriones”, jefes de grupos de 100 guerreros, quiénes a su vez elegían a los comandantes de 1000 combatientes. Estos a su vez elegían al jefe del “tuman”, aunque Gengis Kan podía anular la decisión. Cada soldado sabía que podía llegar a general por sus propios méritos. Como medios de comunicación empleó mensajeros a caballo y palomas mensajeras.
Esta organización del ejército cambió radicalmente las tradiciones de la estepa. La disciplina se cumplía a rajatabla. Su movilidad era extraordinaria debido a la habilidad de sus jinetes, heredada al día de hoy por los habitantes del norte de Afganistán. Montados, manejaban el arco y la flecha con pericia excepcional. Para su empleo táctico, Gengis Kan empleó el método de “horda”, concepto que en Occidente equivale a caos, confusión, pero para los mongoles era todo lo contrario. La “horda”, como masa compacta de guerreros, avanzaba al galope directo al enemigo, produciendo un choque inicial de frente, pero cuando este se disgregaba, los guerreros mongoles, cual tentáculos, se separaban, rodeaban al enemigo y lo absorbían y luego recomponían la horda. No había forma de enfrentar estos movimientos envolventes. Visto en la estepa, el ejército del caudillo mongol impresionaba. La tradición oral cuenta que “cubría el horizonte” y de ahí se adoptó el término “hazara” (“cientos” o “miles”). Se dice que los descendientes de los mongoles conforman la actual etnia “hazara” y su nombre hace referencia a sus ancestros. (Son la única rama chiita de Afganistán). Antes de atacar, Gengis Khan mandaba un mensaje a su enemigo de turno: ”Tu escogiste la guerra. Solo el Cielo conoce el resultado de la lucha”. Ante esas palabras, sus adversarios veían derrumbarse su moral y espíritu de combate.
Por otro lado, la legislación de Gengis Kan era muy conservadora. Estableció una “iassa” (ley) cuyo primer artículo establecía: “Aquél que no obedezca la ley perderá la cabeza”. Otro de sus artículos determinaba: “La mayor felicidad para un mongol es vencer al enemigo, robar sus tesoros, matar a sus siervos, escapar de los peligros al galope de sus caballos y servirse del vientre de sus mujeres e hijas”.
Gengis Kan procuró establecer los principios tradicionales de la sociedad nómade, sin alterarlos. Su imperio fue concebido como un grupo de “ulus” (conjunto de tribus), la tribu como un unión de clanes y el clan como un conjunto de familias. Es el mismo criterio aplicado en Afganistán en los tiempos actuales.
Al cabo de años de lucha Gengis Kan unificó a las tribus. Las estimuló e incitó con la perspectiva de pillajes locales. De esa forma, sus jefes lo eligieron jefe supremo para lograr el dominio del mundo.
Para 1211 Gengis Kan logró reunir un ejército de 200.000 hombres. Cada guerrero llevaba dos odres de leche de yegua fermentada y una tienda individual. Algunos rebaños de cabras acompañaban al ejército para asegurar su alimentación. En el Afganistán actual ocurre lo mismo con los guerreros del ambiente rural. Llevan leche de cabra y algunas cabras. Mientras los ejércitos de las grandes potencias llevaban un aparatoso sistema logístico, los afganos sacrificaban dos cabras y ya comían diez personas.
Con esa poderosa fuerza militar y su aptitud para concertar hábiles maniobras diplomáticas consolidó su imperio, Llegó un momento en que las pasturas fueron insuficientes, al igual que materias primas para consumo de la población. Entonces se fue hacia el sur, hacia Afganistán, buscando las rutas comerciales que unían Oriente y Occidente, en particular “la ruta de la seda”. Era inevitable un enfrentamiento entre los mongoles y los musulmanes. En Afganistán, el príncipe Gelal ad-Din, custodio de la fe islámIca, preparó la “guerra santa” para enfrentar al enemigo. En 1219 la “horda” mongol se lanzó sobre las ciudades rebeldes y la población fue masacrada hasta el último habitante. Luego se incendiaban los campos, aplicando el concepto de “destrucción total”.
Visité la ciudad de Balhk (norte de Afganistán) en 2005. Allí se conservan las ruinas del templo de Zoroastro, quien predicó en la región. Revolviendo aquí y allá se encuentran aún cráneos, huesos y dientes humanos, producto de la masacre provocada por los mongoles.
Pese a la formidable barrera que constituyen las montañas del Hindu Kush, ramal de la cordillera del Himalaya que se abre al oeste, las tropas de Gengis Kan pasaron y lograron llegar a la actual ciudad de Kabul. Luego de cuatro años y derrotados los musulmanes y exterminados por millones, Gengis Kan siguió rumbo a India, pero frenó su avance y retornó a las estepas de Asia Central para reorganizar su imperio, que se extendía desde al Golfo Pérsico y desde Siberia hasta la India. Alcanzó así la nominación de Emperador Oceánico (Gengis Kan).
NADA CAMBIÓ
Desde mis tiempos en Afganistán (2005/2006) no creo que haya cambiado nada. Ya lo he comentado: para los afganos, particularmente los del norte, uzbekos, tadjicos y turkmenos, Gengis Kan parece haber vivido allí hasta esos años. Ha marcado de forma notable la idiosincrasia de esos pueblos.
Conocí a un “señor de la guerra”, el general Farouk, quién decía ser descendiente directo de Gengis Kan. Vivía en una aldea llamada Chagha Tay, nombre de uno de los hijos del caudillo mongol. La aldea tenía unos mil pobladores y todos afirmaban ser sus descendientes.
El pueblo se mantiene tal como en el siglo XII, según la tradición. Gengis Kan vivió en la zona. Hay una enorme fortaleza abandonada que se mantiene intacta. Incluso se conservan los palomares donde Gengis Kan criaba sus palomas mensajeras.
El general Farouk podía reunir hasta mil hombres en pocas horas, todos armados y dispuestos al combate. Tenía muy mala reputación entre la población debido a sus desmanes, crímenes y asesinatos. Usualmente, asistía los viernes a los partidos de “bushkashi”, el deporte nacional afgano (heredado de los mongoles). Iba acompañado de su escolta unos cincuenta hombres, hábiles jinetes armados todos con AK 47. Cada triunfo logrado por su equipo era celebrado con estruendosas y alegres salvas de fusilería.
Visto todo aquello, se apreciaba que nada cambió en los últimos tres mil años,
Coronel Tilio Coronel.