Por: Fabricio Rodríguez.
Me inauguré como columnista en el Semanario “ConTexto” con “Enseñanzas desde Caraguatá”, allí decía que Aparicio Saravia nos había heredado un concepto certero y práctico de “Patría”, entendida como la “dignidad arriba y regocijo abajo”. Donde no deben existir mayores prerrogativas que las inherentes al cargo público ejercido.
Dicho esto, en los últimos días nos amanecimos – al menos aquellos que no viven la realidad coloniense – que desde el Municipio de Florencio Sánchez se había fraguado un esquema piramidal de corrupción desde el estamento político, teniendo como cabeza al mismísimo Alcalde, ese que se hacía llamar en campaña “el hombre de las mil gauchadas”.
Eso me hizo querer invitar al lector a reflexionar sobre la “Política como Profesión”, estudio del sociólogo alemán Max Weber sobre la condición del hombre político, sus ideales y móviles para volverse representante público.
Una de las ideas principales de su obra es que se puede “vivir para la política” o “vivir de la política”, una diferencia semántica que hace a dos ideas que pueden contraponerse o conjugarse en un mismo sujeto. El autor expresa lo siguiente: “Vive «de» la política como profesión quien aspira a hacer de ello una fuente de ingresos permanente; vive «para» la política aquel en quien no ocurre eso”.
Ahora bien, ¿qué tiene que ver con lo sucedido en Florencio Sánchez? La respuesta es evidente, el Alcalde que según los trascendidos de prensa tenía 25 años de trayectoria política, donde había logrado ganar en dos oportunidades la alcaldía, había hecho de la política una profesión, y aunque le parezca difícil entender, conjugo el vivir “de” y “para” la política.
Generó un esquema de corrupción para mantener a su partido político, sector y a sí mismo en el poder. Ejemplos son varios y se pueden resumir en entrega de canastas de alimentación y construcción, vehículos entregados por fuera de la normativa, además de coimas, falsificaciones y sobre precios que engrosaban su “caja personal”. Los primeros delitos fueron ejercidos para mantener las prebendas a quienes luego debían ejercer el voto y naturalizaron la situación, los restantes delitos, fueron cometidos para su propio beneficio personal.
Dicho lo anterior, Fernando Sabater nos brinda una reflexión sobre la corrupción y el silencio de la política ante el hecho ocurrido:
Fíjate que en la mayoría de los casos son personas que consiguen dinero por medios ilícitos pero no para su lucro personal sino para financiar la buena marcha de sus partidos. Y es que estos partidos, que no son más que un instrumento para facilitar que todos podamos participar en cierta medida en las tareas de gobierno, terminan convirtiéndose en fines en sí mismos y diciendo lo que está bien y lo que está mal: todo lo que se hace a favor del partido es bueno, lo que perjudica al partido es malo.
Lo que los liberales llaman de forma peyorativa “casta política”, debería pronunciarse al unísono y castigar la construcción del clientelismo y fomentar la crítica. Además la Justicia deberá no dejar impunes los delitos, sea quien fuera quien los cometa, y la sociedad toda deberá manifestarse en contra de la corrupción.
Como decía el politólogo español Ignacio Sotelo, “El demócrata no puede caer en la tentación de aceptar el encubrimiento como mal menor. No hay en la democracia mayor bien que la libertad y el conocimiento de la verdad. De ahí que en lo que atañe a la corrupción los demócratas tenemos que ser implacables, prefiriendo que caiga el que caiga, por mucho que nos duela, a que al final se derrumbe la democracia, ahogada en su propio desprestigio”.
En resumidas cuentas, el honor de la patria, está en el honor de sus servidores, y ellos, somos todos.
Bibliografía Consultada:
- Sotelo, Ignacio (1981); “Sociología de la Corrupción”, El País de España. Dirección Web: https://elpais.com/diario/1981/10/20/opinion/372380413_850215.html
- Savater, Fernando (1992); “Filosofía para Amador”; Ed. Ariel, Barcelona, España.
- Weber, Max (1919); “La Política como Profesión”.